Clásicos Que Nunca Lo Fueron: ‘Le Plaisir’ de Alain Chamfort

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Clásicos Que Nunca Lo Fueron: ‘Le Plaisir’ de Alain Chamfort

alainchamfort

Artista: Alain Chamfort
Título: Le Plaisir
Sello: Delabel / EMI (2003)

Este martes 24 de septiembre ha hecho exactamente diez años del lanzamiento de ‘Le Plaisir’. Se dice que Francia cuida a sus artistas maduros mucho más que España, y seguramente es un cliché con mucha parte de verdad. Ahora bien, habría que preguntarse también hasta qué punto difiere la calidad de unos y otros y -más importante- si los nuestros saben envejecer musicalmente como los suyos. ‘Le Plaisir’ de Alain Chamfort es en muchos aspectos un ejemplo perfecto de “disco de madurez”: un artista que comenzó su carrera en los años 60 y que a los 54 años de edad grababa una colección de canciones de pop que hablaban de la vida en ese punto, con ingenio y poesía. Diez años después de su publicación, sigue siendo uno de los mejores discos de ese renacimiento del pop francés de tono clásico que tuvo lugar en la década pasada, sin nada que envidiar a toda la “troupe” de artistas de la “nouvelle chanson” como Benjamin Biolay, Keren Ann, Emilie Simon y compañía.

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En 2003 Alain Chamfort llevaba siete años sin grabar nada después de una carrera en solitario que había comenzado brillantemente en 1976. Ya en la década de los sesenta había destacado como pianista y organista en canciones tan definitorias de Jacques Dutronc como ‘Les Cactus‘ o ‘Les Playboys’, y después continuó haciéndolo como teclista y co-compositor de otro de los artistas más populares de Francia, Claude François. Tras su debut algo desapercibido de 1976, en el 77 se alió con Serge Gainsbourg como letrista, una asociación que traería grandes canciones (‘Baby Lou‘, ‘Bambou’…) y su primer gran éxito en listas, la magnífica ‘Manuréva‘, dedicada al barco de Alain Colas, un navegante francés desaparecido en 1978, y que vendió un millón de copias. Consagrado pues como artista comercial, siguió grabando para la CBS (después Sony) durante los 80. También compuso para Lio y otros artistas, por ejemplo la canción ‘A cause des garçons‘ del grupo del mismo nombre, que décadas después popularizaría Yelle. Pero a mediados de los 90, con su éxito cada vez más menguante, el sello acabó prescindiendo de sus servicios. ‘Le Plaisir’, grabado para una filial de la EMI, supuso por lo tanto su gran retorno después de cinco años de silencio, no en vano la primera canción del disco se titula ‘Le Grand Retour’.

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Una pieza deliciosa interpretada al piano Wurlitzer más acompañamiento, y que muestra a Chamfort con su frágil voz (pero que dice tanto) intacta, y a sus musas en plenitud de facultades. En definitiva, un medio tiempo exquisito. Aunque disfrazada de canción de amor, la letra no oculta demasiado: “Es el gran regreso de un magnífico «has been» / en el que pueden inspirarse los ídolos jóvenes / Es el gran regreso temido durante largo tiempo / De un viejo mentiroso con voz aterciopelada / Que vuelve para hechizarte” son versos que hablan sin duda de Chamfort, escritos como siempre con ayuda de su fiel Jacques Duvall, sucesor brillante de Gainsbourg a los textos desde los primeros ochenta. ‘Le grand retour’ es pues el fantástico punto de partida de este disco de 13 canciones, cuya portada también dice alto y claro “mediana edad”: una Polaroid de Alain Chamfort con el uniforme oficial del hombre francés maduro y elegante: vaqueros y jersey negro.

