Dos años después de ese «tour de force» llamado ‘Big Wheel and Others‘, Cass McCombs regresa con otro largo disco, ‘A Folk Set Apart’. Hay truco, sin embargo: se trata de un álbum de caras B, rarezas y descartes (solo cinco de las canciones son inéditas). No obstante, lo «nuevo» del antipático trovador californiano tiene la solidez de sus lanzamientos oficiales.
Escuchado en su conjunto, tiene el aspecto de obra coherente, a pesar de la distancia temporal que separa ‘I Cannot Lie’ y ‘A.Y.D.’ (ambas aparecidas en un single de 2003) de ‘Night of the World’ o ‘Evangeline‘, temas lanzados en 2014 en un EP compartido con Meat Puppets, con quienes giró ese mismo año. Es posible que la dispersión de su último disco –que nos hacía temer siguientes pasos hacia una hemorragia creativa de incierto futuro a lo Calamaro– haya ayudado a entender su música más allá de su unidad de estilo.
Teniendo en cuenta las variaciones en el sonido que el cantante se ha marcado a lo largo del tiempo, desde el indie rock desordenado de sus primeros álbumes a la taciturnidad preciosista de ‘Wit’s End‘, llegamos a la conclusión de que McCombs ha tenido las cosas claras desde el principio: solo cambia el envoltorio.
‘A Folk Set Apart’ es un ejemplo. La suciedad envuelta en fuzz de ‘Oatmeal’, una de las pistas inéditas, se desenvuelve fácilmente al lado de la más clásica ‘Poet’s Day’. El ritmo juguetón de ‘Minimum Wage’, cara B de su single más famoso, ‘Dreams Come True Girl‘, es el reverso de la moneda de la alucinógena ‘Empty Promises’.
Quizá el pegamento que une temas tan dispares sea la personalidad de McCombs. Sus canciones siempre están envueltas en cierta frialdad, como si intentara evitar la empatía con el público cantando de espaldas. Esta sensación de alienación queda patente en temas como ‘Old As Angry’, donde el arreglo de guitarra, típico de su producción, evita casi todo el tiempo caer en la confortabilidad de la tónica y se mueve entre las notas intermedias de la escala. Melodías de una sensación incómoda y a la vez pegajosa por su sencillez.
Puede que se trate también de la tendencia a colocar la voz por detrás de los instrumentos, como si cantara alejado de su banda. De ahí que hasta la simpleza tontorrona de ‘Three Men Sitting on a Hollow Log’ (salida de un split junto a la leyenda folk Michael Hurley) siga pareciendo lejana. McCombs canta además para sí mismo, no busca transmitir sino soltar lo que tiene dentro. Es alguien que ha hablado numerosas veces de la soledad y de la sensación de no encajar en los esquemas que el resto de la gente tiene asumidos. Por eso no extraña que dedique una canción a Bradley Manning (ahora Chelsea), el militar transgénero condenado por revelar secretos de estado a través de Wikileaks.
Quizá los dos momentos más empáticos de ‘A Folk Set Apart’ sean los dos en que él no canta: ‘Texas’, donde participa Mike Gordon, bajista de Phish, que empieza como el primer Ben Harper y acaba mirando a una experimentación que se mueve entre la Velvet Underground de ‘The Murder Mistery’ y los viajes espacio-temporales de Akron/Family; y el polvoriento instrumental ‘Catacombs Cow Cow Boogie’, que parece ideado por John Fogerty.
Puede que el carácter muchas veces irónico y el estilo poco empático de la música de McCombs le hayan impedido ascender a un Olimpo de la crítica, donde gente como Mark Kozelek o Bill Callahan se pasean a sus anchas. Pero para los que no encajan en los moldes del día a día, sus canciones tienen un punto raramente adictivo.
Calificación: 7,5/10
Lo mejor: ‘A.Y.D.’, ‘Minimum Wage’, ‘Evangeline’, ‘Empty Promises’, ‘Texas’, ‘The State Will Take Care of Me’
Te gustará si te gusta: M. Ward, Creedence Clearwater Revival, Kurt Vile
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