Ladilla Rusa / Estado del malestar

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Ladilla Rusa / Estado del malestar

Escuchando a Ladilla Rusa, dúo formado por los también periodistas Víctor F. Clarés y Tania Lozano, uno asume que su irrupción se ha visto favorecida, de alguna manera, por el éxito de Las Bistecs: su exitillo en la escena parece haber allanado el camino para que una propuesta basada en la pura guasa y apoyada en irresistibles pepinazos como ‘Macaulay Culkin’ y ‘Bebo (de bar en peor)’ –a la postre, lo mejor del disco– se haga popular en poco tiempo. Como aquellas –y como también Chico y Chica, Alma X u Ojete Calor–, esta suerte de performance musical se apoya en el humor para buscar el guiño con su público potencial y, por encima de todo, divertir. En el caso de Ladilla Rusa, a diferencia de los antes citados, la música parece más la forma que el fondo: no hay coartada estética que valga, ni estilo que se les ponga por delante si sirve para sus propósitos.

Así que, producido por Ignacio Miranda (Ultraplayback, Julieta Jones), ‘Estado del malestar’ –financiado por crowdfunding y editado por un subsello de El Genio Equivocado, La Mundial Records– no se casa con nada ni nadie y alberga de todo: a la rumba gabber, el electro con querencia italo y el tecno punk que ya conocíamos, ahora se suman tropical funk, electrojota, bakalao o trap morisco, un poco porque sí. Esa diversidad musical contribuye a hacer del primer disco de Ladilla Rusa una aventurilla desopilante con la que parece casi imposible aburrirse.

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Da igual que no sea ni especialmente original ni goce de una especial pericia sonora: cuando esas producciones van de la mano de coñas inspiradas y perversamente incorrectas (algo tan osado como necesario hoy día) como desmenuzar el argumento de ‘Solo en casa’, cantarle a pasarse el día pensando en privar, hacer de aquella delirante aparición de El Cigala en El Hormiguero un himno (‘Atrás’), derribar el romanticismo sexista de las princesas Disney (‘Princesas’) o hacer que el “no es no” sea una reivindicación feminista bailable y cachonda a un tiempo (‘Cerrada’; muy bien los «cerrada de amor, abierta al champagne; cerrada de amor, cerrada de pussy»), Ladilla Rusa tienen sentido. Pero cuando ese gracejo muta en chistes facilongos y algo baratos –que en sus mejores momentos parecen retazos previsibles de monólogos de ‘El club de la comedia’ y, en los peores, son propios de las parodias musicales de Los Morancos–, el disco pierde lo único que no podía perder: la gracia.

Da igual que se empleen para homenajear a ídolos muertos (‘Criando malvas’, con un estribillo muy Enrique y Ana) o la cultura del robo y el pelotazo en las élites española y catalana (‘Estado del malestar’). Y es aún peor cuando se tornan en simples chistes gruesos sobre ponerse fanegas a base de cocina tradicional (‘Cambiome el cuerpo’), esbozar a una especie de ‘Lady Olé’/‘DJ Bicha’ del Vallès (‘Encarni encarnae’; superbailable, por otra parte) o elogiar tu tienda de todo a 100 preferida (‘Chucherías Mari’). Bromas privadas, las justas y necesarias. Por lo visto y leído, se intuye que la mayor baza de Víctor y Tania son su morro y su espontaneidad, algo que solo emerge de cuando en cuando en ‘Estado del malestar’, un disco que divierte pero no tanto como prometía.

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Así que habrá que esperar a sus shows en directo para certificarlo: estarán el 17 de marzo en la sala Almo2bar de Barcelona y el 24 de marzo en Superlativo Bar de Madrid.

Calificación: 5,5/10
Lo mejor: ‘Macaulay Culkin’, ‘Bebo (de bar en peor)’, ‘Atrás’, ‘Cerrada’
Te gustará si te gustan: Chico y Chica, Las Bistecs y Ojete Calor, pero también te hacen gracia Los Morancos y José Mota.
Escúchalo: Spotify.

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