Esta semana se celebran 50 años desde la primera edición de ‘Pet Sounds’, un álbum que padeció cierta incomprensión cuando se editó en la primavera de 1966, gestado por un grupo en crisis, con un Brian Wilson fuera de sí en lo personal, por sus problemas físicos y mentales, y también en lo creativo, obsesionado por superar la magnificencia de ‘Rubber Soul’ de The Beatles y por imprimir perfección en cualquier sonido, poniendo al grupo al borde de la ruptura total. La leyenda del disco y la evidente herencia que su sonido ha dejado en buena parte de la música que hoy escuchamos, hacen pensar en él como lo más parecido al ‘Don Quijote’ del pop, y por eso hemos querido rendirle un humilde homenaje a través de las sensaciones y la huella que ha dejado en nuestra redacción. Con motivo de esta especial onomástica, Brian Wilson estará interpretando íntegramente ‘Pet Sounds’ en Primavera Sound 2016.
«Lo de que ‘Pet Sounds’ es el mejor disco de la historia creo que debo tenerlo claro desde tiempos inmemoriales. Una de mis mejores amigas del instituto (que también se llamaba Mireia) ya era una fan fatal de los Beach Boys antes de empezar el BUP, así que de 1990 a 1994 me tocó aguantarle su verborrea incansable sobre el grupo: la vida y milagros de los hermanos Wilson, de que no era una banda meramente surfera, que Brian Wilson era Dios y Mike Love el anticristo, los seis meses que necesitaron para grabar ‘Good Vibrations’… y que ‘Pet Sounds’ era el mejor disco de la historia. Mireia me grababa casetes para hacerme partícipe de su pasión, pero su excesivo entusiasmo (de verdad, a veces era insoportable) derivó en que le cogiera manía al grupo y los escuchara con cierta condescendencia. Pero años después le tuve que dar la razón. Ella abrió una brecha por la que se coló una corriente continúa pero imparable. En algún momento de 1996 acabé comprando el CD y lo escuché sin demasiada emoción hasta que un día descubrí que, efectivamente, ‘Pet Sounds’ era algo enorme, tremendo, como magnífica era la evolución que había seguido Brian hasta llegar a él. ‘Pet Sounds’ es ese pop tan puro, lejos de los efectismos de la época, un disco repleto de detalles, pero transparente a la vez, porque lo importante es la canción, ofrecer las melodías más hermosas, elaboradas con urdimbres complejísimas pero fáciles de escuchar. Estoy obsesionada con ‘Pet Sounds’ y lo escucho con más frecuencia de la que sería saludable. Además es el disco que más veces me he comprado: cinco. Mi primera copia me la pidió Mireia porque no lo tenía en CD; no me la devolvió, así que lo compré de nuevo. Después me hice con el box set ‘Pet Sounds Sessions’ (sí, ese que contiene tres cd’s con las tomas de la grabación del álbum), la edición 40 aniversario que incluía la versión mono y stereo (quédense con la mono de aquí a Lima, por cierto) y por último sucumbí a la tentación de tenerlo en vinilo. ¿Mi canción preferida del disco? Difícil escoger entre tanta melodía pluscuamperfecta y voces aúreas. Durante años fue ‘Sloop John B’, aunque a día de hoy mi favorita es ‘I’m Waiting for the Day’». Mireia Pería.
«Empezaré diciendo una obviedad: que ‘Pet Sounds’ me parece un magnífico disco, uno de los grandes álbumes de la historia. Pero tengo que confesar que en el terreno personal llegó demasiado tarde para el impacto que habría tenido si lo hubiese escuchado con 15 o 20 años, como sí me pasó con el ‘Sgt Pepper’s’, ‘Transformer’, ‘Sticky Fingers’, el primero de la Velvet o el disco que personalmente celebré más el pasado día 16, ‘Blonde on Blonde’. O con canciones de los propios Beach Boys como ‘Don’t Worry Baby’ o ‘The Warmth Of The Sun’. Conocía las canciones que fueron single, pero no escuché el álbum completo hasta mucho tiempo después, haciendo de su disfrute algo más… cerebral. O metamusical: a veces pienso que me fascina mucho más toda la historia alrededor de la grabación, la Wrecking Crew o las complejidades vitales de Brian Wilson, que el propio disco en sí. Creo que es algo coyuntural de los que crecimos en los 80: no es un disco que entonces se valorara mucho o que hubiese influido mucho en esa década. Su aprecio (e influjo) reverdeció en los 90 con plena justicia, porque es un LP maravilloso que contiene algunas de las mejores canciones de pop de todos los tiempos. Mi favorita es ‘God Only Knows’.». Jaime Cristóbal.
