Cuando uno se enfrenta a un disco de soul hecho hoy, siempre cabe la tentación de juzgar cómo de saludable es, para este estilo, que se apueste por el inmovilismo retro como base fundamental. Las obras de Lee Fields, Sharon Jones, Van Morrison, Eli Paperboy Reed o la propia Amy Winehouse obligan a sopesar si es constructivo para la música aferrarse a patrones vistos y oídos centenares de veces, en lugar de mostrar cierta apertura a nuevos modos que renueven el estilo, como han logrado ejemplos recientes como James Blake, Frank Ocean o Laura Mvula. Y, al final, no queda más que decidir entre si uno quiere ser un pesado sesudo que analiza todo de forma obsesiva y seguramente innecesaria o, sencillamente, se deja llevar por las sensaciones más primarias.
‘Holly’, el nuevo disco de Nick Waterhouse, el segundo tras ‘Time’s All Gone’ (2012), pone de nuevo en esa tesitura de forma drástica. Los modos clásicos, pre-rock and roll, que este joven de Los Ángeles con pinta de Buddy Holly exhibe en la escritura, arreglo e interpretación de sus temas son más propios de un talludo Van Morrison, uno de sus referentes personales, que de un chico de poco más de 28 años. Su baza, que es más patente en directo (algunos tempraneros privilegiados pudieron disfrutarlo en el pasado Primavera Sound), es la de imprimir naturalidad y espontaneidad al rhythm & blues, algo que brillaba en los orígenes de la música negra en sus orígenes y que la sobreproducción de los trabajos de estudio ha ido desechando con los años.
Waterhouse ya lograba recuperar esa frescura en su debut y, ahora, lo hace de nuevo en estas diez canciones, si bien parece caer en cierto academicismo que resta cierta «vibración», por decirlo de alguna manera, a este disco en comparación con el primero. Pero resulta un pequeño pero en comparación a lo que ofrece: media hora llena de soul purista que incita irremediablemente al baile, ya sea al swing de ‘This Is A Game’, ‘Holly’ y ‘Ain’t There Something That Money Can’t Buy’ (versión de Young-Holt Unlimited) o al amarradito al que incitan vibrantes medios tiempos blueseros como ‘High Tiding’ e ‘It #3’ (sorprendente fagocitación del ruidoso número de su colega Ty Segall) y lentas como ‘Hands On The Clock’ (en la que da muestras de que también es un consumado cantante) o ‘Let It Come Down’ (un clásico del recientemente reactivado Mose Allison).
Esta suerte de resurrección de Eddie Cochran, con su enorme pericia a la guitarra (en solos como los de ‘This Is A Game‘ o ‘Sleepin´ Pills’) como bandera, maneja vientos (fulgurantes en el tema que da nombre al álbum), órganos y voces femeninas con la maestría de un experimentado veterano, si bien también acierta a dar nuevos enfoques, como el que muestra en una ‘Dead Room’ que podrían firmar The Black Keys. Pero, sin duda, Waterhouse muestra que la mayor ventaja de su clasicismo es lo didáctico que puede resultar para jóvenes que no accederían, de otro modo, a este tipo de música. Y aunque la saturación de rollito vintage puede llevarnos a mostrar recelos ante una propuesta como la de Nick Waterhouse, a la postre la calidad manda y poco importa si ‘Holly’ se creó en 2103 o en 1943: es un disco de enorme clase, hecho para vibrar con él, y no es necesario ir más allá de su honesto propósito.
Nick Waterhouse estará en breve realizando una gira de cuatro fechas en nuestro país: el día 27 de marzo actuará en la Sala Capitol de Santiago de Compostela; el día 28 en la sala Copérnico de Madrid; el día 29 en La 3 de Valencia y el día 30 en la sala Music Hall de Barcelona.
Calificación: 7,3/10
Lo mejor: ‘This Is A Game’, ‘Holly’, ‘High Tiding’, ‘It #3’
Te gustará si te gusta: Amy Winehouse, Eli Paperboy Reed, Van Morrison
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