Cuando reseñamos el libro hicimos la comparación: el habilidoso best seller de Paula Hawkins era algo así como una versión de Cercanías de una novela que iba en AVE, el ‘Perdida’ de Gillian Flynn. Ahora, con la adaptación cinematográfica, podemos decir algo más o menos parecido. El director Tate Taylor (‘Criadas y señoras‘, ‘I Feel Good‘) ha intentado seguir por la misma vía que la novelista. Sus referentes son de primera clase: Hitchcock (la historia es casi una «ventana indiscreta» desde el el tren), Brian de Palma (esa «doble» rubia) o el propio Fincher, director de la adaptación de ‘Perdida‘. Pero el resultado se acaba pareciendo más a los thrillers psicológicos de los 90. Y no precisamente a los mejores: ‘Durmiendo con su enemigo’, ‘Falsa seducción’…
Lo mejor de ‘La chica del tren’
1. Emily Blunt. Su imagen está tan cerca de la protagonista de la novela como Jason Statham de ganar un Oscar. Aun así, lo que podría considerarse un garrafal error de casting y una sospechosa omisión (la «chica» del original está gorda), acaba convertido en el gran acierto de la película. La actriz inglesa defiende su personaje con el ímpetu y la determinación de una alcohólica buscando un bar abierto un lunes de madrugada.
2. Han mantenido el final. El arma que la protagonista utiliza en el desenlace de la historia ha sido uno de los aspectos más controvertidos y criticados de la novela. Por excesivo e inverosímil. A mí, al contrario, siempre me ha parecido un guiño de lo más divertido. Que no lo hayan cambiado en la adaptación por algo más «creíble» es como para celebrarlo descorchando una botella.
Lo peor de ‘La chica del tren’
1. La dirección. La realización de Tylor es más plana que la de una tertulia televisiva. Su estilo es rutinario y vulgar (esas cámaras lentas, esos fundidos para separar las tres voces narrativas), y la narración carece de la suficiente tensión dramática y sentido del suspense. Si además te has leído el libro y sabes «quién lo hizo», el aburrimiento está garantizado.
2. El guión. Erin Cressida tiene en su haber varios libretos interesantes, tres historias turbias protagonizadas por mujeres: ‘Secretary’, ‘Retrato de una obsesión’ y ‘Chloe’. Sin embargo, en ‘La chica del tren’, sus mejores ideas se han quedado en el andén. La alternancia de voces narrativas y líneas temporales está tan mal resuelta que más que la adaptación del best seller parece que ha escrito su ‘Ulises’. No se entiende nada.
3. Los flashbacks. En concreto los de las sesiones de psicoanálisis. La tensión sexual entre los personajes interpretados por Haley Bennett (paciente) y Edgar Ramírez (doctor) está peor conseguida que la de ‘Análisis final’, otro thriller noventero con el que ‘La chica del tren’ se podría comparar. A propósito de estas escenas, ¿no es el psicólogo Kamal Abdic de origen balcánico, «serbio o bosnio» según la novela? ¿Por qué entonces, en un momento de la película, se arranca a hablar en español con acento venezolano? «¿Qué lo que tú quiere de mí, eh? ¿Qué lo que tu quiere?». Si hay un misterio es esta película, es este. 4.