Lorde no será un juguete roto

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Lorde no será un juguete roto

lorde--«Lancé mi música sin ningún tipo de expectación comercial y descubrí que era una estrella del pop», decía Lorde con apenas 16 años a la revista Rolling Stone a finales de octubre de 2013, días después de que ‘Royals‘ llegase a la cima del Billboard Hot 100 y permaneciera ahí durante la friolera de nueve semanas. Muchos pensaban por entonces que la neozelandesa estaba predestinada a ser un «one hit wonder», un capricho mediático cuya llama se apagaría igual de rápida que llegó. Sin embargo, a punto de liquidar 2014, la artista ha vuelto a marcarse un tanto estirando su popularidad no con un nuevo disco, sino comisionando y llevando la batuta de la banda sonora de ‘Los Juegos del Hambre: Sinsajo (Parte 1)’ con una seguridad aplastante para alguien que acaba de cumplir la mayoría de edad. Por mucho que a algunos les pese, el fenómeno Lorde no se ha diluido y todo apunta a que una posible nominación en los próximos Oscars reforzaría, todavía más, su presencia en una industria que desde el principio ha visto en ella una rara avis que podría conectar con un púbico que va más allá de las Mileys, las Katy Perrys o las Lanas del Rey de turno.

Tanto el EP ‘Tennis Court‘ como ‘Pure Heroine‘ hablaban por sí solos. Ese menos es más sonoro defendido por ella misma y su productor de cabecera, el también neozelandés Joel Little (que este año ha intentado repetir fallidamente parte de la fórmula con los también jovencísimos Broods), llegó a nuestros oídos justo en el preciso momento en el que la galaxia pop pedía a gritos un personaje que tendiera puentes entre lo comercial y lo underground y, además, prescindiera de cualquier atisbo de nudismo o polémica para copar titulares durante esos meses en los que todo el mundo hablaba de las dotes twerking de la ex Hannah Montana. Parece mentira que un disco de marcado carácter electrónico como su debut, donde se pueden apreciar ecos de Purity Ring, Lykke Li, Kate Bush o tune-yards, haya cosechado tan buenas críticas entre el público llano y la prensa especializada. Pero así ha sido y, encima, ha sentado cátedra.

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Uno de los factores de su éxito bien podría ser su magnetismo ante las cámaras y esa imagen de pseudo-gótica y nerd de la clase que desde los inicios ha alimentado y le ha llevado a conquistar un target que precisamente de adolescente tiene bien poco. Ahí está Grimes, de las primeras en percatarse de su potencial, o hasta el propio David Bowie, que tras conocerla en el cumpleaños de Tilda Swinton le dijo (según ella misma contó a Rookie) que escucharla era como «escuchar el futuro».

Ese halo de normalidad mundano que en realidad transmite, diametralmente opuesto al de cualquier diva que se precie, también le ha hecho sumar puntos. Sin ir más lejos, hace apenas unos días aprovechaba una conversación con The Fader (la misma en la que habló sin tapujos de su amistad con Taylor Swift y de por qué la defendió, como buena feminista que es, de los comentarios groseros de su también «amigo» Diplo) para afirmar que, a diferencia de hace un par de años, ahora mismo Lorde y Ella (su nombre verdadero) son la misma persona y que lo que de verdad le ha ayudado a sentirse más cómoda con todo lo que actualmente la rodea ha sido «conocer a gente después de los conciertos» y darse cuenta «de que lo que estaba haciendo era súper serio y súper especial para ellos. No es justo que desconecte de este entorno. Tengo que estar ahí todo el tiempo», refiriéndose a sus seguidores y sus obligaciones públicas.

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Aun llevándose un arsenal de premios en los últimos meses (incluidos dos Grammys) y hasta habiendo aparecido en la icónica South Park, Lorde sigue con los pies en la tierra. Lejos de convertirse en un futurible juguete roto dada su edad, ella ha hallado en la libertad creativa su mejor aliada para sobrellevar los flashes. Y, encima, se ha aprovechado del éxito para crear sinergias de lo más interesante con artistas como Kanye West o Arcade Fire (a quienes ha teloneado por petición expresa de los canadienses). Aunque lo mejor del asunto es que aún tiene toda la vida por delante y puede depararnos un sinfín de sorpresas sin pervertir su discurso (o al menos eso esperamos).

Sobre su segundo largo ha sido bastante escueta hasta el momento y básicamente en junio dijo en la BBC que está trabajando en él sin prisas y que sonará «totalmente diferente». La joven que creció en un suburbio de Devonport se ha visto obligada a crecer en tiempo récord y convertirse en el espejo de una nueva generación que anhela referentes sanos en los que reflejarse. Pero que una cosa quede clara: por mucho que se escriba sobre ella lo que aquí prima es el talento. Un talento que debemos dejar crecer a sus anchas y seguiremos de bien cerca pase lo que pase en futuros capítulos.

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