Como ya dijimos en el artículo dedicado a la nueva traducción de ‘En la carretera’ (antes editada por Anagrama con el título de ‘En el camino’), la adaptación del célebre libro de Jack Kerouac no había sido muy bien recibida en Cannes, donde se presentó hace ya casi un año. Ahora, con el estreno por fin en España, no tengo más remedio que sumarme a la corriente crítica: ‘On the Road’ es una adaptación decepcionante.
Quizá pueda gustar a los que no hayan leído la novela, pero si la conoces es muy difícil no sentirse defraudado. Sobre todo por una razón: desde un punto de vista ético y estético no se puede (o no se debe) adaptar una novela tan libre, poética y transgresora con las maneras formularias y convencionales de cine indie hollywoodiense.
Y no es que la película esté mal. La narración fragmentada, por ejemplo, consigue emular de forma más o menos convincente la famosa “prosa espontánea” de Kerouac. La pareja protagonista hace un buen trabajo (no así los secundarios, con un Viggo Mortensen dando vida a un imposible Burroughs y una Kristen Stewart tan sosa e inexpresiva como siempre). La selección musical contextualiza bien la historia y, junto a un inspirado montaje, le insufla el ritmo necesario. Y la fotografía es extraordinaria. Eric Gautier demuestra una vez más (‘Diarios de motocicleta’, ‘Hacia rutas salvajes’) su enorme talento para retratar los grandes espacios abiertos.
El gran problema de la adaptación tiene que ver con la banalización de los personajes, con la vulgarización de sus acciones, intenciones y pensamientos. Walter Salles es incapaz de profundizar en sus sentimientos más allá de trasmitir cierta desorientación vital. Por momentos parecen simples adolescentes divirtiéndose en vacaciones. Pero el texto de Kerouac es mucho más que un relato de iniciación con sexo, drogas y jazz. Fue un aullido que cambió a toda una generación. El despertar político y social de unos jóvenes en la ultraconservadora América de principios de los años 50 que encenderían la mecha de la(s) futura(s) contracultura(s).
Nada de esto está en la adaptación. El director se queda en la superficie, en la mera literalidad, en la simple ilustración de la novela. Nos narra la historia a través de un atractivo parabrisas (el viaje exterior) pero no nos deja ver a través de los retrovisores (el viaje interior). 6.