Este fin de semana The Guardian publica una extensa entrevista con Lily Allen, a modo de adelanto del libro de memorias ‘My Thoughts Exactly’ que publica la semana que viene, el 20 de septiembre. Un libro que, tal y como ella misma avanzaba y se ha venido conociendo, estará lleno de polémica de la cual, además, no podrá escapar: el mismo día de su publicación tendrá que acudir a la gala de entrega del Mercury Prize, premio al que está nominada por su disco de este año ‘No Shame’. Da fe de la controversia la periodista Sophie Headwood, que se declara “conmocionada” tras su lectura y comenta algunos de los puntos más delicados de la misma con Lily en su encuentro.
Por ejemplo, hablan de la complicada relación con sus padres, la productora cinematográfica Ashley Owen, a la que Lily encontró con 8 años delirando tras mezclar vodka y barbitúricos, y el cómico Keith Allen, que abandonó su hogar cuando la cantante tenía 4 años y que no tenía problema en esnifar cocaína delante de su hija un día después de salir del hospital tras un infarto. Allen también habla de sus propias adicciones, derivadas de su temprana fama, el enorme golpe que supuso para ella perder a su primer hijo, George, que murió en un parto prematuro; y del nacimiento de sus hijas poco después, cuya crianza no supo manejar y la sumió en una depresión profunda al dejarlas con su marido para irse de gira a presentar ‘Sheezus’.
Headwood y Allen dedican buena parte de esta extensa entrevista a hablar de esa época, de cómo el fracaso comercial del disco la hundió aún más. En esa espiral en caída, Allen explica que fue infiel a Sam Cooper, su ya ex-marido, con varios hombres, y también que llegó a contratar los servicios de una escort femenina en varias ocasiones para “ver si sentía algo”, como se ha publicado en los últimos días.
Dicha entrevista revela un episodio-bomba que no se conocía hasta ahora: al parecer, Lily sufrió abuso sexual por parte de un “ejecutivo de la industria musical” –dice la artista que quiso nombrarle en el libro, pero que sus asesores le aconsejaron no hacerlo–. Según su relato, en 2015 se encontró con este hombre que se ofreció a prestarle ayuda para “estar limpia”. Sin embargo, dice, él la emborrachó con tequila y que al día siguiente no recordaba nada de lo que pasó después. En un encuentro de trabajo posterior, acabaron en una fiesta donde ella volvió a caer bebida y el hombre la llevó a su hotel. Allen dice que se despertó de madrugada, desnuda en una cama y sintiendo cómo el hombre, también desnudo, trataba de penetrarla “y darme cachetes en el culo como si fuera una stripper”.
Cuenta que se levantó rápidamente como pudo y se marchó a su habitación. “No esperaba que se aprovechara de mi debilidad. Me sentí traicionada. Sentí vergüenza. Sentí ira. Me sentí confusa”. Pensó denunciarlo, pero temió que la influencia del ejecutivo la hiciera ver como una “histérica” o una “mujer difícil”. Así que, tras hablar con su abogado, optó por hacer una declaración jurada de que “había sufrido abuso sexual por parte de una persona con la que trabajaba”, añadiendo que es una situación que “abunda” en la industria musical. También dice que tuvo consecuencias profesionales para ella: tras negarse a acudir a un acto de BBC Radio 1 porque ese hombre estaría presente, dice que Radio 1 la “castigó” no radiando su single del año pasado, ’Trigger Bang’.