‘La peste’: Los Lannister de Sevilla y el Siglo de Oro que no veías en ‘Águila Roja’

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‘La peste’: Los Lannister de Sevilla y el Siglo de Oro que no veías en ‘Águila Roja’

10 millones de euros y comparaciones con ‘Juego de Tronos’ en diversos medios han creado unas expectativas altísimas para ‘La Peste’, la nueva serie de Movistar. O, más bien, LA serie de Movistar: ya habíamos podido ver ‘La Zona’ o ‘Vergüenza‘, pero es con la de Alberto Rodríguez con la que van a por todas. Esos 10 millones se ven reflejados en una ambientación para quitarse el sombrero: muchas reseñas comparten juego de palabras al argumentar que “se puede oler la peste”, pero es que es totalmente cierto. El equipo de la serie consigue darnos asco y repulsión (para bien), pero no solo con la suciedad de las calles, sino con la suciedad moral. Y es que ‘La Peste’, como ‘Águila Roja’, está ambientada en nuestro Siglo de Oro, pero con una visión muy distinta.

En esas conseguidas sensaciones juegan un papel fundamental la fotografía, a cargo de Pau Esteve, y la música, obra del jerezano Julio de la Rosa, que ya había trabajado en varias ocasiones con Rodríguez (llevándose un Goya en una de ellas, por la música de la estupenda ‘La Isla Mínima‘). Banda sonora y fotografía, junto a la ambientación en sí, nos trasladan a la Edad Moderna pero a la vez a un mundo apocalíptico, lleno de muerte, supersticiones e injusticia. Todo eso lo respiramos gracias al estupendo trabajo técnico, pero también artístico: si bien es cierto que el protagonista resulta, como suele ocurrir, menos interesante que algunos secundarios (Pablo Molinero hace, no obstante, un buen trabajo y, aunque cierto momento de su personaje queda un poco extraño, parece algo achacable al guión), aquí brillan especialmente Patricia López Arnáiz y Paco León -en un registro bastante distinto-, además del menos conocido Sergio Castellanos y de secundarios eficaces como Paco Tous, Lupe del Junco y Manolo Solo.

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En el caso de López Arnáiz, uno se queda con las ganas de más protagonismo para ese personaje y, en general, de más protagonismo femenino: en el piloto el papel de las mujeres es meramente anecdótico, y luego mejora, pero no lo suficiente (y sí, en un contexto así se pueden construir personajes femeninos con arcos interesantes, sin que eso suponga un anacronismo). Tampoco ayudan en este sentido los innumerables desnudos de mujeres que, sorpresa, no tienen equivalentes masculinos, polémica que comparte también con ‘Juego de Tronos’.

Ésta es, junto a la trama de thriller (que flojea en comparación), una de las pocas pegas que se le puede poner a la obra de Rodríguez… pero, lo que a algunos nos parece poco, otros ven demasiado: se han criticado las “dosis de feminismo” (literal) a la vez que se le daba cera a la serie por sus “imprecisiones históricas”. Las hay, como las hay médicas (habría que estudiar la epigenética de alguien que sobrevive a heridas sucias de apuñalamientos y a meses sin dormir), pero el entrecomillado se debe a que el impacto de ‘La Peste’ no es tanto su calidad (que la tiene) sino el tirón de alfombras que ha supuesto, y lo que de allí ha salido: sería absurdo hablar de esta producción y no mencionar el montón de reacciones airadas en forma de artículos -especial relevancia ha tenido el escrito por la polémica historiadora malagueña Mª Elvira Roca- que usan la excusa de las “imprecisiones” cuando realmente las críticas van, admitámoslo, por mostrar lo incómodo de nuestra Historia. Por coger el período más grandioso de nuestra Historia y decir que quizás no era todo tan perfecto. Y esto la convierte en una serie necesaria.

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‘La Peste’ es, en definitiva, una serie que habla de España y que, al contrario de lo que sus críticos proclaman, no ataca al catolicismo ni al protestantismo, ni siquiera a la religión en sí; el ataque es a la ignorancia, como dicen desde su eslogan. La ignorancia es la responsable de que haya una turba de gente alegrándose mientras queman a sus semejantes. La ignorancia es la responsable de que gente que lleva vidas llenas de miseria vitoree, sin saberlo, a los responsables de esa miseria. Hemos avanzado mucho desde entonces, pero si en la actualidad es común que muchos se quejen cuando aumentan los derechos del vecino, en lugar de luchar por los suyos, quizás algo de esa “peste” siga presente, y cada uno de nosotros (incluido tú que lees esto y yo que lo escribo) siga teniendo parte de esa ignorancia, parte de esa envidia. De esa gangrena de la que hablaba Unamuno. “Como sevillano y como personaje sevillano que interpreto, hay algo de la serie que explica mucho la idiosincracia sevillana, que es bastante compleja”, comentó Paco León y yo, como sevillano, lo suscribo, y lo amplío a lo que explica sobre nuestro país en general. Pero no nos confundamos: ‘La Peste’ no quiere que nuestra conclusión sea, a lo cuñao, “España es así, es que no tenemos solución”. Quiere que aprendamos de lo peor de nuestro pasado, y nada mejor para ello que lanzarnos a la cara lo peor de cuando estábamos mejor. Y nos lo lanza con un envoltorio majetuoso y a la vez ponzoñoso. Un envoltorio, ojo, que ha encandilado hasta a Boyero. 7,8.

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