La primera impresión que deja ‘Jo competeixo’ es que Manel se expanden. Se expanden en las letras, se expanden en sonido. De lo primero el único responsable es Guillem Gisbert, claro. De lo segundo, parte de la responsabilidad recae en Jake Aron, por cuyo estudio han pasado Chairlift o Empress Of. Por primera vez Manel han contado con alguien ajeno para producir sus canciones y han conseguido llevar aún más allá su música.
‘Jo competeixo’ es una auténtica delicia de pop artificioso, entiéndase aquí artificioso en su sentido positivo: «elaborado con artificio, arte y habilidad». El disco está revestido de numerosas referencias a los ochenta (de Talking Heads a Franco Battiato, pasando por el ‘Graceland’ de Paul Simon) y los muestra con un nervio que, personalmente, echaba de menos en ‘Atletes, baixin de l’escenari‘. Como los Arcade Fire de ‘Reflektor‘, se han atrevido con sonoridades que les parecían ajenas (africanismo, tropicalismo…), se han dedicado a desmontar los posibles prejuicios de su público y han incorporado nuevos territorios a sus dominios.
El arranque puede asustar un poco. ‘Les cosines’ es épica, progresiva (incluso hay ecos del Brian Eno de ‘Another Green World’) y ofrece un gran contraste entre la música -pesada, un punto ominosa- y la letra –positiva-. Funciona como declaración de principios; una celebración del hedonismo que practican las primas del título contra la visión sombría de la existencia que parece atenazar al narrador («Cuando todo sea menos grave -dijeron- y dramático nos avisas»). Pero no hay que preocuparse, que no les ha dado por el rock sinfónico. Es a partir de ‘Cançó del dubte’ que se define el sonido de este disco. En una entrevista a RDL declaraban haber descubierto, mientras grababan en Nueva York, la música go-go de Washington DC, cuya influencia es patente en esta canción: palmaditas y trompetas llenan una tonada contagiosa, con una progresión que multiplica sus encantos. Sus vientos finales son deliciosos y crece exponencialmente con las escuchas. Y por este «ochentismo» bien entendido transcurre el resto del disco. El temido «sonido Phil Collins” asoma un poquito en ‘Temptacions de Collserola’. Hay aires a Dinarama en ‘M’hi vaig llançar’, con un estribillo en varias capas, un bajo tímidamente Talking Heads y un subidón excitante. Brilla la delicadeza, casi New Romantic, casi Roxy Music, de ‘L’espectre de Maria Antonieta’, donde Guillem canta con especial ternura. ‘BBVA’, historia de unos Bonnie and Clyde catalanes, contiene una intro a lo Vangelis y va creciendo en intensidad; antes de que te des cuenta, ya estás entonando su na-na-na-na final (y que nadie se escandalice, pero aquí me recuerdan a los mejores Mecano). De ‘Sabotatge‘, donde dije digo, ahora digo Diego: es estupenda. Finalmente, ha conseguido infectarme de muy mala manera. Y el cierre, ‘Jo competeixo’, que suena como si el ‘Bay of Pigs’ de Destroyer lo interpretaran Vampire Weekend, es enorme. Ocho minutos épicos, en que Guillem delira, nos abronca, nos aconseja, se nos pone mesiánico, mandón (adoro particularmente el tramo de la «destral de guerra»), recita, rapea y se ríe de sí mismo, mientras la canción se va exasperando progresivamente, hasta acabar tal como empieza.
No todo es perfecto, claro. En ‘Avança, vianant’ o ‘Arriba l’alba a Sant Petersburg’ no tengo tan claro que consigan del todo la idea que parecen encerrar dichas canciones; la tan cacareada ‘La serotonina’ y su homenaje a Juan Luis Guerra es divertida, pero pedía algo más de desmelene. Sin embargo, el resto de temas cumple sus objetivos y los sobrepasan. ‘Jo competeixo’ tiene el derecho a reclamar el honor de ser la obra más ambiciosa de un grupo que siempre lo ha sido. Un gran disco de pop de una banda que busca pulverizar sus límites.
Calificación: 8/10
Lo mejor: ‘Cançó del dubte’, ‘M’hi vaig llançar’, ‘L’espectre de Maria Antonieta’, ‘BBVA’, ‘Sabotatge’, ‘Jo competeixo’.
Te gustará si te gustan: los últimos Arcade Fire, Vampire Weekend.
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