Recordando ‘Surf’ con Roddy Frame

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Recordando ‘Surf’ con Roddy Frame

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Título: ‘Surf’
Artista: Roddy Frame
Sello: Redemption Records (2002)

Fue el pasado mayo. JNSP hablaba con Roddy Frame con motivo de la salida de su reciente disco, ‘Seven Dials‘. En un momento de la entrevista le preguntamos por aquel maravilloso ‘Surf’ del año 2002. Su respuesta estaba llena de orgullo: «Sí, me gusta mucho, es uno de los discos que me contiene y me refleja, y se quedará conmigo… No es como nada que hubiera grabado antes». Unas palabras que coinciden con la opinión de una minoría pero que comparte, reveladoramente, hasta por su propio autor. ¿Qué impacto podía tener a comienzos de la década pasada un disco acústico, de sonido mono, editado por un chico prodigio que se acercaba a los cuarenta, y cuyo grupo Aztec Camera empezaba a ser ya un recuerdo distante de los 80? Pues no mucho, más bien algo limitado a sus seguidores de siempre. Para más inri, parte de la crítica musical no fue especialmente benevolente con él y este lanzamiento. Y sin embargo ‘Surf’ es un disco que ha envejecido espléndidamente.

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Frame ha tenido la amabilidad de permitirnos volver a entrevistarle para indagar un poco más en el corazón de este álbum. ‘Surf’ es un disco de ruptura sentimental, una especie de ‘Blood On The Tracks’ de la década de los dos mil, cosa que nos confirma su autor de primera mano: «la mayoría de las canciones del disco son de ruptura, ¡pero es que son más fáciles de escribir! Es un formato clásico de canción pop, supongo. ‘Surf’ por alguna razón refleja lo que fueron aquellos días. Es extraño pero para mí no es como un disco, es más como el documento de un momento». Respecto a la decisión de plantearlo de manera tan desnuda, explica: «estaba preparando demos para el disco, y éstas sonaban especiales. Así que decidí seguir grabando y sacarlo así. Hice incontables tomas de cada canción, normalmente de noche. Mi novia se encargaba de la grabación y fue muy paciente y motivadora. No habría podido grabarlo solo, me habría vuelto loco». Un dato este último que confirma lo que es obvio al escuchar unas canciones que en momentos del disco contienen verdaderos alardes técnicos en forma de bellos arpegios de corte folk.

El disco se inicia, precisamente, con los arpegios dulces de ‘Over You‘, un relato en tiempo pasado que nos sumerge inmediatamente en ese humor temático del amor interrumpido. Quizá por coherencia cronológica, parece hacerlo en el punto mismo en el que comienza la tragedia, que Frame relata con dolor pero a la vez con la resignación de la experiencia, la misma madurez que se oye en su voz: «La emoción de tu cara bajó la mirada y desapareció / y ahora intento llenar un hueco que he rasgado en mi corazón”, son versos que nos sitúan directamente en el centro del conflicto, un bello comienzo que sin embargo no llega a preparar al oyente para el shock emocional que viene justo a continuación. Los discos son animales extraños, y sólo muy de vez en cuando esa transición de unos segundos de silencio te conduce directamente a la perfección. Y es que hay canciones y luego hay monumentos. Y ‘Surf’ es para quien firma esto posiblemente la mejor canción de 2002 y quizá la más perfecta creación, en su aparente simpleza, de la carrera de Roddy Frame. Un absoluto regalo de melodía desde ese comienzo con una lánguida floritura y secuencia de arpegios descendentes que remiten directamente (nos cuenta Roddy en otra interesantísima revelación) a Percy Sledge: «originalmente me inspiré mucho en ‘Sudden Stop‘ de Percy Sledge, ese tipo de balada llena de sentimiento».

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Toda ‘Surf’ alberga una rara quietud en su ritmo, una extraña paz en su triste y resignada letra, que hacen que la canción penetre en tu alma como una niebla invisible. Pero, ah la belleza de una melodía melancólica absolutamente sublime, rebotada en cámara lenta contra unos acordes armados de manera sencillamente exquisita, con dorados reflejos de jazz. La belleza de unos versos que, como en los mejores momentos líricos de Frame, convierte la observación de la derrota en pura poesía: «Así que consulto mi mapa en busca de pequeñas señales / de dónde está ella y dónde ha estado / pero está hecho de recortes de frases estúpidas / sacadas de canciones, escenas, y revistas».

