Natalie Prass, el encanto de una artista en crecimiento

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Natalie Prass, el encanto de una artista en crecimiento

Menuda y con una sonrisa desarmante, vestida como una buena chica pero con cierto desaliño en su cabello rizado, Natalie Prass se presentó anoche en la sala Sidecar de Barcelona, en la segunda jornada de su primera visita a nuestro país. Con solo un álbum (mágico, eso sí) abiertamente inspirado en las grandes vocalistas de soul y rhythm and blues de los 60 y 70, en su haber, las preguntas obvias que uno se hacía eran, primero, si la joven artista de Virginia brillaría sin los cuidados y poderosos arreglos de vientos y cuerdas que ella y Matthew E. White idearon; y segundo, si podría sostener un show con esas nueve preciosas canciones. Sí y sí son las respuestas.

Apoyada por una banda tan joven como sólida, Prass opta por enmarcar canciones como ‘Your Fool’, ‘Never Over You’, ‘Bird Of Prey‘ o ‘Why Don’t You Believe In Me?’ en el ámbito del rhythm and blues y el rock puros, apostando por el volumen, el groove y la contundencia para suplir los matices, en una línea que por momentos recordaba a sus paisanos de Alabama Shakes. Con ese planteamiento, claro, es necesario un gran sonido, cosa que su técnico logró con creces salvo por cierta carencia inicial de brillo en la voz de Natalie que, por momentos, nos hizo temer que su timbre de pajarito no estaría a la altura. Por suerte, fue un espejismo: una vez ajustada la mesa, pudo mostrar que es una cantante muy dotada, instalada en la dulzura. Ese planteamiento sonoro realza el valor de sus composiciones por encima del factor de la producción, haciendo aptas para este formato incluso las más insospechadas, como la delicada ‘It Is You’, el muy inspirado spoken-word de ‘Reprise’ o la doliente ‘Christy’.

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En cuanto al repertorio, los nueve cortes incluidos en ‘Natalie Prass’ son un magnífico pero corto bagaje para apenas completar, como mucho, una hora de show, así que la norteamericana tuvo que tirar de curiosidades y algún tema nuevo que otro para armar un setlist que lograra dejar satisfecho. Esta vez (parece que va alternando con otros covers, como el ya conocido ‘Any Time, Any Place’ de Janet Jackson), optó por homenajear a Carole King, reivindicando la preciosa ‘No Easy Way Down‘, y a la diva del R&B ochentero Anita Baker, con un medley de ‘Caught Up In The Rapture’ y ‘Sweet Love’ que no pasó de la mera anécdota. Lo mismo sucedió con una especie de ininteligible aunque divertida jam, a medio camino entre el corrido mexicano y el africanismo, llamada ‘Jazz’; y un corte recuperado de su segundo EP, ‘Sand Dunes’. Más interesantes resultaron ‘Last Time’, una nueva composición que, esta sí, parecía a la altura de su material más reciente, y una agitada apropiación de ‘You Keep Me Hangin’ On‘ de Las Supremes.

Cabe destacar la enternecedora tendencia a hacer el payaso en escena de Natalie, que no se ruboriza al tratar de sujetar sobre su cabeza, sin manos, la taza de la que bebe en el show, intentar infructuosamente que su camisa no se mueva bajo su pichi negro o bromear sobre las dificultades de ubicar en escena a un bajista zurdo. Con su apariencia como fuera de tiempo, que de forma hilarante recuerda a dos Karens (Carpenter y Allen), Prass se gana a la audiencia con su sencillez torpona, sólo al alcance de una artista en crecimiento, que se toma en serio a sí misma pero solo lo justo. Lo más importante es que, pese a su aparente fragilidad, Natalie ya logra emocionar en sus shows casi tanto como en su trabajo en estudio: para los asistentes, ya son imborrables tanto la intensa interpretación de la sexual ‘Violently’ como una sobrecogedora ‘My Baby Don’t Understand Me’. Tras la frase final a capella, ni siquiera ella pudo contener un pequeño y desarmante sollozo.

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Antes de que Natalie Prass subiera a escena, los ilerdenses Renaldo & Clara lucharon por imponer ante el creciente y hablador público la melancolía delicada de canciones preciosas como ‘D.’, ‘Els dies s’allarguen’, ‘Gira-sols’ o ‘Lilà’, con Clara Viñals y su voz bonita y pequeña como principal baza. Pero, pese a los esfuerzos, las dificultades sonoras (los arreglos de mandolina y violín complicaban el asunto) y el escaso respeto por parte del público hicieron mella. Con todo, volvió a quedar claro que la suya es una propuesta personal, de las que no sobran en la escena actual y merecen mucha más atención y difusión.

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