Damien Rice nunca había actuado en Madrid hasta anoche. El cantante explicó que siempre había querido vivir en España, y que hace 20 años tenía unos amigos de Alcalá de Henares, pero que por alguna razón no le gustaba actuar en el país donde vivía. Para poder disfrutar del anonimato, quizá. «But then, internet happened», bromeó. La suerte quiso que su recital en el Teatro Circo Price coincidiera con el macroconcierto en la ciudad de otros irlandeses, U2. También con la entrega del Mercury Prize, al que nunca ha estado nominado. Y por último con el anuncio de una gira por mastodónticos estadios de Ed Sheeran. Pero dio igual. Ni este último es el único capaz de enfrentarse completamente en solitario a la audiencia, ni Rice tuvo dificultad para agotar las entradas en el elegante Price con meses de antelación. Si no añadió una segunda fecha, como mínimo, fue porque no quiso.
El artista comenzó el recital de algo menos de dos horas de duración con ‘The Professor & La Fille Danse’ entre las sombras, y se despidió completamente a oscuras y sin ningún tipo de micrófono para guitarra ni voz con ‘Cannonball’. Las más de mil personas respetaron el silencio sepulcral durante casi todo el set, con excepción de lo que sucedía entre canción y canción, donde aquello se convertía en un torbellino de peticiones, «te amos» y piropos de todo tipo, que él sorteaba con ciertos sonrojo y dificultad. Llegó a atender una petición, ‘Rootless Tree’, y además dio a escoger a la persona que la había solicitado si la quería oír a piano o a la guitarra, los dos únicos formatos que se vieron anoche, con Rice simplemente asistido por un técnico de sonido sobre las tablas.
La potencia, el desgarro y el sentimiento de su voz son tales que no quisiera estar cerca de él durante los ensayos. Al artista no se le va una nota ni una letra de su vehemente, complejo y extenso repertorio y por mucho que actúe poco en directo está claro que es algo que tiene ultra trabajado. Únicamente se vio algo de exceso en la mencionada «The Professor», con esa nota alargada hasta que al público le dio la risa y arrancó a aplaudir, y un poco más allá. No fue el momento más sentido, pero tampoco se puede decir que su show esté exento de humor. Al contrario, Damien Rice tiene varios «speeches» en su repertorio y la historia onanista sobre cómo compuso ‘Amie’, sobre una amiga que le invitó a su cama… mientras ella se iba a la de hermana; o la de ‘The Greatest Bastard’ («te quiero mucho… pero si haces esto y esto y esto, y sobre todo si NO haces esto»); o la de la canción nueva ‘Your Astronaut’ fueron delirantes. Damien reflexionó sobre nuestra manera de afrontar el amor con toda la pena posible durante las interpretaciones (escalofriantes ‘9 Crimes’, ‘Elephant’ o ‘I Remember’), pero sin dejar de arrancarnos una sonrisa en los intermedios. Dijo que habíamos ido allí a escuchar canciones tristes, pero la comunión fue tal que era imposible salir del teatro sin una sonrisa de oreja a oreja.
Hablando de comunión, hubo momentos realmente mágicos. Invitó a dos fans que había conocido en un concierto de Milán, Patricia y Carlos, madre e hijo, a hacer coros en ‘Cold Water’, pero la cumbre del show de verdad fue cuando Damien fue capaz de hacer al público cantar hasta a cuatro grupos de voces distintas, coros para su interpretación de ‘Volcano’. Para cuando llegaba ‘The Blower’s Daughter’, su mayor hit, como primer bis, sonaba casi hasta innecesaria, pues el grado de intimismo que logra con canciones más desconocidas y raras es tal que lo que echas realmente de menos son canciones del espléndido ‘My Favourite Faded Fantasy‘. Este fue el único drama: ni el corte titular, ni ‘It Takes A Lot to Know a Man’, ni ‘I Don’t Want to Change You’. ¿Quizá el show fue un pelín más corto al empezar con retraso? 9.