A veces me entran muchas dudas sobre si hablar de Pascal Comelade o no. Por un lado, es uno de mis músicos favoritos y -por lo tanto- me gustaría que todo el mundo lo escuchara pero, por otro lado, tengo tentaciones de quedármelo para mí, como un tesoro privado del que mejor no decir nada.
Pascal Comelade es un personaje, si no totalmente conocido, sí absolutamente reconocido dentro de la escena musical catalana y francesa, desde hace ya muchos años. Entre sus logros está el haber colaborado con Robert Wyatt o PJ Harvey o el haber sido influencia confesa de Yann Tiersen, Vinicio Capossela o, ya más cerca, Antònia Font o Parade. Además, sus melodías se han utilizado en bastantes anuncios y demás, llegando incluso a ser claramente imitado en ocasiones y siendo en parte responsable de la atracción actual por los instrumentos de juguete. Es decir, no voy ahora a descubrir nada nuevo. Pero, pese a todo eso, la imagen de un hipster malasañero dándoselas de interesante a propósito de Comelade sobrepasaría mi paciencia. Sin embargo, creo que su reciente ‘El pianista del antifaz’ -con preciosa portada de Joost Swarte- es un motivo de suficiente peso como para arriesgarse.
Para justificar el porqué, quizá deba antes advertir que la obra de Comelade es casi insondable, con multitud de discos en variados formatos desde su debut en 1975: versiones de temas propios y ajenos, recopilatorios, canciones repescadas, colaboraciones, ediciones diferentes por país, reediciones conmemorativas, cofres temáticos, grabaciones piratas, grupos paralelos, libros-disco, cómics, bandas sonoras y una ya de por sí producción bastante frenética convierten a la discografía del músico catalán en toda una pesadilla para completistas.
Pero, a grandes rasgos, se podría dividir los discos de Comelade entre más artys e intelectuales -su etapa minimalista inicial, sus proyectos con Richard Pinhas, sus performances con Enric Cassasses-, los más ligados al folklore catalán -desde el fantástico ‘Un tal Jazz’ (1998) al reciente álbum junto a una cobla- y, por último, los discos más influenciados por los estándares del pop, el rock’n’roll y la música ligera mediterránea, en muchas ocasiones con imaginativas versiones -algo que comenzaría con aquel mítico ‘El Primitivismo’ (1987) y que ha ofrecido discos tan inolvidables como ‘El Cabaret Galactic’ (1995) o ‘Psicòtic Music Hall’ (2002)-.
Recopilatorios, colaboraciones y rarezas aparte, los discos más recientes de ese último tipo que había editado Comelade hasta ahora eran ‘Espontex Sinfonía’ (2005), ‘Stranger in Paradigm’ (de 2007, pero mucho más completo en su posterior edición española) y ‘A Freak Serenade’ (de 2009, publicado en España como ‘Friki Serenata’, con un par de temas cambiados y diferente portada). Desde entonces, Pascal Comelade ha realizado un espectáculo musical junto a Albert Pla (‘Somiatruites’), y ha sacado discos junto a Enric Cassasses (‘N’ix’), Richard Pinhas (‘Flip Side’), Gerard Pansanel (‘Montpellier’), así como junto a una formación tradicional catalana (‘Pascal Comelade & Cobla Sant Jordi’), que ha hecho que se dilatara la llegada de esta nueva entrega de temas puramente comeladianos.
Aunque bueno, como casi siempre, ‘El pianista del antifaz’ hace algo de trampa. Tres de sus cortes son temas ya conocidos: las interpretaciones de ‘Petita escena nocturna’, ‘The Skatalan Logicofobism’ y ‘El bolero del Raval’ son las realizadas junto a la Cobla Sant Jordi (en el último tema en una versión más corta que la registrada en el disco). Aparte de eso y de lo anecdótico de las dos miniaturas en forma de valses que cierran el disco, el resto de canciones son nuevas composiciones que siguen la estela de ‘A Freak Serenade’.
Hay colaboraciones especiales, como las de los franceses The Limiñanas, que meten un poquito de Hal Blaine en ‘Ze Crypto-Situ Cow-Boy Rides Again’ o la de Cabo San Roque en la magistral ‘Sardana Mecánica’, una interpretación libre de la ‘Sardana dels Desemparats’ a la que Comelade lleva años dando vueltas. Pero en la mayoría de los temas el músico ampurdanés se ve arropado por miembros de las últimas encarnaciones de su Bel Canto Orquestra, entre los que destaca Iván Telefunkez, entre otras cosas por su interpretación ¿vocal? en la canción que da título al disco.
Algunas canciones gozan de un entusiasmo circense muy frecuente en sus últimos trabajos (caso de ‘O Dancing del gran fumisme’, ‘Friki Serenata’ o de ‘Hydropathes marchant sur les os’) mientras que otros temas coquetean abiertamente con el rock’n’roll a lo Cramps (donde mejor quizá en ‘Spinoza Was a Soul Garagist’) u otros sonidos un poco más experimentales (como esa ‘Portrait de l’artiste avec des lunettes pour voir les femmes à poil’, donde se pasa del minimalismo al ruidismo). Sin embargo, creo que mi tema favorito va a ser ‘La Bella Dorita’, una de esas composiciones tórridas con alma de pasodoble que a Comelade se le dan especialmente bien. Estupendamente arreglada con percusión de futbolín (¡!), clavicordio y una maravillosos vientos a cargo del gran Pep Pascual, me suena tan clásica como aquellla ‘Sense el ressò del dring‘ con la que consiguió una merecida repercusión en su día.
En definitiva, un buen disco del Comelade más reconocible -claramente continuista- prácticamente obligatorio para sus seguidores y quizá no la mejor pero sí un buena oportunidad para comenzar a descubrirlo.
Pascal Comelade, en su vertiente más experimental, actuará junto a Richard Pinhas en el festival Sónar este jueves 13.
Calificación: 7,5/10
Lo mejor: ‘La Bella Dorita’, ‘Sardana Mecánica’, ‘El pianista del antifaz’, ‘Ze Crypto-Situ Cow-Boy Rides Again’
Te gustará si te gustan: los desfiles de Moros y Cristianos, las exposiciones del MoMA y los Cramps, más o menos por igual.
Escúchalo: Deezer