Junio de 1966. Una joven actriz de 19 años escribe una carta a Jean-Luc Godard diciéndole que le había gustado mucho su película ‘Masculino, femenino’ y que “amaba al hombre que se hallaba detrás de aquello, que lo amaba a él”. La joven actriz era Anne Wiazemsky, una de las musas de la nouvelle vague y futura esposa del director.
Así comienza ‘Un año ajetreado’ (Anagrama), la novela autobiográfica escrita por Wiazemsky. En ella, la actriz y novelista alemana cuenta su relación con Godard desde que le declaró su amor en forma de carta hasta que se casó con él un año después. Un relato de iniciación que recuerda a ‘Éramos unos niños’ (Lumen), el libro donde una joven Patti Smith contaba su romance con Robert Mapplethorpe.
Por medio de una prosa funcional pero eficaz, la autora rememora el inicio de una relación que duró 12 años. Y lo hace –y éste es el mayor mérito de la novela- no como una mujer madura que recuerda el pasado con nostalgia o rencor, sino con la frescura de una adolescente que acaba de vivir ese “año ajetreado”, con la candidez de una hija de la burguesía conservadora (su abuelo es el escritor católico y premio Nobel François Mauriac) que se acaba de enamorar de un célebre director de cine, militante de izquierdas y que casi le dobla la edad.
Wiazemsky relata en primera persona los problemas con su familia, sus primeros pasos en el cine (venía de debutar como actriz en ‘Au hasard Balthazar’), los encontronazos con los paparazzis, su descubrimiento de la filosofía y el inicio de su relación con Godard. O lo que es lo mismo: el retrato de la familia de uno de los referentes intelectuales de la derecha francesa, los avatares del rodaje de ‘La Chinoise’ (la primera vez que le dirige su futuro marido), la cara glamourosa del cine francés de los 60, el clima político existente entre los estudiantes parisinos pre-mayo del 68 y, en especial, las contradicciones de un intelectual de izquierdas que prepara una película-manifiesto marxista-leninista montado en un Alfa Romeo descapotable. Más que lo que narra, lo más interesante de la novela es lo que esa narración revela.
También, como en todo texto autobiográfico sobre el mundo del cine, hay sitio para el cotilleo amable y el desfile de celebridades. Por las páginas de ‘Un año ajetreado’ aparecen desde intelectuales como el filósofo Francis Jeanson (con quien la actriz discutía sobre fenomenología) y el futuro líder sesentayochista Dany el Rojo (que la “acosa” en la facultad), a directores como Truffaut o Bertolucci y estrellas como Jeanne Moreau.
¿Es necesario estar interesado en Godard y el París pre-Mayo del 68 para disfrutar de ‘Un año ajetreado’? Necesario no, pero sí conveniente. Si no hay cierta complicidad por parte del lector, la novela por sí sola puede resultar algo insípida. Pero si la hay, si compartes referentes e intereses, el libro es una delicia, una excelente oportunidad para conocer, a través de los ojos impresionables e inteligentes de una adolescente, el retrato inédito de uno de los directores más inquietos, brillantes y románticos de la historia del cine. 7,5.