Esta semana, Eurovisión se ha topado con un eurodrama político de esos que tienen a sus fans pegados a las pantallas palomitas en mano. Ucrania, país que acoge el festival este 13 de mayo, ha vetado la entrada de Yulia Samoilova, representante de Rusia, al país por tres años porque la cantante actuó ilegalmente en Crimea -territorio ucraniano anexionado a Rusia- en 2015.
La organización de Eurovisión ha emitido ahora un comunicado en el que ofrece a Samoilova la posibilidad de actuar en el festival (primero en la segunda semifinal y, si pasa, en la gran final) desde Rusia vía satélite, una alternativa sin precedentes en los sesenta años de historia del festival. Eurovisión señala que su objetivo con esta decisión es defender los valores de inclusión del festival -cuya temática este año es «celebrar la diversidad»- y garantizar que este «se mantenga libre de política».
La opinión de las redes sociales sobre esta polémica es que Rusia ha jugado bien sus cartas para dejar mal a Ucrania delante de todo el mundo. Se recuerda que Rusia es perfectamente conocedora de la ley ucraniana y que, por tanto, anticipaba el veto a Samoylova, pero también que Yulia sufre una atrofia muscular espinal y está en silla de ruedas, por lo que se buscaba que Ucrania diese una imagen de crueldad vetando la entrada al país a una participante minusválida.
Samoylova se presenta a Eurovisión con ‘Flame is Burning’, una balada francamente digna, con muchas posibilidades de lograr buenas posiciones en el festival, de terminar aceptando la alternativa de Eurovisión: