Foo Fighters lanzaron el pasado viernes su nuevo disco ‘Concrete & Gold’ y, para presentarlo, realizaron un ultra-secret show en Barcelona. Bueno, no tan secreto, porque hacía unos pocos días que era de público conocimiento, aunque sólo se podía acceder mediante invitación conseguida a través de promociones. Obviamente, la posibilidad de ver a la banda de Dave Grohl en sala generó una enorme expectación. No en vano, habían agotado las entradas para su concierto en el Palau Sant Jordi en 2015, que posteriormente cancelarían.
En la sala Barts, a una hora de empezar, hay una cola que da la vuelta a la manzana. Todo se atrasa casi una hora respecto al horario previsto, pero eso no molesta a nadie. No hay jaleos, no hay tumultos, solo se respira felicidad y ganas. Tras quince años de ausencia, Grohl le debía una a la Ciudad Condal. Y se hace perdonar con un bolo de… ¡tres horas! Genial para el fan arrebatado, algo más discutible para los que no lo somos.
El ambiente dentro de la sala es maravilloso. Un marco de ensueño para cualquier fan de la banda: la calidez, la cercanía, la entrega de los seguidores, a lo que hay que sumar un sonido claro y contundente; todas esas ventajas que no te ofrece el concierto en pabellón (inevitable en una banda de su envergadura).
Los Foo Fighters son una máquina engrasadísima en concierto, pero han perdido frescura y han adquirido cierta cualidad de cliché rockista. El inicio, por eso, no puede ser más apabullante; caen seguidas ‘I’ll Stick Around’,’All my Life’ y ‘Learn to Fly’ para regocijo y desenfreno del personal. Este no es un mero concierto de presentación. Grohl ya lo advierte; “vamos a tocar canciones de todas las épocas”. Hay que esperar hasta el cuarto tema para que saquen a relucir una pieza del nuevo álbum, ‘The Sky Is a Neighbourhood’. Y aunque es sorprendente la cantidad de gente que se la sabe, el ambiente languidece levemente. Dave entonces empieza a ponerse travieso; la para, rompe a hablar, la reanuda… y esto será una constante en todo el concierto; las canciones estiradas en jams interminables o interrumpidas para hacer chistes y soltar chascarrillos. Grohl es un tipo carismático y divertido; un perro viejo con un dominio tremendo de las de las tablas. Pero estos momentos de estarse gustando tanto, esos tics rockistas de buscar la complicidad con el público a toda costa rompen el ritmo y la fluidez de la actuación. El ambiente se relaja demasiado; empiezas a ver huecos, aumenta el número de gente que va a por cervezas… Y yo me empiezo a aburrir con el teatrillo. Ahora Dave presenta a la banda. Ahora cada miembro tiene su momento de lucimiento. Ahora Taylor Hawkins, el batería, nos engorila cantando ‘Another One Bites the Dust’. Ahora arrancan con ‘Blitzkrieg Bop’. Nos engorilamos, pero solo tocan el “Hey ho, let’s go!” y nos dejan en modo coitus interruptus. Para cuando empiezan a amagar con ‘Are You Gonna Go My Way’ de Lenny Kravitz ya no les seguimos. Después de unos quince minutos de gracietas, al fin tocan ‘A Cold Day in the Sun’- cantada por Hawkins. El ritmo se recupera con ‘The Congregation’ y, sobre todo, con ‘Walk’, en que el público se emociona… más, otra vez, alargamientos, parones y charlas. ‘My Hero’ resulta también muy emotiva, con sus teclados y la respuesta del público, aunque a continuación Dave pierda bastantes minutos en un monólogo (hilarante, eso sí) sobre una mujer que le reclama la paternidad de un hijo que “sólo escucha a Metallica”. ‘Skin and Bones’ suena particularmente fresca en esta jornada de rock contundente y un tanto monolítico, gracias a su aire tabernario y el acordeón que toca el teclista, Rami Jaffee. Se centran un poco para encadenar dos de los temas nuevos (‘The Line’ y ‘Sunday Rain’), con buenos resultados, aunque provoquen una nueva bajona… hasta que, llevadas más de dos horas de concierto, sacan la artillería pesada y atacan con los clásicos: ‘Monkey Wrench’ (con algo de maligno regocijo, mi acompañante me señala que hay un tramo que Grohl ya no lo canta “porque no llega”), la felicidad absoluta en ‘Breakout’ y ‘This is a Call’, en que hasta Grohl entona los “¡Ooees!” que le dedica el público. Empieza a bromear con la expresión “¡Macho!” y hace un amago de ir a terminar el show, pero es una falsa alarma. Siguen con una bonita ‘Big Me’, probablemente la pieza más lenta del set y la más sentida, sin parafernalias, respetando su sencillez pop. Convierten en clásico a ‘Run’ del último disco al convertirla en una especie de batucada-rock épica que enciende al personal. En ‘The Best of You’ la entrega es ya absoluta, con toda la sala entonando con toda el alma sus “¡Ohhh!” mientras Grohl nos mira con cara de angelito arrobado. Y ya cierran con ‘Everlong’, rozando las tres horas.
Un concierto memorable por formato y oportunidad, algo menos por los momentos de tedio. Aun así, es un lujo poder disfrutarlos de esta manera. 7
Foto: Live Nation España
¡Esto es muy muy emocionante! FOO FIGHTERS presentando nuevo álbum en la sala Barts de Barcelona. PRIVILEGIO. 🙌🏻🙌🏻🙌🏻🙌🏻 #FooFightersBarcelona pic.twitter.com/0XZWWBIMOj
— Live Nation España (@LiveNationES) 16 de septiembre de 2017