Hay directores que con cada película construyen un pequeño universo que dialoga perfectamente con sus trabajos anteriores. Es el caso del británico Andrew Haigh, director de las aclamadas ’45 años’ y ‘Weekend‘. La sensibilidad y el talento demostrados con estas dos obras no tardaron en impulsarle hacia un más que merecido reconocimiento mundial. Con ‘Lean on Pete’, su último largometraje, viaja a Estados Unidos, y más concretamente a Oregón, para adaptar la novela homónima de Willy Vlautin en la que Charley, un adolescente, debe ganarse la vida como puede para sobrevivir. Su madre le abandonó cuando era pequeño y malvive con su padre alcohólico en un suburbio marginal de Portland. Un día conoce a un dueño de caballos de carreras y empezará a trabajar en el establo para él. Allí será donde se encariñará con Lean on Pete, uno de los caballos, dispuesto a entregarle todo el cariño que él necesita y que nunca ha tenido.
Pero todo sucede desde la extrema sutileza, Haigh no quiere que el vínculo que se establece entre el adolescente y el animal caiga en lugares comunes ni resultar sentimental. Es realismo crudo, consiste en hacer poesía de la tragedia, pero nunca frivolizarla ni hacer espectáculo de ella. El filme continúa en la línea de exploración de la América olvidada repleta de gente viviendo en el umbral de la pobreza, que nos ha regalado con excelentes resultados el cine reciente con películas como ‘The Florida Project’ o ‘American Honey’.
‘Lean On Pete’ se entiende como uno de los “coming of age” más duros y brillantes que se han podido ver en mucho tiempo. Es una mirada a la adolescencia -un periodo en el que de por sí todos nos hemos sentido solos o desorientados en algún momento- en una situación extrema. Todas las debilidades, las dudas, las inseguridades y los miedos propios de esta etapa mezclados con una voluntad férrea por vivir dignamente, por seguir adelante y por buscar a alguien que te ofrezca cariño y estabilidad, está plasmado a la perfección con la habitual sensibilidad desbordante de Haigh. De nuevo, ahonda en la idea de la soledad, y en ese intento de huir de ella que todos los personajes tienen en sus películas, pero aquí de la forma más descarnada hasta ahora. Sin embargo, ‘Lean On Pete’ nunca es tremendista y encuentra una extraña ligereza pese a su fuerte contenido dramático. Al igual que en ‘Weekend’, la cotidianidad es el principal eje sobre el que se mueve la historia. Es por ello que lo que le sucede al protagonista forma tan parte de su día a día que la manera de filmarlo es desde una absoluta normalidad. Algo que, sin duda, beneficia a la propuesta y le otorga esa honestidad que siempre tienen todos los trabajos de Haigh, ya que la cámara jamás juzga a ninguno de sus personajes.
Como siempre en su cine, la naturalidad no solo reside en la puesta en escena, sino también en unas excelentes interpretaciones de todo el reparto. Charlie Plummer (a quien pudimos ver recientemente en ‘Todo el dinero del mundo’), protagonista absoluto, ganó el premio al mejor intérprete joven en el pasado Festival de Venecia, en una interpretación física y muy conmovedora. Construye un personaje para el recuerdo en uno de esos papeles que hacen brillar a un actor. Su expresividad es máxima: los actores en las películas de Andrew Haigh nunca parece que estén actuando, incluso con caras conocidas uno se olvida de que no son sus personajes, se camuflan perfectamente en los mundos que crea. Como Chloë Sevigny y Steve Buscemi, a los que el autor les ha dado dos papeles muy especiales, que nadie diría que no han vivido toda su vida en un rancho de Oregón. ‘Lean On Pete’, aun siendo una película sumamente delicada y sutil, consigue a base de una ejecución potentísima, calar muy hondo. La emoción –que discretamente aparece a lo largo del metraje- va in crescendo hasta llegar a un desenlace espléndido ante el que resulta difícil permanecer indiferente. 8,5.