Tengo un problema fundamental con Tricky. Ese problema tiene un nombre: ‘Maxinquaye’. Han pasado 18 años, y su debut sigue sonando fresco, innovador y maravilloso hoy en día. Es una larga sombra que ha seguido al artista durante todos estos años. A partir de ese momento Tricky ha intentado escapar de él con mejor o peor suerte, hasta llegar a unas últimas entregas carentes de interés y relevancia, exceptuando algunos puntos aislados. ‘False Idols’, su décimo largo, se anunciaba como un retorno y aceptación de esos comienzos. Él mismo se ha encargado de comparar este último álbum con el primero, afirmando que “’False Idols’ es mejor”. Obviamente al artista ha creado expectativas excesivamente altas y sin fundamento, pero este disco es una muy buena noticia.
No entiendo cómo ha podido tardar tantos años en darse cuenta de que es este su sonido, en el que mejor se encuentra, en el que se mueve como pez en el agua. Esas atmósferas oscuras, esa disonancia, esa frontera entre lo incómodo y lo bello. Pero aún le queda mucho camino a Tricky para llegar a igualar lo que hizo al principio de su carrera, con Massive Attack y en solitario. Porque a pesar de que las intenciones están ahí, el resultado aún no es el mismo.
‘False Idols’ suena excesivamente orgánico y en general da la impresión de que se componga de canciones sin terminar, no diremos demos, pero sí bocetos. Rescata frases de discos anteriores (‘Nothing’s Changed’) y las letras e ideas (ese “Jesucristo murió por los pecados de otro, no los míos” en ‘Somebody’s Sins’) necesitan un depurado. Otro aspecto fundamental es el apartado vocal. Francesca Belmonte se esfuerza bastante, pero no es Martina Topley-Bird. Mejor parados salen Peter Silberman de The Antlers en esa reinvención de ‘Parentheses’ y Nneka en ‘Nothing Matters’, de lo más destacable. En definitiva, vocalistas que aportan personalidad sin intentar imitar: somos conscientes de que es complicado encontrar sustitutos a la altura de Martina, Alison Goldfrapp, Björk, PJ Harvey, Terry Hall o Neneh Cherry.
Este ‘False Idols’ sirve como prueba de que Tricky tiene el potencial de crear algo a la altura de sus inicios si se lo propone. No hay más que prestarle atención a temas como ‘Bonnie & Clyde’, ‘Valentine’ o ese ‘Tribal Drums’, que por momentos suena a ‘Inertia Creeps’ de Massive Attack, para comprobar que el artista va por el buen camino.
Si todos esos discos divagando entre el rock alternativo y el pop le han servido a Tricky para comprobar que “en ningún sitio como en casa”, ha valido la pena la espera. Pero por ahora este nuevo álbum es sólo la promesa de un posible futuro. Con sus aciertos y sus fallos, ‘False Idols’ es un disco disfrutable para aquellos, que como yo, nos enamoramos del sonido de un grupo de artistas innovadores salidos de Bristol, hace ya casi 20 años, que luego hicieron todo lo posible por escapar de la incómoda etiqueta del trip hop, unos con más suerte que otros, cuando aquello pasó a ser tendencia.
Calificación: 6,5/10
Lo mejor: ‘Nothing Matters’, ‘Valentine’, ‘Parenthesis’
Te gustará si: obviamente te gusta el Tricky de los primeros discos.
Escúchalo: Deezer