El disco continúa con ‘L’hôtel des insomnies’, una balada al piano delicada y con el sello melódico del autor. Los estribillos están orquestados con la elegancia habitual de Marc Di Domenico, productor del disco y responsable del exitoso ‘Chambre Avec Vue’ de Henri Salvador, el disco de retorno por excelencia de los dos mil. Como veremos después, el efecto de su producción fue por desgracia bien diferente.

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Tras la correcta ‘La saison des pleurs’, llega uno de los grandes momentos de ‘Le Plaisir’: ‘Charmant petit monstre’, encantador pequeño monstruo, dedicado a una mujer que le devoró el corazón. “Me clavaste los dientes / como si fuera un cracker”, tres minutos y medio del mejor Chamfort, emotivo y pop, una canción al piano arreglada con discretos aires beatlescos.

La canción acaba con ella mirando al reloj, impaciente por abandonarle. Es el cierre de una de esas viñetas sentimentales que tan bien se le dan al autor, y que se engarza brillantemente con el ritmo uptempo de ‘Les specialistes’, una canción a dúo con April March, quizá el único resto de su proyecto frustrado de grabar un disco el año anterior con Bertrand Burgalat (cuyo estilo de cantar emana directamente, por cierto, del de su admirado Chamfort). Está dedicada a los “especialistas” que dictan sobre modas y formas de vivir (“Los especialistas tienen razón / Más a menudo y antes que nadie / Se les tiene en alta estima”). Según Chamfort podrían ser especialistas en cualquier área, pero la canción parece claramente dirigida a los expertos en música que dictan desde sus púlpitos. Para cuando April se le une en el estribillo, la diatriba está clara: “Los especialistas detestarán esta canción / Pero sus novias la bailarán de todas formas / Y puesto que las chicas hacen con los chicos lo que quieren / Los especialistas bailarán hasta perder la razón”. Es otra magnífica joya de pop olvidada entre los surcos de este disco.

‘Sinatra’ completa el excepcional trío de cierre de la supuesta cara A (ya que el disco se editó sólo en CD). Y de CDs va precisamente la canción: otra miniatura costumbrista de rupturas sentimentales, construida alrededor de los discos que su novia se lleva de su casa cuando le deja, y con otra de esas letras de sonrisa sardónica trazadas a medias con Jacques Duvall: “Björk y Bowie son tuyos / Tom Waits, Lou Reed, Nirvana / Nada que objetar a tus gustos / Te vas con tus CDs bajo el brazo / pero Sinatra se queda ahí / Sinatra es mío”. Un ingenioso retrato de las diferencias generacionales y de la aceptación de la madurez. Según Chamfort, en todos sus discos anteriores se estaba buscando y en ‘Le Plaisir’ se encontró. El alivio de la aceptación de que Sinatra es en realidad lo que le corresponde -y lo que más le gusta- se alterna con más enumeraciones de tono humorístico: “Etienne Daho es tuyo / y Miossec y Dominique A / Podría ser el padre de todos ellos”. La conclusión inevitablemente llega con ‘Chamfort’, que se refiere a su disco, pero obviamente a él también. Se imagina uno una sonrisa amarga en su cara mientras canta: “Chamfort era tuyo / Pero me lo dejas / Es curioso / No sé qué voy a hacer”.

La mención a los CDs, que en 2003 parecía un tanto vulgar (nada como un buen vinilo, por supuesto) se ha vuelto, diez años después, mucho más romántica: ‘Sinatra’ es seguramente una de las últimas canciones de una época en la que los amantes se separaban repartiéndose los discos, y no llevándose cada uno la música en su smartphone.

La segunda mitad se abre con ‘Les beaux yeux de Laure’, otro de los grandes hallazgos melódicos de Alain Chamfort aquí, que se completa con una letra de gainsbourguianas rimas, alrededor de la palabra ‘Laura’, que en francés se pronuncia “lor” y que Chamfort empareja con “technicolor” o “Elizabeth Taylor”, hasta culminar en un precioso estribillo de infidelidad: “Laura tiene los ojos enrojecidos por el cloro / A menos que no venga de la piscina. / Laura, si llora, es porque yo lejos exploro / porque lejos busco oro / Laura tiene los rojos enrojecidos e implora / ¿Por qué debe cerrarse este capítulo? / Laura, si el amor no es indoloro / Créeme que lo deploro”.

