‘Ralph rompe Internet’: Disney culmina su «pixarización»

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‘Ralph rompe Internet’: Disney culmina su «pixarización»

Rompe Ralph’ (2012) suponía una nueva decepción para los fans adultos de la animación a los que Pixar (y otras productoras independientes o más modestas, obviamente) hacían ver que el cine a priori orientado a los niños también podría ser enteramente satisfactorio para ellos. Por un lado, su atractivo parecía residir en la nostalgia por la era dorada de los salones de arcade (que, por otro lado, difícilmente conmovería a niños y jóvenes de otra generación), no ofreciendo una historia de calado más allá del mero entretenimiento.

Tras propuestas no siempre acertadas pero cada vez más orientadas a atraer a “todos los públicos” sin que sea un eufemismo (‘Frozen’, ‘Big Hero 6’), la secuela del brutote en 8bits Rompe Ralph (John C. Reilly en el doblaje original) y su amiga del alma, la renderizada Vanellope (Sarah Silverman) supone la “pixarización” definitiva de The Walt Disney Animation Studios. Es decir, resulta una película muy equilibrada, brillante en todas sus facetas y satisfactoria tanto para niños como para adultos. Si bien es cierto que la trama parece prolongada de más (el metraje se aproxima a las 2 horas) con algunas escenas muy divertidas pero que no resultan trascendentales en la trama (en general, todo lo relacionado con ‘Slaughter Race’ parece extendido de más), ‘Ralph rompe Internet’ es trepidante de cabo a rabo, con notables trazas de humor orientado a los espectadores más talluditos, técnicamente alucinante y con un tuétano emocional considerable (quizá sobreexplicado, pero no olvidemos que se trata de una peli con calificación “A”).

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Como si hubieran tomado nota de las críticas hacia lo poco abierto que resultaba el ámbito de los videojuegos vintage en el primer film, Phil Johnston (‘Zootrópolis’) y Rich Moore (‘Zootrópolis’, ‘Futurama’) dan en el clavo al trasladar a los dos personajes digitales a un espacio infinito con el que todo pichichi está familiarizado hoy en día: la red de redes. Sólo la forma en que convierten no sólo los espacios virtuales sino sus procedimientos, dinámicas y peligros en un mundo tangible en el que Google, eBay, Youtube, Instagram son edificios con sus características y mecánicas particulares ya es una verdadera pasada. Internet es un universo paralelo en el que todo discurre de manera vertiginosa y en el que es casi irremediable perderse, y eso está plasmado en ‘Ralph rompe Internet’ de manera magistral, con sentido e inteligencia, pero sin perder de vista la acción (fantásticamente complementada por la música de Henry Jackman, salpicada con aportaciones de Alan Menken –el loco guiño a ‘La La Land’–, Julia Michaels e Imagine Dragons) y gracias a un guión tremendamente retorcido, mucho menos previsible de lo que solemos esperar de la factoría Disney –representada, por cierto, en uno de los tramos más delirantes y audaces de la película–.

Precisamente en ese espacio tiene lugar una de las escenas de más calado de la película y de las más comentadas en ámbitos no estrictamente culturales. Me refiero al crossover de la “Princesa” Vanellope con las otras Princesas Disney: más allá de los incontables gags de la escena a cuenta de cada una de las tradicionales y no tan tradicionales heroínas de cuento, el mensaje de empoderamiento femenino que se lanza hacia las nuevas generaciones es muy valioso (tanto como el hecho de ofrecer un referente femenino fuerte e independiente, prácticamente inexistente en el universo Disney, como es Shank). Pero no es esa lección –aunque sí resulta crucial en la trama– la mayor perla que ofrece ‘Ralph rompe Internet’ desde un punto de vista humano, porque en realidad este aparentemente inocente divertimento ofrece un retrato bastante atinado sobre cómo las relaciones tóxicas (ya sean de amistad, familiares o de pareja) se cimentan en la falta de autoestima, y cómo la manera más sana de amar a los demás comienza necesariamente por amar lo que uno es. La psicología, aunque sea ligera y basiquita, entra bien con unas palomitas y un refresco de por medio. 7,5.

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