Música

Un forofismo sano invade el concierto de Liam Gallagher en Barcelona

Nunca he visto un partido en un campo de fútbol inglés. No he tenido la suerte de sentir vibrar el suelo con los cánticos de los aficionados, con el retumbar de sus canciones y con su efervescente estado de euforia. Pero el ambiente en Razzmatazz antes, durante y después del concierto de Liam Gallagher de ayer se le debió parecer bastante. Con un ratio altísimo de angloparlantes por cada espectador local, aquello fue como estar en el Etihad Stadium asistiendo a una importante victoria liguera del Manchester City. Un paralelismo válido ya que si hay dos cosas que los británicos han exportado al mundo (aparte del té, el parlamentarismo o la industrialización) del mismo modo exitoso y basado en el fanatismo, esas son el fútbol y la música. El pop-rock en concreto. Dos elementos culturales en los que hoy en día se fundamentan muchas de las identidades personales y grupales en occidente.

El comportamiento del público inglés, casi siempre dentro del respeto, fue espectacular (y contagioso). Una lección de forofismo bien entendido. Ya antes de los teloneros, los focos de Razzmatazz de dirigieron durante un rato hacia un sector del público en el que varios individuos cantaban con verdadera pasión, cerveza en mano; y momentos antes de que arrancara el concierto de Liam gran parte los asistentes corearon los dos o tres temas de The Stone Roses que sonaron como calentamiento. Se avecinaba una noche de forofismo generacional, un concierto de himnos para los hijos del legado de Oasis y de los 90.

Aunque no hace ni nueve meses que actuó en nuestro país, esta era la primera vez (comenzó en Madrid, donde estuvo la noche anterior) que Liam Gallagher presentaba en España y fuera de un festival ‘As You Were’, su primer álbum en solitario, un proyecto que parece estar relanzando su carrera tras la discutible aportación de Beady Eye al mundo. Así que, por una parte, el concierto era un examen de cómo defendería en directo sus notables nuevas canciones; siendo que por otra, necesariamente, tenía que darle a su afición la ración de Oasis que había ido a buscar.

En total alineó, siempre por parejas, ocho canciones titulares de la mítica banda de Mánchester: la mitad exacta del repertorio. Arrancó con ‘Rock ‘n’ Roll Star’ y ‘Morning Glory’, exhibiendo esa actitud rockera y chulesca –como si estuviera siempre cabreado– que tanto le caracteriza. Hacia la mitad del concierto enlazó ‘Some Might Say’ y ‘Slide Away’: un momento en el que el público en masa se sintió como alzado a hombros de sus amigos, cantando a pleno pulmón con los brazos en cruz. Son el tipo de himnos que activan un resorte de rebeldía interna y colectiva contra el paso del tiempo. Y no digamos ‘Live Forever’, interpretada de manera lenta y acústica (y eterna) al cierre, justo después de esa pieza de rock canalla que es ‘Cigarettes & Alcohol’. Anteriormente, junto con ‘Be Here Now’, cantó ‘Wonderwall’ demostrando que probablemente es la canción más popular del último cuarto de siglo, y haciendo que la sala entrara en éxtasis. Porque por mucho inglés que hubiera allí, este forofismo

no entiende de nacionalidades o de colores excluyentes.

Interpretando su nuevo material en solitario, sin embargo, Liam funcionó de manera más irregular pero manteniendo el nivel de intensidad, carisma y actitud que el exhibido en la otra cara de su actuación. Estiró bien el talante chulesco y de estrella del rock del inicio con ‘Greedy Soul’ y ‘Wall of Glass’. Luego es verdad que le faltó algo de suavidad al entrar en la fase emocional: sobre todo en ‘Paper Crown’, y no tanto en ‘Bold’ y ‘For What It’s Worth’. En esta última, por cierto, algunos espectadores aprovecharon para grabar audios de whatsapp, ¿buscando el perdón de alguien, tal vez? ‘Come Back to Me’, algo apática, ‘You Better Run’, con predominio excesivo de la voz sobre la instrumentación, y una melosa ‘Universal Gleam’ (la ‘Champagne Supernova’ del Liam en solitario) completaron el reducido material que el cantante inglés presentó de su nuevo disco, a la postre apenas la mitad del mismo.

Con todo, es innegable que el pequeño de los Gallagher está en un fantástico estado de forma. Compositivamente ha estado a la altura con ‘As You Were’, mejorando en todo su anterior proyecto. Puede que sus canciones no lleguen al carisma imperecedero de los grandes clásicos de Oasis, pero una buena selección de ellas (aunque en esta faltaran, por ejemplo, ‘Chinatown’ o ‘I’ve All I Need’) no desentona en absoluto entre los himnos imprescindibles. Pero sobre todo es la actitud. Es un músico arrogante y creído, una estrella para bien y para mal. Un músico que no se esconde. Un jugador que siempre la pide, que siempre lo intenta. Que sabe que no es el mejor, pero que lo da todo por la afición. El ídolo de la grada. El dueño de los himnos. 8.

Todas las fotos son de Pablo Luna Chao.

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Publicado por
Pablo Luna Chao