La canción supuso el segundo vídeo promocional de esta era, con una particularidad única: Chamfort lo rodó por su cuenta, justo después de que su sello lo echara tras tan sólo tres meses desde el lanzamiento del disco. Delabel echó cuentas en Navidad y las ventas no llegaban a 50.000 copias, dato que consideraron insuficiente. Chamfort se quedó en estado de shock por tan apresurada decisión, pero actuó rápido y con ayuda de unos amigos publicistas rodó este brillante vídeo, remedando el célebre clip de la película ‘Don’t Look Back’ de Bob Dylan con la letra de la canción escrita en carteles. Carteles en los que la letra se intercalaba con mensajes explicando que el sello le había echado y que como no le pagaban un vídeo él había plagiado el de Dylan y lo había rodado en una hora, y aprovechaba con mucho humor para ofrecerse para tocar en bodas, comuniones y aperturas de hipermercados.

‘Juste avant l’amour’ continúa en clave de balada de música melódica setentera, pero embellecida con bonitos sonidos ambientales más contemporáneos, cortesía de la banda que le acompañó en la grabación, compuesta por músicos jóvenes, y por tanto desprovistos de lo que Chamfort denomina “los tics de los músicos viejos”. Un grupo que incluía por cierto a artistas con brillantes carreras en solitario como Albin de La Simone, que aporta discretos pero preciosos teclados en esta y otras canciones, o incluso -a los coros- una joven Emily Loizeau años antes de debutar con su hermoso “L’autre bout du monde”. La letra de la canción, por cierto, la escribió nada menos que Michel Houellebecq, a quien recurrieron durante una enfermedad de Jacques Duvall, y que sorprendió a Chamfort con un texto, según sus palabras, “délicat, pudique”.

Camino del final, más canciones redondas dedicadas a más mujeres: ‘Mélanie’, con un ritmo entre reggae y folkie, contiene una irresistible melodía de tono melancólico que podría muy bien haberla convertido en single de no haber ocurrido la ruptura con su sello, o ‘Lili Shangai’, que devuelve al disco bríos rítmicos y riqueza de arreglos: una verdadera maravilla de secuencia de acordes y armonías, con orquestaciones preciosas a base de vientos y cuerdas, y Chamfort cantando algunas partes en chino.

El disco se cierra de forma redonda con un tríptico denominado ‘Les sirènes de l’amour’, en el que tres breves canciones se engarzan a modo de “suite”: ‘Entre cafard et bourdon’, un minuto de guitarra y voz en el que Chamfort navega en una “cáscara de nuez” a la deriva en el mar, hasta que encuentra a un ser “mitad mujer, mitad pez”, que canta (en la voz de Jo Reynolds) la siguiente pieza, ‘Love is a Gift’. El tríptico concluye con la canción más rápida, ‘Fuyons’, de corte cínico: ha decidido que lo mejor con las sirenas es desoír sus cantos, e insiste en ese “huyamos”, que cierra el álbum en un tono absolutamente contrario al “regreso” que reivindicaba al comienzo. Según Chamfort, le apetecía concluir con lo que denomina la “tradición pop de encadenar ritmos, melodías, y construir una pequeña obra”.

Alain Chamfort, ese tímido dandy de la música francesa, tardó otros siete años en publicar más nueva música, recogida en el muy interesante ‘Une vie Saint Laurent’ (2010), dedicado a la vida del célebre diseñador de moda. Pero ‘Le Plaisir’ continúa imbatido como su gran disco de madurez, y sigue siendo uno de los lanzamientos más interesantes del pop francés de la década pasada.

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