Que en un «talent show» la gente no cante da puntos. Si además de manera coyuntural se fomenta una profesión que requiere más dedicación que convertirte en una estrella mediática en 15 minutos, mejor todavía. Y si no hay tontería de directo ni tres horas de duración sino un ágil montaje de hora y cuarenta cinco minutos, el programa puede convertirse en la bomba, como es el caso de ‘Masterchef’.
La nueva apuesta para la noche de los miércoles de Televisión Española es este formato que ha sido producido en 37 países y emitido en 145. Tras un cásting realizado a más de 9000 aspirantes a chef de alta cocina, o en su defecto a editar un libro de recetas que se venderá como rosquillas y a llevarse 100.000 euros de nada, vemos a unos cuantos cientos elegidos realizando una prueba en la Plaza de Oriente de Madrid -por suerte ese día no llovió-. De ellos se seleccionan 40 finalistas que acuden a plató y allí el primer programa ha ofrecido una rápida nueva criba de la que han quedado quince finalistas.
Quitando los planos de esos 150 soldados entrenando a los que los concursantes han tenido que abastecer por equipos (en el camino de lo siniestro lo siguiente debería ser una prisión de alta seguridad), ‘Masterchef’ ha sido un triunfo absoluto, mostrando un excelente equilibrio entre lo icónico -esa entrega de la cuchara gigante a los seleccionados, esa gente llevándose las manos a la boca tras observar el delantal de la victoria; lo lacrimógeno -esos abrazos con bien de música épica tipo ‘Juego de tronos’, han sonado hasta Arcade Fire-; lo cómico -esas caras de horror al tener que enfrentarse a un rodaballo- y lo deconstruible -«no te preocupes por tu eliminación, vas a poder seguir experimentando con los electrodomésticos que te regala nuestro patrocinador»-.
A estos dos últimos puntos fundamentales contribuye con firmeza lo que se adivina ya como un cásting excelente, con gente de muy diferentes edades y procedencias (de la cocina tradicional al moderneo) y personalidades entre lo inaguantable y lo adictivo como Maribel. Pero sobre todo un jurado formado por Samantha Vallejo Nájera, Jordi Cruz y Pepe Rodríguez, que se acerca a los platos en plan Tiburón Ataca y después de probarlos pone cara de todo excepto de gusto y/o placer. El último particularmente se adivina la revelación de la temporada. Es ese profesor cínico, estricto y riguroso pero a la vez sabio, ocurrente y divertido con el que a veces te dan ganas de llorar humillado pero otras no puedes evitar reírte… y recuerdas toda la vida. Síndrome de Estocolmo asegurado. Por cierto, las recetas ganadoras están online.
Calificación: 8/10
Destacamos: A Pepe Rodríguez, el nuevo Risto
Te gustará si te gusta: El Comidista
Predictor: Éxito seguro, esperamos.
Actualización: De momento el programa ha hecho un 11% de share, quedando por debajo de su competencia (‘Homeland‘ entre ella)