Ramón Rodríguez nos hablaba de su reciente paternidad, separada por muchos años con la de sus dos hijas mayores, Jazz y Leia de Mourn. Una paternidad que influye completamente en la temática y estética de este ‘Una canción de cuna entre tempestades’. Pero aquí no se refleja la alegría de una nueva vida, sino la visión, sombría, sobre el mundo que rodea al niño. ¿Es posible proteger la inocencia de tanta vileza? Por momentos, parece que no, que The New Raemon se deja vencer por la pesadumbre, a pesar de los destellos que, de vez en cuando, asoman. ‘Una canción de cuna entre tempestades’ es un título acertadísimo, un resumen perfecto de lo que vamos a escuchar.
Esta bruma se desarrolla en forma de canciones poéticas. El disco, que puede parecer lánguido, incluso plano, en la primera escucha, enseguida desvela una gran riqueza en tonos ocres. Frente al desparpajo, al nervio trotón que recorría ‘Oh, Rompehielos’, aquí todo es reconcentrado, con las arreglos de cuerda de Antonio Fernández puntualizando de manera precisa, otorgando un aire de drama quedo. Las letras son crípticas, como es habitual en él. Sólo que, en vez de estar dialogando, o hablar de relaciones de pareja, nos parece exponer sosegadamente, con su voz tan personal y característica, un panorama que le disgusta, pero por el que no hay más remedio que transitar.
‘Cíclope’ abre con la cadencia a lo Sunny Day Real Estate –uno de los mitos de Rodríguez-, marcando la senda melancólica, doliente, del disco, con las cuerdas señalando los crescendos del estribillo, mientras se mantiene en calma tensa durante los puentes, mientras la letra invoca imágenes de derrota personal. En ‘El centro del baile’ destacan la guitarra y las palmas, que dibujan la filigrana sobre la que se extiende la melodía, coronada con un gran estribillo que contiene la dosis justa de épica para subyugar: “Hechizados, encadenados a la sombra de nuestro pasado”. La voz de Ramón se eleva, como queriendo escapar.
Pero no todo es congoja. ‘Wittgenstein’ queda como una (levemente) alegre canción de cuna que recuerda a los R.E.M. de los primeros 80. O su prima hermana ‘Cielos Estrellados’ que, tras una loa al fracaso y las actos inservibles, “Ya de nada me sirve esperar algo extraordinario… y aun así lo hago”, estalla en “¡A la mierda con todo! A ver qué pasa”, un grito de auxilio que, a la vez, es una liberación, de todo eso que enumera que no le sirve para tirar para adelante. También hay cambios de humor de ‘Charlestón (flores y dolores)’, que pasa de acordes menores y de una línea de bajo denso a una guitarra traviesa, un estribillo que se alza jugando con el clásico de Marujita Díaz (“mama, cómprame unas botas”) y finaliza con una estupenda filigrana de cuerdas.
Aunque el cénit es ‘Un posible final’, con la maravillosa voz de Rocío Márquez dotando de belleza a toda la desolación de este himno ecologista. “Sangre, oro, poder y muerte, las bellezas ensombrecen”. Ramón y Rocío narran el Apocalipsis de la era Trump. La épica que suele revestir la obra de The New Raemon asoma en ‘La broma del tiempo’. Pero también hay algún alivio rítmico; ‘Signos de vida’ le acerca extrañamente a Radio Futura, hasta el timbre de Ramón recuerda al de Auserón. También hay mucho de Radio Futura en ‘Melodrama histórico’, aunque despiste el airecito Pixies con el que abre, y acabe derivando en un final intenso, con unas florituras estupendas. La voz infantil con que cierra la final ‘Tengo el As’ trata de mostrar algo de luz en un paisaje lúgubre, aunque cuesta ver la claridad entre tanta fatalidad asumida con resignación. Sin duda, su disco más oscuro y emo –de los emos buenos-.
The New Raemon actúa este jueves 15 de noviembre en la Sala Apolo de Barcelona junto a Invisible Harvey.
Calificación: 7,5/10
Lo mejor: ‘En el centro del baile’, ‘Wittgenstein’, ‘Charlestón (flores y dolores)’, ‘Un posible final’, ‘Melodrama histórico’
Te gustará si te gusta: McEnroe, Maria Rodés, Sunny Day Real Estate