Empecemos derribando un mito: la adaptación de un libro al cine no tiene por qué ser necesariamente mala. Es más, a veces incluso superan el material original en el que se basaron, como bien demostraron casos como el de ‘Psicosis’, ‘El padrino’, ‘Tiburón’ o ‘El sur’, por poner solo unos ejemplos. Así que no, nunca hay que ir al cine con una idea preconcebida porque te puedes llevar una sorpresa. Aunque con ‘Palmeras en la nieve’ no ha sido precisamente el caso.
Después de haber destrozado la taquilla con recaudaciones millonarias –y de haberlo sido él por la crítica– con filmes como ‘Tres metros sobre el cielo’ o ‘Tengo ganas de ti’, Fernando González Molina se había ganado con creces el derecho a ponerse al frente de una de las producciones españolas más ambiciosas de la historia. No debe de haber sido nada fácil rodar esta historia ambientada en Guinea a lo largo de varias generaciones, desde cuando funcionaba como colonia española hasta la actualidad, y ese mérito hay que reconocérselo.
Pero las ganas y las buenas intenciones no han sido suficientes para salvar el resultado, y lo que podría debería haber sido una oportunidad para cerrar muchas bocas construyendo su propia ‘Memorias de África’ –que argumento y dinero había para ello–, acaba siendo algo así como el capítulo de ‘Velvet‘ más largo de la historia. O lo que es lo mismo, actores intentando sin éxito dotar de drama y profundidad a secuencias inverosímiles rodeados de efectos especiales que se notan demasiado (que alguien arregle ya esos loros y esos cromas).
Claro que el producto va dirigido al público que va dirigido y eso lo explica todo. De qué si no iba a empezar la película con un polvo con bien de sudor, lágrimas, tetas y músculo. Poner a Mario Casas como protagonista principal tiene toda la lógica. Se nota que él también tiene ganas de hacerlo bien, y está camino de ello. Pero todavía no es su momento. Para hacer lo que hizo en ‘Mi gran noche‘ sí, pero defender el papel de galán colonial durante casi tres horas con algo más que un gran físico es algo que muy pocos consiguen. Claro que Adriana Ugarte también falla. Y Macarena García. Hasta Emilio Gutiérrez Caba. ¿Por qué se ha descuidado tanto la dirección de actores? ¿Tanto costaba dejar la cámara quieta un rato y preocuparse un poco más de lo que los seres humanos hacían delante de ella?
Igual si la película hubiese durado menos, o si la hubieran dividido en dos o tres partes en plan ‘El tiempo entre costuras‘, los errores no cantaban tanto. Según qué formatos se aceptan ciertas limitaciones. Pero así, de golpe y de seguido, todo se hace demasiado pesado. Y confuso con tanto salto en el tiempo y tanta trama resuelta de una manera acelerada. La historia pide emoción y épica. Debería hacerte llorar, pero lo único que sientes es ganas de que se acabe. 3,5.