Crystal Fighters revientan el Río Babel

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Crystal Fighters revientan el Río Babel

Dice un viejo refrán que a quien los suyos se parece, honra merece. Durante largos años -e incluso actualmente- se ha tenido a infravalorar la música latinoamericana, estigmatizando géneros como la salsa, la cumbia o la bachata (ni hablemos ya del reguetón). Sin embargo, iniciativas como éste Río Babel recogen el testigo de una nueva generación de músicos para los cuales la fusión importa tanto como el rescate de los géneros que sus abuelos bailaban a lo largo de todo el llamado nuevo continente. Quien a los suyos se parece, honra merece. Ya no hay estigma que valga cuando se trata de géneros latinos. Foto: Daniel Cruz.

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Y si no, que se lo digan a Los Caligaris, encargados de dar el pistoletazo de salida a la segunda y última jornada del Río Babel. Los argentinos sufren de todo menos vergüenza, ya sea de orígenes o estética. Bajo un concepto circense, los responsables del “Show más feliz del mundo”, como ellos mismos han bautizado su espectáculo, retaron al mismo solano de julio de Madrid, haciendo quitarse la camiseta a la concurrencia para abanicarla al aire al ritmo de su mezcolanza de rock, ska y funky. Un alarde de energía que incluso ellos mismos sufrían. “Ya me estoy cansando”, decía el vocalista, Martín Pampiglione, cuando faltaban pocos minutos para terminar el concierto. Sudorosos y sin camiseta, los argentinos daban paso a Quantic Live (¿quizás hubiera sido más acertado el orden inverso?)

A pesar de nacer como producción del DJ Will Holland, en Río Bbael Quantic Live se vio representada en formato de banda instrumental. Deshaciéndose en mezclas y temas propios de Joe Arroyo entremezclados con bases de jazz y blues, la Cumbia sobre el mar se desarrollaba bajo un concepto bailable que alcanzó su cénit con ‘Sol Clap’. A pesar del sol y el calor, la banda de Quantic trasladaba las visiones electrónicas del colombiano a través de un teclado, un saxofón y las sempiternas guitarra, bajo y batería.

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Arco cumplía en esta jornada la misión que ya había satisfecho Juanito Makandé la anterior, aunque quizás con menor soltura y éxito. El ex vocalista del Puchero del Hortelano no lograba involucrar a parte de la audiencia con su registro cantautoril aflamencado, aunque sí entonó lo suficiente para servir de transición a Bebe, la primera de las cabezas de cartel de la tarde.

Comenzando con ‘Siempre me quedará’ y ella misma a la guitarra española, la extremeña tiraba de su faceta más latina, contoneándose y tirando de ¿silla de abuela? sobre el escenario para dar vida a la gráfica ‘Con mis manos’. Ella, y su abanico. No subestimes a esta bicha aunque tenga poca chicha en la cintura. Ni se nos ocurriría.

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The Cat Empire fueron la sorpresa de la tarde -ya casi noche-. A pesar de la aparente languidez de sus discos de estudio, los australianos se marcaban un directo en el que hacían parecer que pasar del rock al ska es fácil una cuestión de buen rollo. Tanto, como pasar del pasodoble a la salsa y al reggae. Crystal Fighters llegaban en el punto en el que la energía parecía que ya no podría subir más. Pero subió.

Tras una intro de percusión indígena, ‘I Love London’ se convertía en el comienzo de un show en el que la energía no decayó en ningún momento. Serpentinas blancas explotando desde el escenario, cubierto por plantas selváticas y habitado por los vasco-británicos – los cuáles no dejaron de agradecer con el binomio gracias-eskerrik asko su implicación a la concurrencia. Incluso se permitieron el lujo de dejar espacio para el coreo de “otra, otra” y un bis que se antojaba imprescindible con ‘Plage’ y pelotas de playa y más serpentinas arrojadas al público, inconmensurable -llenando todo el recinto de Babel en el IFEMA- y extasiado.

Muchos de ellos, de hecho, abandonaron misión al comenzar Miranda!, quizás un tanto deslucidos tras la agresividad de la energía de Crystal Fighters. Los argentinos se marcaban el show más Orgullo del Babel con una indumentaria a base de lentejuelas doradas, visibles a kilómetros, y coreografías que traían a la mente a los también adorables Confidence Man.

Tras ellos, los peruanos Dengue Dengue Dengue, ataviados con sus habituales máscaras rituales, remataban el festival trasformando en música y remezcla la filosofía que exudaban estos días: capaces de partir de las bases de los ritmos indígenas para hacerlos confluir en la base de la brasileña y la salsa en un mismo tema, el dúo demostraba que lo latino trasciende con mucho la imagen que nos han vendido de él. Imposible parar de bailar. Imposible hacerse a la idea de esperar otro año más un nuevo Babel. Al menos nos quedan los tequeños.

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