Hace apenas unas horas se anunciaba la triste noticia del fallecimiento a los 82 años de Isao Takahata, uno de los directores de cine más importantes para la animación mundial. Fundó el Studio Ghibli junto a Hayao Miyazaki, aunque siempre parece haber quedado injustamente eclipsado por su compañero.
Takahata nació en 1935 en Ise, y se graduó en la universidad de Tokio en literatura francesa. Sin embargo, su fascinación por el cine de animación le haría trabajar en la famosa Toei Animation, donde conoció a Miyazaki –en 1963- y se hicieron grandes amigos. Cinco años más tarde, la compañía le dio la oportunidad de dirigir su primer largometraje, ‘Las aventuras de Horus, el príncipe del sol’, un ambicioso proyecto que, aunque fue un fracaso comercial, marcó un antes y un después en la animación japonesa, abriendo camino a lo que vendría con Ghibli. La productora no le dio la oportunidad de dirigir más dado los malos resultados económicos, pero tanto él como Miyazaki comenzaron a trabajar en diferentes productoras.
La primera de ellas fue Toho, donde Takahata dirigió ‘Las aventuras de Panda y sus amigos’, una película muy infantil –y menor- con guion de Miyazaki. La otra fue Nippon Animation, donde comienza una nueva etapa en su carrera en la que se dedicó principalmente a las series. Durante este periodo, los años 70, se encargó de la dirección de animes tan míticos como ‘Heidi’, ‘Marco’ o la infravalorada y algo más desconocida ‘Ana de las Tejas Verdes’. En los 80, antes de la fundación del prestigioso Studio Ghibli, fue el responsable de ‘Chie the Brat’, una adaptación de un manga muy exitoso en su época de Etsushi Haruki; y de la más aclamada ‘Goshu, el violoncelista’.
En 1984 nace Ghibli, un proyecto que junto con Miyazaki y el productor Toshio Suzuki consiguen sacar adelante y que se convertirá en el mejor estudio de animación del mundo. Los primeros años, Takahata se dedicó más a labores de producción y de gestión. No fue hasta 1988 cuando tuvo la oportunidad de dirigir una película: ‘La tumba de las luciérnagas’. Ese mismo año Miyazaki estrenó ‘Mi vecino Totoro’. El estudio trabajó en ambas películas a la vez gracias al apoyo de Tokuma, un productor que confió en ellas pese al riesgo que suponían dado el aparentemente poco tirón comercial que tenían.
‘La tumba de las luciérnagas’ es la película más celebrada de Isao Takahata. Está basada en la novela de Akiyuki Nosaka, pero es una historia que a él le resultaba muy cercana, ya que cuando tenía 10 años, su ciudad quedó devastada por la Segunda Guerra Mundial, y murieron muchos de sus familiares y vecinos. Evidentemente, este hecho le marcó de por vida y le inspiró para dirigir la película. En ella, dos niños huérfanos sobreviven como pueden durante el conflicto bélico. Probablemente se trate de una de las películas más tristes y desgarradoras jamás hechas. Es imposible no conmoverse gracias a una narración desbordante de sensibilidad. El resultado es una experiencia durísima, brutal e inolvidable que nos deja un manifiesto antibelicista tan sincero como perturbador. Takahata casi siempre fue más realista que Miyazaki, y en sus películas intentó innovar y encontrar nuevas formas de contar. Su cine es, quizá, menos accesible que el de su colega, pero no por ello merece menos reconocimiento. ‘La tumba de las luciérnagas’ está considerada como una de las mejores películas de animación de la historia.
En 1991 dirigió ‘Recuerdos del ayer’, que nada tenía que ver con lo que Ghibli había hecho hasta el momento. Inspirada por el cine de Ozu y libremente basada en el manga de Hotaru Okamoto, es una película en la que todo sucede desde la calma. Taeko, una mujer de unos treinta años, vive en Tokio y pide vacaciones para ir a su pueblo natal en el campo. A partir de flashbacks de su infancia, la película reflexiona sobre la vida moderna y el futuro incierto de la protagonista. Como siempre, Takahata, aporta algo nuevo, por pequeño que sea, a la animación. En esta ocasión decide marcar los músculos de la cara de los personajes adultos. Algo que según cuenta él, fue una labor difícil ya que bastaba con alargar ligeramente las líneas para que la edad de los personajes se disparara.
Su siguiente proyecto fue ‘Pompoko’ en 1994, vinculada directamente con el folklore japonés. Es su película más alocada, y a simple vista, puede parecer hasta infantil. Pero nada más lejos de la realidad. El filme esconde una visión pesimista de la deforestación, de cómo los humanos vamos poco a poco destruyendo la naturaleza sin tomar conciencia de lo que eso conlleva. En ‘Pompoko’ un grupo de tanukis (una especie de mapaches) son quienes intentan poner fin al destrozo que están haciendo los humanos. Y lo hacen utilizando la técnica milenaria de la metamorfosis. Takahata recurre a multitud de leyendas japonesas, como la procesión de los Yokai (espíritus con forma de monstruo procedentes de bosques y montañas) para realizar esta divertidísima pero reflexiva fábula ecologista.
Siguiendo con la comedia en 1999 estrenó el trabajo que más se aleja de lo que el estudio suele hacer. ‘Mis vecinos los Yamada’ está basada en las tiras cómicas de Hisaichi Ishii y retrata diferentes episodios de una familia de clase media en Tokio. Takahata quiso adaptarla como si fuera el propio cómic, por lo que los planos no están cargados de detalles. Los personajes son “garabatos” y los fondos a menudo están vacíos. Es la única película del estudio realizada por ordenador. Una “rara avis” que tiene el valor de romper con la tradición, y un experimento con nuevas técnicas que le servirán para desarrollar la que fue su última película.
Hasta 2013 no volvió a dirigir para Ghibli (en 2010 readaptó ‘Ana de las tejas verdes’ en formato largometraje’) y resultó ser la última vez que lo hiciera. ‘El cuento de la princesa Kaguya’ es su proyecto más ambicioso y le llevó casi 8 años sacarlo adelante. La producción contó con 49 millones de dólares, pero desgraciadamente el fracaso en taquilla fue estrepitoso, recaudando en Japón solamente 22 de ellos. Sin embargo, gracias a ella, al año siguiente consiguió su primera nominación al Oscar. Para adaptar el famoso cuento japonés utilizó acuarelas y técnicas como la rotoscopia. Una de las secuencias más bellas que nos ha dado el cine reciente aparece en esta película: Kaguya huyendo mientras el trazo del dibujo se va volviendo cada vez más libre. Con esta cinta, logró uno de sus mejores trabajos en lo que se convertiría en su testamento fílmico.
A Takahata nunca le preocuparon demasiado los resultados en taquilla. De hecho, todas sus películas fueron fracasos comerciales, porque nunca puso las cosas fáciles al espectador. Siempre intentó ir más allá de lo que ya había hecho, llegar cada vez más lejos artísticamente y aportar una nueva perspectiva al cine de animación, revolucionándolo con cada película. Ghibli no sería nada sin él, y puede que ni siquiera Miyazaki hubiese llegado a donde está ahora mismo sin su ayuda, ya que siempre le apoyó en la sombra en todos sus proyectos. Con su muerte se nos va un enorme cineasta, que nos ha dejado un legado impagable al que siempre podremos volver y disfrutar. Solo podemos dar las gracias.