‘Thelma’: el talento sobrenatural del primo de Lars von Trier

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‘Thelma’: el talento sobrenatural del primo de Lars von Trier

‘Reprise’ (2006) y, sobre todo, la multipremiada ‘Oslo, 31 de agosto’ (2011), convirtieron al noruego (aunque nacido en Copenhague) Joachim Trier, primo de Lars, en la gran promesa del cine de su país (una cinematografía siempre a la sombra de sus vecinos suecos y daneses). Su aventura neoyorquina, la ambiciosa y arrítmica ‘El amor es más fuerte que las bombas’ (2015), le llevó hasta la alfombra roja del festival de Cannes de la mano de Isabelle Huppert y Jesse Eisenberg, pero rebajó considerablemente el entusiasmo crítico por su trabajo. Su vuelta a Noruega con la espléndida ‘Thelma’ le ha vuelto a colocar en lo más alto del emergente cine de autor escandinavo junto al sueco Ruben Östlund (‘Fuerza mayor’, ‘The Square’) y el danés Tobias Lindholm (‘Secuestro’, ‘A War’).

‘Thelma’, una de las sensaciones del último festival de Sitges (premio del jurado y mejor guión), recoge el testigo de otra de las triunfadoras del certamen catalán de hace dos años: ‘Crudo’ (2016). Como la película francesa (o como ‘Carrie’, también muy presente), ‘Thelma’ utiliza el género fantástico como base estilística sobre la que construir un relato acerca del despertar sexual y emocional de una tímida adolescente, una universitaria que ha sido educada por un padre sobreprotector en una represora fe cristiana. A partir de un inquietante prólogo capaz de clavarte en la butaca como a Cristo en la cruz, el director despliega una narración elegante y pausada que va revelando, poco a poco, por medio de varios flashbacks, un sugerente misterio.

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Como todo buen relato fantástico (según la teoría descrita por Tzvetan Todorov en su fundamental ‘Introducción a la literatura fantástica’), ‘Thelma’ hace equilibrios constantemente entre el sueño y la realidad, lo natural y lo sobrenatural, la ciencia y la religión, la represión y el deseo. Por medio de una sabia dosificación de la información y un uso muy eficaz de los sueños y las alucinaciones, Trier mantiene al espectador en una nebulosa de duda e incertidumbre. Las preguntas se agolpan en nuestra cabeza al ritmo de las convulsiones que sufre la protagonista (Eili Harboe, atención a esta actriz) durante sus ataques ¿epilépticos, místicos? Esta ambigüedad se va perdiendo progresivamente hasta llegar a un final no del todo logrado pero de gran riqueza metafórica: la represión (homo)sexual y moral crea monstruos. 8.

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