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Roddy coincide con nosotros, ‘Surf’ es su favorita: «porque suena como mi vida – dejé la escuela muy pronto, no fui a clase, no me interesaba la educación, pero fui educado por la música y todo lo que aprendí viene de los discos». Y es que la canción tiene también ese tema secundario, una mirada melancólica a su juventud, un reflejo que se repetirá en otras partes del disco, provocado quizá por la melancolía del desamor. Le preguntamos si se refiere a esos discos en el verso «cuando era joven la radio sonaba sólo para mí / me salvó», y asiente. En esa radio sonaban, nos comenta: «T-Rex, Roxy Music, y después, a finales de los 70, John Peel en la BBC». La canción se cierra con otra preciosa referencia metamusical, resignada y algo amarga: «si la vida fuese como las canciones, me deslizaría hacia el horizonte curvo / y la olvidaría y desaparecería».

Después de una canción así, conseguir que la siguiente no desluzca parece imposible, y sin embargo los acordes refulgentes de ‘Small World‘ resuenan como si estuviésemos oyendo un Greatest Hits en sucesión. Desde luego la melodía principal de esta canción habría merecido el éxito que el disco no tuvo, melodía que se hace esperar tras una serie de espléndidas estrofas. Sólo alguien como Roddy Frame podría componer versos enteros en los que sobre un acorde inamovible canta una melodía de una sola nota y hacer que suenen como la cosa más bella del mundo: «Bares de strip-tease llenos de estrellas de show business en viernes al rojo vivo / coches estrellados, guitarras doradas, anfetaminas y fama».

A continuación, ‘I Can’t Start Now‘ revive los paisajes emocionales y musicales de ‘Surf’, con similar cadencia de balada soul y los dulces tonos de su guitarra Martin 0018 (un magnífico modelo de los 50). De nuevo, un guiño a Percy Sledge en el verso «en sitios que conocimos me siento junto a la cabina de teléfono / y voy cogiendo fuerza con el fuego del Beam, y hago una pila con las monedas». Frame: «se refiere al bourbon Jim Beam. De nuevo, lo tomé prestado de ‘Sudden Stop’ de Percy Sledge».

‘Abloom’ funciona de breve entreacto folkie, con un furioso fingerpicking del que Roddy nos explica el origen: «cuando era joven me gustaba mucho ‘Alice’s Restaurant’ de Arlo Guthrie, y cuando tenía treinta y tantos me di cuenta de que tenía todas estas bonitas guitarras acústicas y no sabía tocar bien al estilo fingerpicking. Así que me senté y empecé a aprenderlo – muy muy despacio al principio. Ahora me resulta muy natural». Acerca del bonito motivo guitarrístico, Frame comenta: «recuerdo que me hizo feliz componer esa parte de guitarra. Es inusual y difícil, y a los guitarristas les suele gustar. La canción va sobre una chica que vendía flores».

Finalmente concluye la cara A con la maravillosa ‘Tough’, una canción que podría haber estado entre las mejores de Aztec Camera de haberla compuesto quince años antes. Es también un raro ejemplo de guitarra rasgueada con fuerza (su Takamine de doce cuerdas), con un espíritu más pop, una canción que en formato eléctrico sonaría sin duda épica. Le preguntamos a Frame si tenía pensado rescatar esta o alguna de las otras canciones de ‘Surf’ para la presente gira: «No, pero es una buena idea. Igual lo hago». Respecto a la canción, nos confirma que relata un flirteo con una mujer más joven, una delicia de pieza que incluye más referencias a su pasado y versos en los que se ríe de su propia torpeza («me río y le digo «my million dollar-babe!» / y ella me mira como si fuese su padre»).

A nivel narrativo ‘Big Ben’ inaugura la segunda mitad con un giro llamativo, que parece apuntar a una reconciliación, o su posibilidad: «Llegamos al perdón, libres para iniciar el invierno (…) Mientras decidimos qué nos sirve y qué descartamos / las nubes se rizan en el cielo y el viento gime levemente». Musicalmente, además de otra melodía verdaderamente exquisita, regresamos al modo delicado de las partes más meditabundas del disco, con esos arpegios suaves de los que Roddy nos comenta lo siguiente: «durante la grabación tuve cuidado de no molestar a los vecinos algunas veces, de ahí esa suavidad. Pero así es como Wes Montgomery desarrolló su técnica con el pulgar. La necesidad es la madre de la invención». Respecto a la intimidad tan difícil de lograr en un estudio, Frame dice: «desde luego los estudios son en general sitios horribles para hacer música, suelen tener un ambiente muerto, estéril. La música necesita respirar».

El hermoso final abrupto nos conduce a ‘High Class Music’, que también se separa momentáneamente de la temática central del disco. Envuelta en un diestro y seductor arpegio de country blues a lo Mississippi John Hurt, elude el lamento directo para centrarse en imágenes autobiográficas, observadas, de la vida cotidiana durante esa época de ruptura, el retrato esquemático de un «hombre con corbata» que «clavó sus colores en el mástil del barco y ahora es el barco quien le conduce a él», según Frame «basada en un tío que trabajaba en un hotel, uno de esos comerciales corporativos».

‘Turning the World Around’ es otra de las melodías más bellas del disco. Algo tiene la arquitectura melódica de Roddy Frame que la hace única, y en canciones como esta parece entreverse la clave del enigma: sus fraseos vocales enlazan cada nota en un baile de duraciones variables, de síncopas, casi más propias del fraseo de una guitarra. Es como si Frame pensase sus melodías, quizá inconscientemente, más de esa manera que como para ser cantadas. Sea como sea, lo cierto es que casi cualquiera de sus canciones podría convertirse en un precioso instrumental.

En la letra, otro regalo más en forma de esa poesía de la incertidumbre que tan bien se le da. De hecho es posiblemente el texto más logrado de todo el disco, a medio camino entre la esperanza por la superación lenta del desamor («Y entonces el primer borbotón de amarilla luz matutina se cuela por la niebla de papel de calco / Y me encuentro superando mi miedo, y esos viejos sentimientos levantan el vuelo») y los retrocesos tan difíciles de resistir («Siete mares que me ahogan en terror, me arrastran y hacen mi ropa jirones / Y entonces me llama, y yo me aferro a la roca de algo simple que ella dijo”). Versos que, envueltos en otra de las mejores melodías del disco, dan como resultado su última gran canción.

La sección final del disco sigue centrada en esa idea de contradicción y confusión. ‘Mixed Up Love’ contiene nuevos detalles brillantes en su observación de lo cotidiano opuesto al dolor («no entiendo cómo el sonido de mi risa me parecía antes tan triste»), regresa a la guitarra rasgueada en un 3/4 con tono de elegía, y contiene otro de esos brillantes «middle eights» de acordes inteligentes que Frame suele bordar. Pocos minutos después, ‘For What It Was’ cierra el disco: una canción que parece expresar más un deseo de redención y pasar página que propiamente el hecho de haberlo logrado. Un tema bellísimo, lleno del deseo de ver las cosas con perspectiva («Ojalá mi corazón fuese consciente de cada segundo que pasamos juntos / Porque entonces vería esta noche como realmente es / Y no como lo que podría ser») y destellos de humor desencantado («Si los profetas llamaran a mi puerta prometiéndome todas las glorias del cielo / Probablemente pediría que primero me enseñaran una muestra»). Increíblemente, Roddy nos confiesa que compuso la canción en tiempo récord: «Mi novia me retó a componer una canción en 20 minutos y eso es lo que salió». Cuesta creer que los bellísimos versos que concluyen el disco («ojalá pudiese amar el tiempo precioso que tuvimos por lo que fue, y pudiese encender la luz y dejarte libre») surgiesen en tan breve tiempo pero -una vez más- hay compositores y luego hay genios.

A modo de epílogo, algunas ediciones del disco contenían dos bonus tracks que merece la pena señalar: por un lado ‘Crossing Newbury Street’, que ya desde el título abunda en esas imágenes londinenses que pueblan todo el disco. Es una verdadera postal de melancolía y recuerdos adolescentes («Ahogándome en una pena tan dulce que no quiero que me salven») con otro de esos estribillos de puro pop que Frame parece crear sin el menor esfuerzo.

La sorpresa final llega con ‘Your Smile Stops The Hands Of Time’, una hermosa melodía que comienza como una bossa nova de corte jazzy, con la voz una vez más disfrazada de la guitarra de, por ejemplo, Charlie Byrd. Pero tras dos placenteras estrofas llega una sorprendente segunda parte, de contrapunto ultrapop, en un giro genial, el último, de un disco lleno de diamantes. Con su característica naturalidad, Roddy coincide en que fue una pena omitirla de la edición sencilla del disco: «fue una decisión de último momento, pero estoy de acuerdo: es mejor que la mayoría de las canciones del álbum». Canciones, añadimos nosotros, con una riqueza de acordes y de melodías en contrapunto que ponen en ridículo críticas como la de The Guardian de aquel año que sostenía que Frame «se limitaba a un rango muy pequeño de formas musicales y secuencias de acordes» (¡ay, el opinar sin saber..! ). Bien al contrario, su exuberancia hace del ‘Surf’ una lección magistral de composición de pop.

Roddy Frame actúa este 13 de febrero en San Sebastián y el 14 de febrero en Madrid.

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