Ay, las segundas partes… Publicar un disco con el mismo nombre, el mismo concepto, instrumentación y producción -vamos, lo que se dice una continuación- de otro es una golosina para los fans, los cuales -por lo general- se derriten ante la posibilidad de pasarlo tan bien como con la primera entrega. Pero ese conservadurismo de aficionado tiene un reverso un tanto perverso, especialmente en la música. Al escuchar un disco una y otra vez las canciones empiezan a formar parte de cada uno y, por buena que sea la continuación, nunca será lo mismo, nunca tendrá la suavidad que le aplica la nostalgia de lo vivido.
Por ello, la apuesta de Gonzales (ahora Chilly Gonzales) por retroceder ocho años hasta la publicación de ‘Solo Piano’ puede parecer más cómoda de lo que es en realidad. Vale que es un medio sencillo de aprovechar un tirón previo, pero también abre la posibilidad de perder a un público que, desilusionado no ya al compararlo con el anterior sino con el recuerdo de aquel, puede rechazarlo. Y -peligro- no solo ya a la continuación sino también a una primera entrega que, con los años, ya tenía hasta cierto halo de intocable tesoro escondido.
‘Solo Piano’ fue un disco extraño. Concebido como una colaboración especial con el parisino sello temático No Format! supuso un puente entre su época underground berlinesa (los cuatro álbumes grabados para Kitty-Yo) y su intento frustrado de alcanzar el mainstream pop (‘Soft Power’). Sin embargo, lo que en principio fue una obra menor acabó siendo el disco más vendido y aclamado de Gonzales. Ni el citado ‘Soft Power’, que salió en una multinacional, ni sus últimos y notables esfuerzos con ‘Ivory Tower’ o ‘The Unspeakable’ han conseguido igualar un trabajo donde Gonzales simplemente interpretaba unas breves piezas al piano.
Esto puede deberse en parte a que, para sorpresa de muchos, Gonzales no era un pianista cualquiera. Algunos lo pudimos comprobar hace unos meses y cualquiera lo puede ver en los fantásticos vídeos en «pianovision» que ha colgado en su página web para promocionar esta nueva entrega. Pero no es solo eso, claro. Cada año se publican cientos de discos de intérpretes virtuosos, todos iguales o mejores que él. Entonces, ¿qué es lo que le hace especial?
Posiblemente la respuesta a esa pregunta sea la misma que daría a la de por qué ‘Solo Piano II’ es un más que digno continuador de su predecesor: por el estilo musical. Porque, ¿de qué estilo es este disco? El uso exclusivo del piano lo puede relacionar con la música clásica (Satie sigue siendo la influencia principal), pero el tipo de estructura de las canciones nos dice lo contrario. Podríamos pensar entonces en jazz (algunas canciones del ‘Cape Town flowers’ de Abdullah Ibrahim, por ejemplo), pero no, esto no suena a jazz por ningún lado. ¿New age tal vez? Ni de coña. En todo caso, estaría más cerca de algunos autores de bandas sonoras (pienso en Joe Hisaishi para el Studio Ghibli, especialmente en las versiones para piano que recopiló en aquel ‘Encore’).
Pero, en el fondo, ‘Solo Piano II’ es pop. Tan pop como lo era ‘Solo Piano’. Tan pop como Cole Porter o Irving Berlin. Tan pop como las composiciones en blanco y negro del Tin Pan Alley. Tan pop como puede ser ‘Tea for Two’ o ‘Maple Leaf Rag’.
Componer complejas canciones de pop instrumental para interpretarse a piano no es algo muy habitual hoy en día y, desde luego, es un terreno en el que Gonzales no tiene competencia. En esta ocasión se encerró en el estudio durante 10 días con su piano y un centenar de melodías esbozadas durante estos años hasta obtener este disco. El resultado es un trabajo continuista pero tremendamente emotivo, quizá algo más evocador y ligeramente menos directo. De esa manera, el autor sale fortalecido de esta segunda parte con otra deliciosa colección de 14 temas en modo menor que, como nuevos clásicos que son, ya miran de frente a sus antecesores.
Calificación: 8/10
Lo mejor: ‘Othello’, ‘Kenaston’, ‘White Keys’, ‘Papa Gavotte’
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Escúchalo: Grooveshark