‘Calle Cloverfield 10’: el monstruoso morro de J.J. Abrams

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‘Calle Cloverfield 10’: el monstruoso morro de J.J. Abrams

calle-cloverfield-10Cine imitando a la televisión. Hagamos la prueba. Si a ‘Calle Cloverfield 10’ le quitamos el prólogo, un precioso y muy sugerente homenaje al comienzo de ‘Psicosis’, y el epílogo, que «conecta» la película con la primera, ‘Monstruoso’, ¿qué nos queda? Un episodio, entretenido y juguetón, pero no especialmente memorable, de series de ciencia ficción y misterio tipo ‘Dimensión desconocida’ o de ‘Metal Hurlant Chronicles’, cuyo capítulo ‘Shelter Me’ tiene más de un punto de contacto argumental con esta película.

Cine de serie B hipertrofiado por la campaña de márketing. Hagamos la prueba. Si ‘Calle Cloverfield 10’ no se hubiera rodado con tanto secretismo, ni se hubiera publicitado con tanto misterio y, sobre todo, no se hubiese vendido como una secuela de ‘Monstruoso’ (¿”espiritual”, ha dicho Abrams?), ¿qué quedaría? Una simpática y habilidosa película de ciencia ficción de bajo presupuesto como las que se ven todos los años en Sitges: ‘Coherence‘, ‘Cube’, ‘Los cronocrímenes’, ‘En la puerta de casa’…

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Pero J.J. nos la ha colado. Y aquí estoy, sentado en la butaca viendo una secuela que no es una secuela y un peliculón (en el sentido industrial del término) que no es un peliculón. En fin, aunque el aire que rodea a esta película esté más contaminado que la boina de Madrid, habrá que fabricarse una máscara de gas para poder valorarla.

Para no contar nada del argumento, decir que ‘Calle Cloverfield 10’ es como el puzzle que hacen los personajes durante la película, un pasatiempo donde faltan algunas piezas que habrá que ir encontrando para poder completarlo. El debutante Dan Trachtenberg demuestra habilidad para jugar con las expectativas del espectador y para sacar partido dramático del fuera de campo. Pero también muestra sus limitaciones para transmitir sensaciones (en ningún momento sentimos la inquietud, claustrofobia o paranoia que pretende) y para dotar de profundidad psicológica a unos personajes que, aunque bien interpretados (a Mary Elizabeth Winstead hay que seguirla de cerca), se nota demasiado que son simples piezas de rompecabezas.

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Al final, lo que queda es un simple divertimento para una tarde desapacible, un juego de mesa vendido como un hito del género y envuelto en el habitual embalaje nostálgico (y ya un poco cargante) de Abrams: ‘La chica de rosa’, la ciencia ficción paranoica de los 50, Hitchcock, la mencionada ‘Dimensión desconocida’… 6,5.

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