Oneohtrix Point Never es uno de esos raros artistas experimentales capaces de seducir tanto a los críticos de The Quietus como a Usher, para quien Daniel Lopatin llegó a componer una de las canciones incluidas en su último disco, ‘Age Of’, la intrigante ‘The Station’. De hecho, Lopatin, que este año ha aparecido en el disco de David Byrne, está trabajando actualmente con Rosalía, como ha podido verse en sus stories de Instagram, y en 2017 ganó un premio en Cannes por su trabajo en la banda sonora de ‘Good Time’, la última cinta de los hermanos Joshua y Ben Safdie.
En este gran momento profesional para Lopatin, que sucede a su álbum de 2015 ‘Garden of Delete’, ha llegado un ‘Age Of’ producido con la ayuda de James Blake y de interesante concepto vinculado a la inteligencia artificial, como el último single de Grimes, aunque más pesimista que autoritario. El músico de Brooklyn ha explicado que lo percibe como una versión invertida de ‘2001: Odisea en el espacio’, en la que se ha llegado a un fin del mundo donde las inteligencias artificiales “lo son todo, lo pueden hacer todo, [incluso] abandonar el universo”, pero en su lugar caen de lleno en la nostalgia por tiempos pasados y se “pasan el día soñando en ser tan tontos como lo éramos antes”.
En ‘Age Of’, este concepto se traduce en un álbum de composiciones quebradas, fragmentadas, que en ocasiones suenan como vestigios de canciones antiguas (‘Last Known Image of a Song’) o como retransmisiones que buscan llegar a nosotros desde el ciberespacio (‘Manifold’). El single ‘Black Snow’, que incluye la voz no solo de Lopatin sino también de ANOHNI (con quien el artista colaboró en ‘Hopelessness’), además de un curioso instrumento llamado daxófono, inventado por Hans Reicher en 1987, suena como una balada siendo emitida desde una radio antigua (en el mundo de ‘Age Of’, sería un podcast) y a su vez siendo invadida por frecuencias alienígenas. Es música rota, casi literalmente, como si alguien hubiera descubierto el disco dorado de la NASA aterrizado en algún lugar remoto del mundo.
El clavicordio, un instrumento que fue muy popular en el medievo, aparece aquí en varios temas, como en el emotivo y magnífico corte titular, sin duda el momento más inspirado del disco, a la altura de las composiciones más hermosas de Lopatin, o en la improvisación de ‘myriad. industries’, sumergido en sintetizadores ásperos y ultra digitales que claramente buscan romper una brecha temporal entre música antigua y contemporánea, un poco como ha hecho también este año Julia Holter. El resultado, cual artículo de Amazon mal enviado, suena deliberadamente defectuoso, lo cual parece querer decirnos algo sobre el mismo futuro y cómo parecer ser más bien una versión falsa, errada, un simulacro, del verdadero porvenir que se nos había prometido.
‘Age Of’ suena en muchos sentidos como una versión desolada, derrotada, de la música de Oneohtrix Point Never, lo que sin dar lugar a su disco más fascinante, sí deja momentos realmente impactantes como ‘We’ll Take It’, que con sus ecos tecno y paisajes amenazantes suena como una pelea de impresoras, o ‘Same’, en el que se esconde una de las cumbres emocionales del disco gracias de nuevo a ANOHNI. Aunque quizá la joya de la corona sea ‘Babylon’, una melancólica balada que suena como si su intérprete estuviera a punto de desintegrarse en el ciberespacio. ¿Así de triste imaginábamos que iba a sonar el pop del futuro? Desde luego la misma Charli XCX podría haberla versionado (y Lopatin ha elogiado ‘Pop 2’), pero el EP ‘The Station’ posterior a este disco deja una bonita versión acústica interpretada por (Sandy) Alex G que resulta un verdadero bálsamo de humanidad ante la desazón virtual desplegada en ‘Age Of’. “Mood spelled backwards says doom…”
Calificación: 7,4/10
Lo mejor: ‘Age Of’, ‘Babylon’, ‘The Station’, ‘Same’
Te gustará si te gusta: Tim Hecker, Steve Hauschildt, James Ferraro, Laurel Halo
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