Cannes, 2024. Empieza el festival. Lo inaugura la nueva película del septuagenario Pedro Almodóvar. Alfombra roja y desfile de estrellas por la Croisette. La renovada sala Lumière, uno de los cines más modernos del mundo, está a rebosar. Cinco mil privilegiados espectadores esperan a que comience la película.
Calzada de Calatrava, 2024. Un paisano admirador del “manchego más internacional” está en su smart home sentado en el sofá con las luces apagadas. Acaba de comprar una “entrada” para ver el estreno de la última de Almodóvar, disponible en streaming dos horas después de su presentación en Cannes.
¿Es este el futuro de los festivales de cine y de la exhibición cinematográfica? No lo sé, pero así me lo imagino. Por mucho que la industria se resista, los hábitos de consumo han cambiado. Cada vez se ve más cine, pero no en el cine. La salas comerciales convencionales tienen los días contados. Como ya apuntaron Lucas y Spielberg en Variety, solo sobrevivirán las grandes salas, las más modernas, los espacios capaces de acoger películas-evento, de proporcionar al espectador experiencias que no pueden ser reproducidas en casa. Será como ir al Bernabéu o al Camp Nou. Puedes pagar setenta euros para ver (sentir) en directo un partido de la Champion, o seis para verlo desde casa.
Los festivales tal y como los conocemos, los que se celebran durante diez días en una ciudad, ¿siguen teniendo sentido para el aficionado al cine? La respuesta es sí, sobre todo los de clase A y los especializados (los demás también tienen los días contados). Pero eso sí, aplicando otro modelo, uno mixto que combine la exhibición en salas y online.
Después de varios años asistiendo a festivales, primero como aficionado y luego como prensa, he experimentado el cambio. Antes, uno iba a los festivales porque era la única oportunidad que había para ver películas que no iban a tener distribución comercial. O las veías en ese momento o tenías que esperar y recurrir al dvd de importación. Los festivales cumplían esa misión: dar visibilidad al cine invisible. Ahora, uno llega a los festivales habiendo visto ya, tras bajárselas, un tercio de la programación. ¿Qué te pierdes la última de Tsai Ming-liang? Bah, no pasa nada, ya la verás cuando “esté en internet”.
Conclusión: los festivales de cine se parecerán cada vez más al Atlántida Film Fest. Los que no sean de clase A, los que se nutran de las películas presentadas en Cannes, Venecia, Berlín, Sundance…, desaparecerán. No tendrán sentido porque no habrá tiempo, las películas ya estarán disponibles desde hace meses online. Solo resistirán, quizás, los especializados; los que, como por ejemplo Sitges, ofrezcan algo más que entrar en una sala a ver películas. En un mundo sin cines, los festivales serán en casa o no serán.