La primera oleada del rock and roll de los años 50 inspiró a multitud de músicos, aspirantes a Elvis que dejaron algunos pocos singles en sellos pequeños, y que en la retromaníaca actualidad son objeto de oscuras recopilaciones. Pero entre ellos hubo también artistas que sin alcanzar el brutal impacto de las figuras de primera fila lograron fama y hasta aislados éxitos en las listas. De entre ellos, Jody Reynolds sigue siendo uno de los más carismáticos gracias a una serie de canciones singularmente brillantes.
Pero además Reynolds tiene un sitio reservado en la historia de la música popular por ser pionero -el primer exponente, en realidad- del morboso subgénero conocido como death discs: canciones que describen trágicos accidentes o suicidios que rompen una joven historia de amor. En su fabuloso libro ‘Yeah! Yeah! Yeah! The Story of Pop Music from Bill Haley to Beyoncé‘, Bob Stanley explica este fenómeno como parte de un movimiento “proto-gótico, de adolescentes liberados” que además de obsesionarse con “la infancia perdida y el sexo desarrollaron a primeros de los 60 una afición por estas morbosas historias” en forma musicada. Señala el inicio de este furor en las muertes prematuras de ídolos como Eddie Cochran, Ritchie Valens o Buddy Holly, y entre los discos más célebres cita ‘Tell Laura I Love Her’ de Ray Peterson (el novio muere en una competición automovilística) o ‘Teen Angel’ de Mark Dinning (la novia muere arrollada en la vía del tren).
Sin embargo existieron precedentes no mencionados en el libro, el más evidente ‘Endless Sleep’ de Jody Reynolds. El tema de las muertes y también el de los asesinatos (las “murder ballads”) era habitual en la música folk anglosajona de siglos atrás, pero no había tocado la música popular apenas. El disco “novelty” de los Cheers de 1955 ‘Black Denim Trousers and Motorcycle Boots’ fue el primero en rozar el tema, pero desde un punto de vista cómico, sin nada de tragedia en la exposición o en la parte musical. Hasta que en 1958 el sello Demon publicó ‘Endless Sleep’.
La canción databa de dos años antes, y Reynolds la escribió influido por el impacto que le causó oír por primera vez ‘Heartbreak Hotel’ de Elvis Presley. Una canción que parecía la antítesis del rock and roll: ritmo lento y unos arreglos de un minimalismo casi experimental: escasos instrumentos que tocaban muy pocas notas, envueltos en un sugerente, maravilloso eco. Elementos que se traducían en una singular atmósfera de amenaza. Tras escuchar la canción cinco veces seguidas en la jukebox de una cafetería en Yuma, Arizona, horas antes de tocar un concierto, Jody corrió al hotel y compuso ‘Endless Sleep’ en 20 minutos. Brillantemente, trasladó ese ambiente amenazante a una historia con final trágico: la muerte de su novia ahogada en el mar por la noche, tras salir corriendo después de una discusión de pareja.
Durante dos años estuvo interpretándola en directo junto al resto de su repertorio, mientras intentaba conseguir un contrato discográfico: todos los grandes sellos (Capitol, Liberty, Decca) rechazaban ‘Endless Sleep’ por demasiado macabra. En 1958, cuando finalmente fichó por la independiente Demon y la grabó con ayuda del gran guitarrista Al Casey (que añadió el toque maestro de un siniestro efecto de trémolo empapado en eco), tuvo que hacerlo bajo la condición de cambiar el final de la letra, y rescatar a la chica de las aguas. La canción, heredera de esos espacios abiertos llenos de desesperación de ‘Heartbreak Hotel’, se grabó en apenas media hora en los célebres estudios Gold Star en marzo de 1958. Para el mes de julio había llegado al top 5 del Billboard en los EE UU, a pesar de haber sido vetada por muchas emisoras de la Costa Este por su contenido suicida.
La canción, de una irresistible tensión casi cinematográfica, estaba cantada con bella melancolía. En cuanto al riff de guitarra, Reynolds explicaba que se inspiró en “la campana fúnebre que sonaba” en su pueblo nativo de Oklahoma. ‘Endless Sleep’ tendría una brillante continuación: su segundo single para el sello Demon fue la fabulosa ‘Fire of Love’, donde el trémolo de las guitarras se acentuaba y el ambiente reverbcore se volvía aún más ominoso… No fue un éxito pero su recuperación por The Gun Club en los 80 los convirtió en un clásico de culto reivindicado por parte del movimieto punk y por bandas como The Cramps o los Bad Seeds. Por desgracia, para finales de los 60, la carrera de Reynolds estaría prácticamente acabada. Un par de singles junto a la gran Bobbie Gentry -quien fue guitarrista de su banda The Storms- no conseguirían levantarla, y no volvería a grabar nada hasta un único álbum en solitario -su última grabación- en 1978.
En cuanto a los death discs, gozaron de gran popularidad a lo largo de los años 60, desde el ‘Leader of The Pack’ de las Shangri-La’s al ‘Johnny Remember Me’ de John Leyton (producida por Joe Meek), y en la actualidad siguen resonando la fascinación por la muerte prematura en artistas como Lana del Rey o en el country-pop-noir de nuevas propuestas como la de Orville Peck.
Jody Reynolds suena en la última entrega del podcast de Jaime Cristóbal, Popcasting, disponible en este enlace.