Kraftwerk nos han visitado este siglo como parte del cartel de grandes festivales como el FIB o el Sónar. Por otro lado, nos han puesto los dientes largos con residencias en el MoMA, Londres o París en las que se dedicaban a rescatar la totalidad de sus discos, a razón de álbum por día. Aunque por aquí no hayan venido con ese espectáculo, finalmente se han acordado de nosotros para ofrecer en Barcelona un concierto especial, en un emplazamiento diferente al que estamos acostumbrados: el Liceu, el mismo recinto que Björk utilizó para presentar ‘Vespertine’ en 2001. Todavía se oye a gente hablando de aquel show. Puede que no se oiga tanto hablar del que ha tenido lugar esta noche, pues la banda alemana no acude precisamente en su mejor momento de popularidad ni para presentar un trabajo nuevo y notable, pero tampoco todos los días pasa por un gran teatro de este tipo una propuesta electrónica con pantallas para ver con gafas 3D, por lo que la propuesta ya en concepto estaba fuera de lo común. Se prometía show histórico, y no por postureo, que los precios se prestaban poca cosa a la tontería. ¿Se han cumplido todas las expectativas?
La propuesta era arriesgada para su promotora y, a pesar del falso rumor que inexplicablemente circulaba por toda la ciudad indicando que las entradas se habían agotado, quedaron en última instancia algunos tickets sin vender -no tantos, la verdad, pero sí alguno-. Será porque muchos oscilaban entre los 125 y los 135 euros (más gastos). Será porque algunos no creen en los Kraftwerk del presente (con Ralf Hütter, pero sin Florian Schneider). En cualquier caso, muy buena entrada, con algún que otro fan incluso disfrazado de Kraftwerk- etapa ‘Mensch Maschine’- con corbata negra y camisa roja. ¿Quién dijo que la mitomanía estaba reservada al «teen pop»?
Ralf ha tirado del ingeniero de sonido desde el 78 y teclista desde los 90 Henning Schmitz, del también ingeniero de sonido desde los 80 Fritz Hilpert y del técnico de vídeo durante los últimos años Falk Grieffenhagen para seguir dando vida a Kraftwerk con su estética fetiche: cuatro tíos idénticamente vestidos frente a cuatro atriles aparentemente idénticos con diferentes tipos de «máquinas», lanzando más o menos en vivo sonidos e imágenes asociables a la imaginería de la formación. El show comienza con ‘Numbers’ y el esperable recitado de números en inglés y alemán, mientras los números aparecen en la pantalla; ‘Computer Love’, poco después, culmina la sección «Computer», tiñendo el escenario del rosa menos cursi jamás visto; y ‘The Man Machine’ tira de estética constructivista a lo El Lissitzky para situarnos frente a su gran obra maestra. ¿Todo de lo más esperable? Pues sí. Pero igualmente capaz de dejarte con la boca abierta como el primer día. A falta de que los grupos de hoy en día se pongan las pilas aunando música y estética de manera tan magistral (o de que puedan permitirse crear un espectáculo de este presupuesto), la reivindicación es justa. ¿Quién mejor que ellos para recordarnos quiénes son y de dónde vienen Daft Punk, Hidrogenesse o (estéticamente) Franz Ferdinand?
La cumbre de la parte más pop la ponen ‘Spacelab’ y ‘Das Model’ (en inglés) absolutamente seguidas. La segunda no necesita ninguna explicación porque suena tan directa, extrañamente evocadora y bailable como si fuera 1978 (un acierto que no presenten una «deconstrucción» de este gran éxito). Pero la primera es digna de comentar por varios motivos. El empeño de tocar ciertos detalles en vivo hace que algunos de sus ganchos melódicos suenen algo débiles (como en otros momentos el hilillo de voz de Ralf), pero la pequeña carencia en ese sentido se ve compensada con creces por su potentísima base presta para el baile y por unas proyecciones impresionantes que sugerían la invasión de la platea (y de la Plaza Real de Barcelona), por medio de platillos volantes. Lo que nos gusta esta tontería repetida dos y tres veces. ¡Viva el 3D!
‘Autobahn’ y su largo viaje por carretera abrieron lo que podríamos considerar la segunda mitad del concierto, sólo ligeramente más árida, en la que Kraftwerk reivindicaron su influencia en artistas menos pop, de Lindstrøm a Kasper Bjørke pasando incluso por Todd Terje, con trazos más cosmic, más minimal o incluso lounge. Aun repasando temas editados principalmente entre mediados de los 70 y mediados de los 80, Kraftwerk realmente parecieron estar repasando la música electrónica editada a lo largo de las últimas décadas. Así de importante es su legado, como demostraron temas como ‘Radio Activity’, ‘Tour de France’ o ‘Trans-Europe Express’, cuyo viaje en tren cerró oficialmente el concierto.
Pero faltaba el bis, ese quizá autoparódico interludio en el que cuatro robots se sitúan frente a los atriles mientras suena ‘The Robots’ (un gran «bravo» por las múltiples lecturas que puede encerrar sobre la nueva figura del DJ… o no); y finalmente otro bis «verdadero», que se cierra paradójicamente con ‘Music Non Stop’ y los cuatro Kraftwerk despidiéndose uno a uno tras realizar alguna virguería frente a sus teclados. Nada de presentaciones innecesarias ni de arengas. Kraftwerk se despidieron del Liceu sin ninguna muestra de decadencia, sonando totalmente presentes al tiempo que interpretaban éxitos de hace cuarenta años. Saludos a New Order. 8,5.
Foto: Facebook de Kraftwerk, Doctor Music.