La segunda entrega de ‘Frank’ ha llegado a nuestro país, después de una primera compilación de historias mudas de un personaje que se antoja entre gato, ratón y conejo sin una resolución definida. En ‘Filigranas del clima’ se recogen las primeras aventuras de Manhog, híbrido entre humano y cerdo, otro de los protagonistas de las primeras historias de Jim Woodring -que comenzó a editar en Estados Unidos hace casi 20 años-, y donde también aparece Frank, aunque menos, con sus fieles y oníricas mascotas.
Si en ‘Frank’ no existe una línea argumental y todo se estampa como sueños fugaces, aislando al lector en una burbuja de fantasía con el propósito de plasmar una existencia surrealista, en ‘Filigranas del clima’ el mundo espontáneo de Woodring es bastante más sencillo y menos difícil de comprender. El razonamiento es menos enrevesado y las peripecias, siendo igualmente hipnóticas, son más convencionales.
Los personajes, caminando a dos patas, y su entorno cambian en un parpadeo entre viñetas. Todo crece o se reproduce o incluso cambia de forma fuera de todo tiempo y espacio. Una construcción que da vigencia a una animación que parece antigua o aparenta estar inspirada en grabados de hace siglos, pero que funciona en un doble nivel: compartiendo una imaginería repleta de detalles que envuelve al lector entre tentáculos, y manteniendo la máxima ya reconocible, en beneficio propio, de alimentar historietas con la ausencia total de palabras en las ilustraciones.
La edición de Fulgencio Pimentel, en cartoné de lujo con sobrecubierta, está culminada con una reproducción inédita de Jim Woodring para la ocasión. Una portada inspirada en una de las obras más enigmáticas de la historia del arte, ‘La tempestad‘ del pintor italiano Giorgine, y que sirve con cada trazo para defender el lirismo de esta ficción real. 8,5.