‘Big Bad Wolves’: Ojo por ojo, cabeza por cabeza

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‘Big Bad Wolves’: Ojo por ojo, cabeza por cabeza

bigbadwolvesUn tema escabroso, sensible socialmente; unas cuantas gotas de violencia explícita, y cubos de humor incorrecto y muy negro. ¿Cuántas películas con estos ingredientes se sirven en Sitges todos los años? ¿Diez? ¿Quince? Muchas. Pero cocinadas como ‘Big Bad Wolves’, pocas. No es de extrañar, por tanto, que ganara el premio a la mejor dirección en ese mismo festival, o que Tarantino la eligiera como su película favorita del año pasado.

‘Big Bad Wolves’ no es un filme demasiado novedoso. Al contrario: tiene más ideas prestadas que una película de Xavier Dolan. El cine de los hermanos Coen, sobre todo ‘Fargo’ (1996), y el del propio Tarantino impregnan cada uno de los fotogramas de esta historia de violencia protagonizada por un profesor sospechoso de pedofilia, un policía con las manos muy largas y un padre con más sed de venganza que Hugh Jackman en ‘Prisioneros’ (2013). Un triángulo de sangre formado alrededor de un suceso truculento: la violación y decapitación de una niña, de una caperucita roja que se encontró con el lobo mientras jugaba en el bosque.

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A partir de un prólogo estilizado e impactante, con textura de cuento de terror infantil que acaba en adulta pesadilla sórdida, la película va haciendo eses (y más de una vez resbala) entre la comedia negra, la torture porn y el thriller con asesino en serie. Aharon Keshales y Navot Papushado, que debutaron en 2010 con ‘Rabies’ (“el primer film de terror puro hecho en Israel”), administran sabiamente las dosis de humor y sadismo para divertir e impresionar, pero sin llegar a perturbar.

Pero quizá lo más interesante de la película, lo que la distingue del grueso de propuestas similares, es su jugosa lectura política. ‘Big Bad Wolves’ es cine de género, sí, pero israelí. Aquí la nacionalidad cuenta. Mucho. Mientras entretienen, divierten o inquietan, la pareja de directores se las apaña para deslizar afilados comentarios sobre la realidad de su país: la tortura como asignatura obligatoria en la formación de los ciudadanos –la mayoría de los personajes son ex militares- y la paranoia antisemita que les acompaña desde la cuna. Como dice uno de los personajes: “¿por qué los judíos creen que todos queremos matarlos?”. 7.

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