La primera escucha de ‘Prism’ es dura. Y no porque Katy Perry haya vuelto a llenar sus canciones de esa caja de ritmos comprada en una tienda de todo a 1 euro que ha lastrado (artísticamente) casi todo su arsenal de hits, sino porque su tercer álbum como Perry se abre con ‘Roar‘ y es difícil no pulsar el modo «on repeat» para este tema tan preparado para recibir los calificativos de «épico» y «grower». Pasan muchas cosas antes de la llegada de los obligados y olímpicos «oooh oooh oooh»: un teclado muy ahijado de la Motown y la tradición R&B, ese irresistible «hop» como coro del «up», el guiño al ‘Eye of the Tiger’ de Survivor, la repetición extasiada y autoafirmativa del «louder» «porque ella es una campeona»… y sobre todas esas pequeñas cosas, esa guitarra eléctrica que, impasible, apenas toca un par de acordes. Definitivamente la composición más contenida de su carrera y, en dos palabras, la mejor.
Una vez que has escuchado otras seis o siete veces el single, lo que aparece después es el mejor disco de Katy Perry. Vale, no es mucho decir, pero lo cierto es que por primera vez se pueden escuchar muchas de sus pistas sin la sensación de estar frente a un «guilty pleasure». ‘Birthday’ está a medio camino entre la música disco y el sonido Kylie, mientras ‘Legendary Lovers’ presenta un acelerado puente al que responde el machacón ritmo de una batería en un gran estribillo. La canción, con un punto oriental, logra remitir a Beyoncé y a Shakira sin que le afecte ni para bien ni para mal y es uno de los más que posibles singles oficiales, entre los que parece que finalmente no se encontrará ‘Walking On Air‘. Y su equipo de márketing no es tonto: la recreación 90’s de CeCe Peniston y Crystal Waters ha sido una sorpresa y está tan conseguida que Hercules & Love Affair no habrían podido producirla mucho mejor, pero los co-autores Klas Åhlund y Max Martin no han trabajado demasiado el estribillo esta vez. Más bien parece que han dejado el primero que se les ocurrió.
Dr. Luke, Max Martin y Cirkut son responsables de algo más de la mitad del álbum, dejando números tan aceptables como ‘International Smile’, en la que sí reaparecen (¿¿pero por qué??) los ritmos más chuscos de Perry, aunque resueltos por un final de guitarras sintéticas muy Daft Punk circa 2001; ‘Ghost’ o la hipnotizante y hip-hopera ‘Dark Horse’ junto a Juicy J. De sus números más flojos, como el nuevo single, el muy navideño ‘Unconditionally’, quizá no merece la pena decir demasiado en contra cuando lo tendremos hasta en la sopa. Lo mejor es que nos unamos al enemigo en cuanto seamos capaces (nosotros de momento no hemos podido).
Bloodshy aporta ‘Love Me’ y Stargate y Benny Blanco ‘This Moment’, mientras que sólo la mirada siempre inquietante de Sia (con su amigo Greg Kurstin) habría podido titular una balada ‘Double Rainbow’ después de los 38 millones de visitas de esto. El disco se cierra con la lentísima ‘By The Grace of God’ y después de oír algo así en un disco con guiños a tantos géneros musicales, es imposible no concluir que este no es el álbum definitivo de Katy Perry: es llamativo que asumamos que algo como ‘This Is How We Do’ es un tema «muy Ke$ha», presumiendo más personalidad a Ke$ha de la que encontramos en este popurrí de Katy.
A pesar de esto y de que el álbum se va apagando poco a poco, sin llegar nunca a desmoronarse del todo, lo cierto es que son ya tres álbumes de éxito en la carrera de la cantante y hay que estar muy ciego para no querer ver que la muchacha está aquí para quedarse. La manera en que la artista se ha crecido disco a disco recuerda a los tres primeros de Madonna: no tantas artistas han logrado superarse así y además esta vez se merece el éxito más que otras.
Calificación: 6,5/10
Lo mejor: ‘Roar’, ‘Legendary Lovers’, ‘Birthday’
Te gustará si te gusta: Beyoncé, Britney, Alicia Keys
Escúchalo: Deezer