Recientemente, The Guardian publicó un artículo, entusiasta pero repleto de inexactitudes, sobre la nueva escena garajera madrileña. Básicamente, venía a decir que en Madrid entre finales de los 80 y el advenimiento de The Parrots, Los Nastys y, sobre todo, Hinds, no existía prácticamente el punk-rock en directo; que este país era poco más que un páramo en que la juventud sólo tenía a su alcance la música de los Iglesias (padre e hijo). Las Hinds no han inventado el garaje, ni han traído el rock a las vidas de nuestros jóvenes, ni, muchísimo menos, han sido el primer grupo español en tener éxito masivo como se comenta en el citado artículo (‘Black Is Black’ de Los Bravos fue número 2 en las listas británicas, para empezar). Sin embargo, la repercusión internacional, las expectativas que tienen aquí y ahora es absolutamente cierta y contrastable. Pero no dejemos que el grado de locura y excitación permanente que parece perseguir a las Hinds –no sólo el entusiasmo desmedido, sino también cierta condescendencia desdeñosa que siguen generando en algunos sectores (a la crónica de El País a la que hacían referencia en la entrevista que publicamos hace unos días me remito)- nos aparte de lo realmente importante: su música.
Negarles encanto, olfato, gancho y chispa a estas alturas sería del género tonto. ‘Leave Me Alone’, filias o fobias aparte, transpiraba un espíritu garajero travieso y desenfadado, más que este ‘I Don’t Run’, escorado al indie pop, con un deje más sentimental y melancólico, sobre todo hacia el final (al fin y al cabo, es un álbum dedicado al desamor). Las Hinds han madurado, aunque este sea un verbo que suene fatal cuando hablamos de punk pop. Las ganas de divertirse continúan presentes, pero también se respira menos inconsciencia y sí más autoconsciencia. Ya no hay vocación amateur. El grupo se ha profesionalizado bastante, en el buen sentido, y ahora las veo más cerca de sus adorados Strokes que de Beat Happening, por poner un ejemplo, aunque aún sigue palpitante ese espíritu de DIY, tan a lo The Raincoats.
Y gracias a estos sutiles avances, este segundo disco me ha acabado gustando bastante más que su debut… a pesar de que tengo mis particulares objeciones. Porque, aunque las canciones son muy buenas, hay algo que me chirría en toda la ecuación. Y eso me temo que es una sensación tan subjetiva que no sé hasta qué punto es compartible. Y es que la manera de revestirlas me parece en líneas generales algo desafortunada. Su frescura instrumental (baterías alborozadas, guitarras certeras y juguetonas) y melódica (siguen creando chucherías pop) se lastra un poco por la manera en que se presentan las voces y los juegos entre Carlotta Cosials y Ana Perrote, que suenan muchas veces excesivamente teatrales, como si trataran de forzar el desparpajo y prácticamente consiguieran lo contrario.
Aunque quizás esto sea más achacable a Gordon Raphael, según nos explicaba Carlotta: “[Gordon] nos hizo trabajar un montón las voces, a nivel pronunciación y a nivel experimentar, “más divertidas, más enfadadas, en esta toma tomáoslo tranquilo”. Dio un punto de misterio que favorecía a la canción. Hay una textura en las voces que no existe en el primer disco, también a nivel tonal, con tonos que no estaban en el primer disco y dan mucho color”. Pues es precisamente el tratamiento vocal, que parece poco natural en muchos temas, prácticamente la única pega que le podemos poner a ‘I Don’t Run’, ya que al antojarse postizo, resta una parte de su espontaneidad, una de las más queridas virtudes de Hinds. Por ejemplo, el “efecto megáfono” es prácticamente omnipresente (e innecesario bastantes veces).
Eso sí, tras varias escuchas, se obvian los detalles superficiales y sólo puedes quedarte con lo bueno, pues las reproducciones repetidas, lejos de desgastarlo, acrecientan el álbum. Porque mantienen el espíritu vivaracho pero no tosco. Y eso lo demuestran nada más arrancar con ‘The Club’, al más puro estilo Pixies/Breeders, con Ana y Carlota alternándose en un reproche al amado que se empieza a mostrar esquivo, aunque lo niegue, y en una oda a, precisamente, crecer: “I wanna show you it’s cool to grow up / I wanna prove that your clock doesn’t stop at the club” (“quiero enseñarte que es genial crecer / quiero probar que tu reloj no se para en el club”). El «dolce far niente» veraniego se materializa en ‘Soberland’, con una guitarra y una línea melódica en su puente que parece robada a alguna banda de indie pop ochentero y primigenio, aunque esta pieza parecía reclamar mayor pureza pop. Verano, pero melancólico, presintiendo el otoño, en la también muy notable ‘Linda’, tan reconcentrada que gana muchísimo con unas alternancias vocales aquí ajustadísimas, sin excesos.
Otra lección de “happy sad” se imparte en ‘New for You’. ‘Tester’ amaga con ser una balada hawaiana, hasta que se eleva, eufórica, con pausa, subidón acelerado, estribillo birlado a They Might Be Giants y líneas de bajo bien gordas, ideal para cantar y pegar botes en los conciertos. Como ese ruego (inútil) a dejar de pensar en el tipo que te ha dejado, que es ‘Finally Floating’, con un delicioso requiebro, sumamente contagioso, en el estribillo cuando entonan “I need to stay awake tonight / Because you’re sleeping in my mind / ‘Cause when I’m finally floating / I know what the dreams gonna be about” (“necesito mantenerme despierta esta noche / porque estás durmiendo en mi mente / Porque cuando finalmente estoy flotando / ya sé sobre qué voy a soñar”). Y aquí los efectos y las alternancias vocales sí que resultan 100% certeros y efectivos.
Canciones que, de entrada, parecen algo más discretas, como la bonita ‘Echoing my Name’, también ganan al mantenerse más austeras en la producción vocal. Mientras que ‘To the Morning Light’ es una pieza saltarina e infecciosa (ay, esa guitarra es puro amor), lo más sorprendente de ‘I Don’t Run’ es el final con ‘Ma Nuit’, una pieza extraña y cacofónica, más cerca del bolero que del punk. Y, probablemente, un pequeño aviso de que las Hinds no se cierran en banda y tienen en perspectiva un horizonte sónico mucho más extenso del que mostraban en sus inicios.
Calificación: 7,4/10
Lo mejor: ‘The Club’, ‘Soberland’, ‘Linda’, ‘Finally Floating’, ‘To the Morning Light’
Te gustarán si te gustan: The Raincoats, Las Odio, el indie-punk-pop sandunguero.
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