Cuando compramos nuestras entradas para ver a Dead Can Dance hace más de siete meses, no sabíamos lo que podíamos esperar de su visita. Lo lógico era un generoso repaso por su repertorio tradicional, pero en aquel momento no podíamos sospechar que el grupo editaría un disco nuevo tan recomendable como ‘Anastasis‘, que les llevaría a decidir arrancar y casi cerrar su set con él y que estas composiciones completamente nuevas encajarían tan bien junto a sus clásicos.
Brendan Perry y Lisa Gerrard comenzaron como lo hace su disco, con la sobria ‘Children of the Sun’ interpretada por él, seguida de la envolvente ‘Anabasis’, interpretada por ella. Mientras Brendan aparece con camisa y pantalones de calle, comportándose como un artista más cercano y -digamos- normal, la presencia física de Lisa, perfectamente peinada y embutida en su elegante vestido negro de cuello babero y capa por detrás, resulta más imponente. Como recién salida de otra época y desde luego un lugar ajeno a la gran ciudad, resulta incluso extraño verla tocar con comodidad sus dos sets de instrumentos y más todavía sonreír a la plebe. Entre la banda aparecen un par de teclistas, un baterista y un par de multiinstrumentistas, uno de ellos resultando ser David Kuckhermann, que también había servido de telonero. Se pudo echar de menos algún instrumento orgánico más, como una sección de vientos o cuerdas, pero su carácter sintetizado seguro que no disgustó nada a esa enorme parte de público siniestro, aún ahijado de los inicios góticos del grupo, que no dejó de acudir a esta peculiar cita en L’auditori de Barcelona en pleno 2012.
El sonido del set fue todo lo perfecto que cabía esperar, salvo por un fallo en uno de los cables que hizo que uno de los instrumentos de David resultara completamente inaudible durante el inicio de ‘Anabasis’, problema ante el que era fácil imaginar a Lisa pensando en hacer rodar cabezas. Pese a todo, ella aguantó como si nada, revelándose como una profesional paciente y pacífica. Al fin y al cabo, ¿cuánta gente iba a prestar atención a otra cosa que no fuera su voz mientras cantaba? Así, no fueron pocos los elogios espontáneos y los gritos de «guapa» y ramos de flores que recibió del público entre canción y canción, especialmente hacia el final del concierto.
Y es que los asistentes llevaban años esperando para degustar el concierto del grupo en toda su extensión. Bastó el primer «ting» de ‘Rakim’ para que el tema fuera reconocido y recibido con una enorme ovación. Sonaron también sobrias y estupendas ‘Agape’ -una de las dos únicas presentaciones que hizo Brendan para el público recordando su origen andaluz en la era Al Andalus (la otra fue para introducir ‘Ime Prezakias’)- y ‘Amnesia’, pero fue durante la interpretación de la genial ‘Sanvean’ cuando Lisa, siempre tan cerca de lo divino, propició que el público se pusiera en pie por primera vez. Una cumbre intimista que no habría sido igual en otro recinto, por la que cualquier aspirante a icono dream pop habría dado su vida entera.
Tras culminar una primera parte con la épica ‘All In Good Time’, en la que no se habían dejado la célebre ‘The Host of Seraphim’, la banda realizó hasta tres bises, siendo el segundo de ellos el más emocionante, compuesto por una versión de ‘Song to the Siren’, probable homenaje más a Ivo Watts-Russell y su sello 4AD, que a Tim Buckley, recordando la versión que hicieron como colectivo This Mortal Coil; y una sobresaliente ‘Return of the She-King’, una de sus mejores composiciones nuevas, sublime a pesar de esos vientos sintetizados de los que hablamos antes. Como tercer bis, Lisa, ya sólo acompañada de un teclista, cerró la noche con la tenebrosa ‘Rising of the Moon’ antes de despedirse con un: «bona nit, you’re beautiful, I love you». Era muy difícil salir decepcionado de allí. Una noche fantástica en todos los sentidos, que recorría mundos medievales, terroríficos, opresores, relajantes y hasta lynchianos, que sólo pudo entenderse como un enorme privilegio. 8.
Como telonero, un sonriente y encantador David Kuckhermann había interpretado cinco canciones instrumentales, la mayoría de ellas construyendo bonitas melodías sólo a base de tocar el «hang» -otra lo hizo sólo con una pandereta-. David explicó el origen de este instrumento inventado en Suiza hace sólo 11 años, aunque indicó que quizá la población barcelonesa estuviera acostumbrada a verlo como instrumento callejero. Hablando de sus viajes por Rusia y Tailandia y de cómo habían influido en su música, se metió al público en el bolsillo casi sin usar su voz, entretuvo durante el tiempo justo (¿llegó a los 30 minutos?) y sobre todo dejó claro por qué un grupo como Dead Can Dance, tan obsesionado con todo tipo de instrumentos y artilugios, le ha escogido para formar parte de su experiencia. 6.
Foto: Ocad123 en Flickr