Para muchos, tanto ‘Vidania’ como el EP que editaron sin Irantzu Valencia, ‘Viaje por países pequeños’, mostraban ya cierto agotamiento en su fórmula. A la postre, ‘La mitad de nuestras vidas’, ‘Fin del mundo’ y ‘No te he visto nunca’, entre otras, sí podemos situarlas entre las mejores canciones de La Buena Vida. Sin embargo, es cierto que ‘Ayer te vi’ y sobre todo ‘Honrado ciudadano de occidente’ sonaban algo forzadas y poco naturales, siendo atribuibles además a Mikel Aguirre, líder de la nueva banda gestada lenta y tranquilamente durante estos años, Amateur.
Mikel ha corregido tics en estas canciones que suenan como una continuación del último disco de su viejo grupo. Podemos percibir algún pequeño guiño a ‘Soidemersol’ en los momentos más jazzy, pero son los pianos y arreglos de ‘Autobuses’ o ‘Pensando en volver’ los que inundan canciones como ‘Un cabreo pasajero’, cuya melodía final, a la flauta, no puede ser más La Buena Vida. Ni tampoco el tema final, ‘El rastro de una estrella’, que está indirectamente relacionado con Los Planetas y además oculta, como era habitual, pista sorpresa.
Entre las novedades, los ligerísimos arreglos electrónicos de ‘El golpe‘ o la inspiración beatliana de ‘El rastro de una estrella’ y ‘Será verdad‘, también un poco Dylan. La influencia de los Beatles siempre ha estado ahí, como se apreciaba en ‘Desde hoy en adelante’, pero pocas veces había estado tan clara, y para muestra, un botón: Ringo es el único superviviente de los artistas mencionados en ‘Sólo era un sueño’, entre los que también está John Lennon.
Respecto a esta pista, que abre el disco con una rima ultra Vainica Doble («si alguna vez perdiese la cabeza / que no te dé pereza y ven»), hay que agradecer el punto de misterio que aporta la letra. Si Mikel Aguirre en su última etapa nos había acostumbrado a entonar temas cotidianos, felices y optimistas, aquí amplía la paleta, dedicando ‘Dulce final’ al sexo post-ruptura -y qué poco se escribe sobre este gran tema-; logrando además que su tema dedicado a Pedro San Martín sea muy sutil, pese a su nombre, ‘San Martín Blues’. La canción evita afrontar su pérdida de manera directa, abriéndose a otra interpretación: que la canción trate sobre el amor por la música, por Donosti y por viajar, en general.
Curiosamente, lo que se parece a ‘»Blues» por Charlie’ es más bien el arranque de la siguiente pista, ‘Da Vinci!’, quizá la pista menos llamativa del álbum junto a ‘Pendiendo de un hilo’, ambas excelentemente arregladas, como lo está la bonita canción que recupera la voz de Irantzu Valencia, ‘Lo que nunca tuvo que pasar‘, y con la que te resultará difícil creer que estés en 2017. Un viaje en el tiempo emocionado y muy necesario, por la sencilla razón de que prácticamente nadie se molestó en orquestar, arreglar y mimar canciones con el buen gusto con el que lo hacían La Buena Vida. En este ‘Debut!’ que también ha contado con Diego Vasallo, Jaime Stinus o Joserra Senperena, las cuerdas que aparecen regularmente pero solo en los momentos justos, la delicadeza del piano en el tema con Irantzu o la energía de los «dabadabas» del corte último son la mejor arma contra esas «heridas aún por curar» de las que habla ‘Un cabreo pasajero’ ‘Será verdad’.
Calificación: 7,7/10
Lo mejor: ‘El golpe’, ‘Será verdad’, ‘Lo que nunca tuvo que pasar’, ‘Sólo era un sueño’
Te gustará si te gusta: los últimos de La Buena Vida, los Beatles circa 1967-1968, Vainica Doble
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