Hay series que crecen con el paso de los capítulos, y hay series que se desinflan más rápido que el optimismo que generó la tecnología 3D en la industria del cine. Este segundo caso es el de ‘The Affair’, la sorprendente ganadora del Globo de Oro a la mejor serie dramática de 2014 (¿de verdad los votantes la han visto hasta el final?).
La serie creada por Hagai Levi y Sarah Treem, responsables de ‘En terapia’, empieza en todo lo alto. La estupenda canción de Fiona Apple da paso a unos primeros capítulos en donde se cuenta la historia de un adulterio con policía al fondo, un intenso melodrama entre cuyos pliegues va asomando una sugestiva trama policial. Pero lo realmente interesante de esta propuesta es su ambicioso –que no novedoso- planteamiento narrativo. La historia está contada desde dos puntos de vista diferentes: el de él, un profesor y escritor frustrado casado y con cuatro hijos (Dominic West), y el de ella, una camarera también casada y que esconde un pasado traumático (Ruth Wilson, ganadora del Globo de Oro a la mejor actriz).
La pregunta que esta opción narrativa suscita -¿son dos versiones subjetivas de un mismo hecho o la versión que de ese hecho está contando cada uno a la policía?- es lo que sostiene el interés de ‘The Affair’, es lo que hace que no estemos ante un convencional culebrón policial sino frente a un estimulante drama rashomoniano construido sobre los intentos de un policía por desenterrar una verdad sepultada por el peso de la memoria, por kilos y kilos de recuerdos parciales o tergiversaciones interesadas.
El problema es que, pasados los primeros capítulos, ese atrevimiento narrativo se empieza a diluir: las dos versiones existen, sí (cada capítulo está dividido en dos), pero ya apenas narran un mismo hecho, una misma realidad. Los creadores de la serie no se lanzan a la piscina como lo hace su protagonista en el primer capítulo: se quedan al borde del trampolín con los brazos en cruz. Al final, tras diez capítulos, ‘The Affair’ acaba convirtiéndose en eso que parecía querer evitar: un convencional culebrón policial. 5,9.