Espaciando cada vez más sus obras, la británica Beth Orton parecía algo acomodada en su papel de cantautora clásica, como demostraba ‘Sugaring Season’, su disco post-matrimonio con el músico Sam Amidon, con el que ha formado una familia en California. Entonces dábamos por hecho que no nos reencontraríamos más con la autora de ‘Trailer Park’, el disco con el que se dio a conocer y en el que jugaba, con brillante acierto, a introducir patrones de folk pop a lo Nick Drake sobre bases de electrónica elegante. Sin embargo este ‘Kidsticks’ ha supuesto un giro incluso más audaz en su carrera, un disco en el que no solo vuelve a trabajar con herramientas electrónicas sino que desecha las guitarras como protagonistas y se adentra en territorios inéditos.
Para esta aventura Orton se ha asociado con Andrew Hung, mitad del grupo de épica electrónica y ruidista Fuck Buttons, que coproduce con ella una obra que, además, cuenta con aportaciones instrumentales de significativos artistas alternativos como Dustin O’Halloran, George Lewis Jr. (conocido por su proyecto Twin Shadow) o Chris Taylor (de Grizzly Bear). A ellos cede guitarras y algún piano para centrarse en los sonidos sintetizados que marcan unas canciones que, si bien tienen estructuras más o menos tradicionales y reconocibles, suponen un desafío para el oyente. Orton y Hung han diseñado un sonido intrincado, con teclados envueltos en efectos expansivos y distorsión que forman una maraña a veces indescifrable, en la que cuesta incluso distinguir los arreglos de cuerda o las guitarras.
Lo más destacable de ‘Kidsticks’ es que, 20 años después de la eclosión de su talento, abre nuevos caminos de crecimiento artístico para Orton. Canciones como ‘Petals’, un mantra que culmina en orgía de ruido, ‘Moon’, con su irresistible bajo funk –un poco The xx– y su progresión ascendente, la deliciosamente gélida ‘Falling’ o la preciosa ‘Dawnstar’ presentan una nueva perspectiva creativa verdaderamente emocionante, con una Orton que canta distinta, segura, alejada de la fragilidad que aparentaba en otros tiempos. A ellas se unen, además, canciones más amables e instantáneas, como la epidérmica y casi tribal ‘Snow’, que incita al baile tanto como el single ‘1973’, que con su base funk y su inspiración psicodélica recuerda un poco a sus célebres singles junto a The Chemical Brothers.
No todo son aciertos en ‘Kidsticks’, en cambio. Y no, no me refiero solo al fallido vídeo de ‘1973’ que hubo de retirar y que ha debido convertir en un infierno la promoción del disco. También pesa en su contra una recta final del disco algo errática, con una ‘Flesh and Blood’ simplemente mona encajada entre dos instrumentales innecesarios. Pero esa primera mitad (y un poquito más) ya merece un gran aplauso por su valentía y su capacidad de reinvención y expansión futura para una cantautora que ha rechazado el conformismo.
Calificación: 7,2/10
Lo mejor: ‘Moon’, ‘1973’, ‘Petals’, ‘Dawnstar’, ‘Snow’
Te gustará si te gustaba: la Beth Orton de ‘Trailer Park’, The xx, El Perro del Mar.
Escúchalo: Spotify, Bandcamp