«Por tonto que hoy parezca, como hijo de los últimos 70 y 80, en mi adolescencia cumplía una máxima no escrita: odiaba a los Beach Boys. Para cualquier adolescente, es básico repudiar todo lo que tenga un halo de pulcritud y corrección, y en aquellas décadas (al menos hasta mediados los 90) eso era lo que representaba el grupo de los hermanos Wilson, entonces en activo pero en plena decadencia y sin los propios Dennis y Brian. Eran los años de ‘Kokomo’, hoy un clásico lo mires por donde lo mires, y de su uso como elemento aglutinador en una sitcom tan blanda y blanca como ‘Padres Forzosos’, que amplificaba el halo repelente que por entonces ya ostentaban para la facción rockera. Sin embargo, grupos como The Posies o Teenage Fanclub, pero también otros como Stereolab o The High Llamas, así como una insólita apropiación de Frank Black para su álbum de debut solo, me invitaron a ver de otra forma Beach Boys y, especialmente, ‘Pet Sounds’, aquel disco de la portada icónica, que algunos osaban calificar como «más grande que los Beatles». ¿Estaban locos? Recuerdo muy bien escuchar una reedición de 2000 que presumía de mostrar el sonido original del álbum. La ponía «para estudiar» (paradójicamente, uno hacía esto a menudi para, precisamente, esquivar el propósito) y, poco a poco, sentí cómo en esa secuencia superlativa abría ante mí un portal dimensional en el que, sí, encontraba bucólicas playas, sol, anocheceres, romanticismo idilico, hogueras y cabañas de madera. Pero todo, sus pliegues sonoros, sus infinitas armonías vocales, la exquisitez de unos arreglos de fantasía Disney, era tan exacerbado, tan extremo, que casi parecía una caricatura, una irrealidad deliciosa y perversa propiciada por el matiz psicodélico, que me resultaba incluso más sugerente. Hoy, echando la vista atrás, veo que al descubrir que, aceptando ciertos dogmas absurdos, me había estado negando a mí mismo la extrema belleza que contenía ‘Pet Sounds’, me cambió para siempre. Nunca he vuelto a negarme la belleza, si estaba a mi alcance. Si debo elegir una sola canción, siempre he sentido una atracción especial por ‘Don’t Talk (Put Your Head On My Shoulder)’: siempre he tenido a bien ser un tonto enamoradizo y romántico, y lo cursi de esta escena, con Brian pidiendo a su chica que no hable y escuche sus latidos es tan rematadamente cursi que me falta el aliento y me sangra la nariz». Raúl Guillén.
«‘Good Vibrations: Thirty Years of The Beach Boys’, ‘The Greatest Hits – Volume 1’, ‘The Beach Boys Collection’… Los Beach Boys sacaban tantos recopilatorios a mediados de los 90 como para provocar el desinterés de cualquiera. Todos orquestados además en torno a su imagen surfera y las mismas canciones. Cuando internet empezó a aparecer en nuestros hogares a finales de aquella década, fue el momento para muchos de ahondar en discografías y descubrir nuevos artistas a través de viejas listas de lo mejor de cada año, lo mejor de cada década, lo mejor del siglo… que había publicado la prensa británica o Rockdelux. Curiosamente, la prensa americana no era fundamental en la educación musical de muchos, en contra de lo que sucede a día de hoy.
Recuerdo escuchar muchas cosas gracias a aquellas listas. De algunos discos sólo me gustaban algunas canciones (Happy Mondays), otros me parecían monos sin más (Boo Radleys), otros tardaría unos años en entenderlos (Prefab Sprout) y otros quizá los entenderé en el futuro (cada uno de los discos de Neil Young alabados por igual). Descubrí a varios de mis artistas favoritos por aquella época, desde Love a los Sundays. Pero la primera escucha que nunca olvidaré es la de ‘Pet Sounds’, un amor a primera vista. Flechazo total. No recuerdo si ‘Wouldn’t It Be Nice’ me sonaba o la desconocía por completo al estar mucho menos explotada por anuncios y películas que ‘Surfin’ USA’, ‘Barbara Ann’ o ‘Good Vibrations’, pero desde luego la canción deslumbraba como «opener» hace 20 años como lo hace ahora o lo lograba seguramente en 1966, alzándose como una de las mejores formas de comenzar un disco de la historia, una canción que te dan ganas de rebobinar desde el segundo 10.
Originalmente cara A de ‘God Only Knows’ aunque las tornas terminaran cambiándose, la canción era escrita por Brian Wilson y Tony Asher, si bien Mike Love terminaría acreditado tras una disputa millonaria en los tribunales: hay bastantes ríos de tinta escritos sobre si la parte final «Good night my baby / sleep tight my baby» es de verdad de Mike o no. Su instrumentación, más clásica que pop-rock, la incorporación de un acordeón y una guitarra de 12 cuerdas con una afinación especial han sido elogiados, aunque lo que permanece es una canción sobre una pareja que quiere hacerse mayor para poder estar más tiempo juntos y así al fin poder ”pasar la noche juntos» después de haberse dicho «buenas noches». Maravilloso ese «I wish that every kiss was never ending”, deliciosamente ajeno a que el matrimonio ansiado sea susceptible de romperse”. Sebas E. Alonso.