El hecho de que este sea el tercer disco en solitario de Neil Finn desde 2001 es engañoso: tres discos con unos reformados Crowded House, uno con su hermano como los Finn Brothers, otro con Paul Kelly el año pasado, o con Pajama Club en 2011 son sólo algunos de sus proyectos entre aquel ‘One All’ y este ‘Dizzy Heights’. Así que es un placer poder decir que tan incansable actividad no parece haber hecho mella en las musas de este músico neozelandés. Estamos ante un disco fresco, inventivo, pero que además no decepcionará a quien espere encontrar las melancólicas melodías con gancho tan propias de su autor.
Las intenciones de Finn al elegir a Dave Fridmann (Tame Impala, MGMT, The Flaming Lips…) son evidentes al oír los primeros compases de ‘Impressions’, canción que abre el disco: revestir sus preciosas melodías de influjo mccartenyesco con elegantes arreglos de suave psicodelia, y proyectarlas sobre el estéreo con vistas panorámicas de cinemascope sonoro o a través de un claustrofóbico caleidoscopio, según el caso. El resultado es en un 90% un pleno éxito. Las exquisitas armonías de este tema inicial, adornadas con una orquesta que es todo intriga cinematográfica, y sus guitarras psicodélicas, le dan un convincente carácter narcótico. La sorpresa inicial felizmente se mantiene durante el resto de la brillantísima cara A: ‘Dizzy Heigts’ y ‘Flying In The Face Of Love’ podrían haber sido perfectamente exitosos singles de Crowded House en su época dorada (la segunda podría de hecho haber sido un exitoso single de Roxy Music). En ambas canciones los arreglos orquestales, el falsete de Neil y los detalles arreglísticos las elevan a esas «alturas vertiginosas» del título, siempre con los cimientos seguros de unas melodías por las que se pegarían muchos compositores de pop actuales.
‘Divebomber’, extraída como primer single, es la pieza más singular del disco, cuya génesis explica Finn en una estupenda y extensa entrevista en el recomendable podcast de Pete Paphides, Long Player. Fascinado por el sonido de sirenas de bombardeo que oía en muchas películas de guerra de los 50, acabó capturando estos sonidos con una grabadora. Oyéndolos posteriormente en el estudio, según él “se oían obvios acordes en las diferentes tomas de las sirenas, y acabé escribiendo melodías alrededor de esos acordes”: el resultado es una pieza fascinante, con un método de trabajo no tan alejado del del minimalista experimental Steve Reich en ‘Different Trains’. Sonidos de guerra, orquestaciones excelentes y una voz en posiblemente el falsete más agudo de Finn de todo el disco, que casi recuerda a Wayne Coyne. El aire onírico y psicodélico que imprime Fridmann a las canciones se mantiene en el resto de la cara A, tanto en la preciosa armonía a dos voces tan característica de Finn de ‘Better Than TV’ como en el space-pop-rock de ‘Pony Ride’. Es justo recordar de todas maneras que no todo es mérito del productor, y que los discos de Crowded House tuvieron siempre un punto inventivo más allá de lo que sus grandes éxitos puedan hacer pensar.
La cara B del disco empieza floja, y es una pena que sus dos primeros temas bajen el listón considerablemente. Es difícil de decir si al pinchar las melodías la producción termina sonando menos convincente o si, al revés, unos arreglos menos acertados hacen brillar menos a las melodías. Personalmente creo que fallan las dos cosas a la vez. El loop y efectos sobre los que se basa ‘White Lies and Alibis’ suenan extrañamente anticuados y las letras de ‘Recluse’ fallan en sus alusiones a Howard Hughes y ‘Game Of Thrones’ lastradas por una melodía previsible.
Por suerte la cosa vuelve a levantar el vuelo en el trío final. Especialmente en el retorno de los arreglos orquestales de ‘In My Blood’, una bella pieza sobre la mortalidad que recupera el nivel de las melodías de la cara A, y en ‘Lights Of New York’, una pieza delicada que hace retornar al disco en su recta final a los sonidos urbanos y la solemnidad melódica también de esa primera mitad del LP. Sería interesante escuchar un disco de Neil Finn con más orquestaciones todavía, porque es un tipo de arreglo que acentúa y ensalza sus melodías como pocos, sobre todo con partituras tan inspiradas como las de este ‘Dizzy Heights’. En cualquier caso, un notable para un músico cuyo pozo de melodías sigue sin secarse después de casi cuatro décadas al servicio del pop y además sigue dispuesto a intentar ofrecer sus canciones en un envoltorio sonoro distinto.
Calificación: 7/10
Lo mejor: la experimental ‘Divebomber’, las melodías marca de la casa de ’Dizzy Heigts’ y ‘Flying In The Face Of Love’, y las orquestaciones.
Te gustará si: te apetece oír las siempre brillantes melodías de Neil Finn con un enfoque sonoro diferente.
Escúchalo: Deezer