A todos nos encantaría poder ver a través de una mirilla cómo se comportan nuestros artistas favoritos en la intimidad, cuando los focos están apagados y se sienten libres de hacer lo que les plazca. Por ello es de agradecer que una figura como Bruce Springsteen, por voluntad propia, aproveche sus memorias bajo el título de ‘Born to Run’ para relatar no sólo los triunfos que ha acumulado a lo largo de su extensa carrera, sino también para explicar por primera vez la profunda depresión que antes de la publicación de ‘Born in the USA’ empezó a aflorar en él y que volvió a golpearle con más fuerza que nunca cuando alcanzó los sesenta años.
La primera parte del libro es la más reveladora para el fan, ya que en ella nos describe su seno familiar y las ansias que tuvo de subirse a un escenario desde que vio a Elvis Presley en el programa de Ed Sullivan. Pero lo que de verdad sorprende de esas primeras páginas es cómo él mismo se define como un niño débil sobreprotegido por su madre y, sobre todo, ese pozo de rencor que durante décadas le hizo ver a su padre como un modelo a no seguir por su frialdad y sus problemas con el alcohol (a él dedica frases lapidarias como «me quería, pero no me soportaba. Sentía que competíamos por el afecto de mi madre»).
Sus duros comienzos al mando de The Castiles y Steel Mill nos muestran a un personaje que desde bien joven vio en los directos su mejor arma promocional. Desde un principio tenía muy claro lo que quería conseguir. Y en ningún momento disimula, asimismo, el hecho de que «instaur[ó] una dictadura benevolente» en la que todos los músicos que le han acompañado «saben cuál es su labor, su lugar, sus virtudes y limitaciones». Por algo se ha ganado a pulso el mote de «El Jefe».
Resulta de lo más curioso saber cómo conoció a todos y cada uno de los miembros de la E Street Band, así como el papel que su segunda esposa, Patti Scialfa, ha tenido en su vida para superar la depresión. Él mismo se desnuda anímicamente afirmando que «cuando descansaba no estaba a gusto, y para estar a gusto no podía descansar», haciendo hincapié en que «estando de gira te sientes el rey, pero en casa no». Aquí está el porqué durante muchísimos años no ha parado de girar alrededor del mundo sin apenas descanso: si no está ocupado actuando sus peores fantasmas vuelven a acecharle.
El abusivo uso que hace de los puntos suspensivos en los primeros capítulos clama al cielo, pero aún más el hecho de que no acabe de profundizar del todo en el conflicto que tuvo con su primer manager, Mike Apple. Aunque aún más significativo es que pase de puntillas por parte de su discografía (prácticamente no dice nada de aquellos ‘Lucky Town’ y ‘Human Touch’ que editó simultáneamente en 1992, y a ‘Devils & Dust’ apenas le dedica un mísero párrafo), como si él mismo fuera plenamente consciente de esos álbumes que son taras en su currículum.
Teniendo en cuenta el torbellino de fuerza y el carisma que desprende cuando se sube a un escenario, estas memorias nos hacen ver realmente al Springsteen más vulnerable y humano. El éxito interplanetario que consiguió gracias a ‘Born in the USA’ para él fue tanto una bendición como una carga (en aquella época los paparazzis no cesaban de acosarle durante su primer matrimonio con la modelo Julianne Phillips), pero al fin y al cabo, desde que tiene uso de razón, buscaba ese reconocimiento artístico a toda costa. Lo ha conseguido con creces, por supuesto, pero resulta de lo más plausible que aproveche esta ocasión para detenerse y explicarnos los claroscuros de la fama. 7,5.