Lucinda Williams ha lanzado este año ‘Ghosts of Highway 20’, que presentará en breve en el Azkena Rock Festival. El disco llega apenas un año después de la publicación de ‘Down Where The Spirit Meets The Bone’, y de hecho casi todas las canciones provienen de las mismas sesiones. Y sin embargo, de forma mágica, esta nueva entrega se parece poco a su antecesora y además la supera sin esfuerzo. Es un raro lujo disponer de varios meses antes de redactar una crítica, y en este caso me han servido para poder confirmar después de tantas y tantas escuchas que estamos ante un nuevo clásico de Lucinda, que a menudo recuerda a lo más refinado de uno de sus grandes hitos, aquel maravilloso ‘Car Wheels on a Gravel Road’ de 1998, y no sólo por la portada y el título alusivo a una carretera.
El triunfo principal de ‘The Ghosts…’ es la presencia constante del guitarrista Bill Frisell a lo largo y ancho del disco. Ya protagonista de un par de canciones en ‘Where The Spirit…’, Lucinda Williams ha conseguido esta vez que su hermoso tono líquido empape todo el álbum. Hay que recordar que Frisell es un músico que proviene del jazz, pero que en realidad es quizá el más versátil y ecléctico de los guitarristas norteamericanos actuales. Ha musicado películas mudas, publicado discos a dúo con Elvis Costello, y grabado lo que es seguramente la versión más extraña y bonita de Madonna hasta la fecha. Lo que consiguen su sonido y la sutil producción de Tom Overby en estas 14 canciones se acerca mucho a lo que Daniel Lanois logró con Bob Dylan en ‘Oh Mercy’ o ‘Time out of Mind’: hechizo y misterio a medida de unas canciones especialmente inspiradas. Hay un constante espacio para las guitarras y la voz, y apenas batería (casi siempre simples timbales «à la Lanois»), un atractivo enfoque minimalista que contrasta con la propuesta bastante más estándar del disco anterior.
A los 63 años Lucinda hace tiempo ya que pasó de madrina del Alt Country a realeza del Southern Gothic, y estas 14 canciones son nueva prueba irrefutable. Un retorno imaginario a la Autopista 20, que de niña recorrió con su familia de ciudad en ciudad, por donde viajó a ver al predicador Blind Pearly Brown o conoció a Flannery O’Connor. Un viaje de vuelta que le sirve de reflexión tras la muerte el año pasado de su padre, el poeta Miller Williams. Su presencia en los textos es muy intensa, en el tono y hasta explícitamente: un verso de la canción que abre, ‘Dust‘, está tomado directamente de uno de sus poemas. «Hasta tus pensamientos se volverán polvo», frase disparada directamente a la cara en un disco que no oculta que trata fundamentalmente sobre la muerte. Se trata, pues, de saborear la belleza del duelo. De apreciar cómo la artista transforma la pena en poesía lacónica, reflexiva. De cómo la vuelve música con la materia prima del country, el folk, el sonido americana. En canciones como ‘Death Came’ o ‘The Ghosts of Highway 20’ (que recuerda a la sublime ‘Blind Willie McTell’ de Dylan) el resultado es cegadoramente bello. Versos dedicados a su padre («te echo tanto de menos / desearía saber por qué la muerte te besó») en canciones que en realidad acaban hablando sobre ella misma, su propia mortalidad y sus recuerdos. ‘Lousiana Story’ trata de su infancia y de su madre y es otro ejemplo de cómo Williams puede pintar con dos o tres simples acordes, con una canción sin estribillo, un retrato costumbrista hermoso pero amargo, con heridas de infancia y de culpabilidad cristiana que aún sangran un poco.
Por supuesto hay espacio para respirar: una canción de amor como ‘Place In My Heart’ (dedicada a Overby, actual marido de Lucinda) es como un bálsamo lírico y musical en medio de la tristeza (además de una de las canciones más hermosas que oirás este año), un encantamiento hecho de suaves rasgueos, armónicos de guitarra y las palabras más dulces de Williams en todo el álbum: «hay un sitio en mi corazón, hay espacio de sobra / tengo un sitio pequeño en mi corazón, te haré sitio en él». Una canción que nunca quiere acabar, porque nunca debería. Y así va ocurriendo canción tras canción, los músicos se recrean en la interpretación alargándola, algo comprensible por el sonido y las atmósferas tan disfrutables que consigue el dúo de guitarristas Frisell y Greg Leisz, y que es lo que hace que un disco de 14 canciones haya acabado siendo doble. Hay más momentos de inolvidable alivio, como por ejemplo el tono irónico de ‘Bitter Memory’, canción en la después de tanto verso pesaroso pide con mucho humor a sus recuerdos amargos que se larguen de una vez.
El disco se completa con una versión de ‘Factory’ de Bruce Springsteen (de ‘Nebraska’) y otra de ‘Faith and Grace’ de los Staples Singers. Conforme el final se acerca la impresión inicial se ha confirmado ya completamente: los números más marcadamente country habrían sonado mucho más aburridos sin Frisell: sus fraseos son refrescantes, y alejan a las canciones del cliché. Y canciones como la bella ‘If My Love Could Kill’ deben mucho de su singularidad a sus volutas de humo guitarrísticas, a sus cubismos melódicos. Hay quien ha escrito que es un disco de Bill Frisell casi tanto como lo es de Lucinda Williams. Yo no diría tanto; tan sólo pediría a la artista que siga contando con él por muchos discos más.
Calificación: 8/10
Lo mejor: ‘Place in my Heart’, ‘The Ghosts of Highway 20’, ‘Death Came’, ‘If My Love Could Kill’.
Te gustará si te gusta: el sonido Americana, Emmylou Harris, Gillian Welch, Bill Frisell
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