Es curiosa la perspectiva que dan los años. Quizá haya quien vea en ‘Cerulean Salt’ algo fresco, pero los que vivimos el post-grunge en los 90, escucharemos una y otra vez referencias a Liz Phair, Juliana Hatfield, The Breeders, Kristin Hersh, Mary Lorson y sus Madder Rose, Magnapop, Sleater-Kinney… El segundo disco de Waxahatchee, proyecto personal de la joven originaria de Birmingham (Alabama) Katie Crutchfield (antes formó parte del desaparecido grupo indie-rock P.S. Eliot), contiene claras reminiscencias de todas esas artistas (aunque especialmente de la primera y su enorme ‘Exile In Guyville’) y por eso he creído que las buenísimas críticas que este álbum ha obtenido eran algo exageradas. ¿Hasta qué punto puede ser alabada una obra que provoca ganas de recuperar aquellos buenos discos de aquellas otras artistas?
Pero sería injusto ignorar sus méritos. ‘Cerulean Salt’ supone un paso adelante tras el debut de Crutchfield, un ‘American Weekend’ que se movía en un lo-fi extremo (de nuevo, los 90), pues ha abandonado en parte ese sonido de dormitorio para ayudarse de más medios de grabación y una banda en la que participaron el bajista Sam Cook-Parrot más Keith Spencer, Kyle Gilbride y Allison Crutchfield, tres miembros del grupo Swearin’ a los que conoce muy bien: el primero es su novio y el segundo es el novio de su hermana gemela, la tercera, con la que ya participó en P.S. Eliot. Así, nos encontramos con cortes como ‘Dixie Cups And Jars’, ‘Coast To Coast‘ (potente single), ‘Swan Dive’, ‘Hollow Bedroom’, ‘Tangled Envisioning’ o ‘Peace And Quiet’, que muestran un mayor peso de la electricidad en su propuesta, relegando casi su faceta acústica e intimista a una muestra (fantástica, eso sí, en temas como ‘Blue Pt.II’, ‘You’re Damaged’ o la minimalista -sin guitarras- ‘Brother Bryan’). Lo hace además con concisión, en canciones que oscilan entre el minuto y medio y los poco más de tres minutos de duración, logrando que ‘Cerulean Salt’ se pase volando y dejando así un buen sabor de boca.
Dejando a un lado la genuinidad de su estilo, la mayor y más importante virtud de esta Waxahatchee (nombre que toma de un lago próximo a su ciudad de origen) electrificada y evolucionada es que sus canciones son en buena parte conmovedoras y logran instalarse en nuestra cabeza, no solo por sus buenas melodías sino por recurrir en sus letras a la manida angustia adolescente, trasladándola a nuestro tiempo: es decir, los 25 son los nuevos 15. Sus lamentos sobre la soledad, el aislamiento, sobre emborracharse para perder el miedo a acercarse a alguien, sobre quedarse sin aliento al ver pasar al chico deseado están honestamente bien escritos y logran su efecto. Aunque sea en pasado, el oyente puede sentir la cercanía de esos sentimientos tan (post)adolescentes y percibirlos como propios. Así, Waxahatchee logra algo que no todas las jóvenes cantantes post-grunges mencionadas en el primer párrafo conseguían a menudo: un disco consistente y emotivo de cabo a rabo.
Waxahatchee actúará en formato banda el próximo sábado día 22 de junio en el Matadero de Madrid, en el Día de la Música.
Calificación: 7,8/10
Lo mejor: ‘Coast To Coast’, ‘Swan Dive’, ‘Dixie Cups And Jars’, ‘You’re Damaged’, ‘Brother Bryan’
Te gustará si te gustan: Liz Phair, Juliana Hatfield, Kristin Hersh
Escúchalo: Youtube