Leo las críticas de ‘Black Album’ de algunas publicaciones del mundillo alternativo tanto españolas como foráneas y, como de lejos, me parece escuchar las risotadas que se está pegando a su/nuestra costa el simpar Rivers Cuomo. El disco negro de la serie de colores en la que vienen trabajando intermitentemente desde su eclosión allá por los 90, para el que incluso el cuarteto se ha embadurnado de arriba a abajo en una especie de denso alquitrán, es su disco más forzadamente pop, en el que las guitarras son una mera anécdota. ¿De verdad nadie ve el bromazo que Weezer nos están gastando a todos?
Dejando al margen el meramente anecdótico ‘The Teal Album‘, no será porque no avisaran con ‘Pacific Daydream’, un disco claramente popero (cuando no directamente hip-pop a lo Macklemore –‘Feels Like Summer’–) que nació en paralelo a este nuevo trabajo y que, sin embargo, no dejaba de lado las guitarras tanto como hace este disco. Pero además en esta ocasión han dado con un aliado perfecto para su propósito, David Sitek (TV On The Radio, Yeah Yeah Yeahs, Solange, Blondie, Kali Uchis, Miguel), que domina tanto el lenguaje del rock, como el del pop y el hip hop.
Todo ello confluye en este trabajo de Weezer que, eso sí, en las primeras escuchas obliga a arquear las cejas. Y no sólo por lo melifluo que se antoja el resultado sonoro, una suerte de mix ultragenérico de Smash Mouth, Macklemore, Coldplay y Maroon 5, sino porque el intento trae a la mente una y otra vez el famoso meme del Sr. Burns intentando hacerse el jovenzuelo. En los peores momentos, las escuchas no lo mejoran: el psico-rock blandito de ‘Too Many Thoughts In My Head’ o los “doo-doo-doo-doo”s de la glam ‘The Prince Who Wanted Everything’ no tienen mucho donde rascar, poco remedio.
Sin embargo, las escuchas van restando importancia a lo atávico de sus arreglos, y lo que va calando en el oyente son unas melodías realmente irresistibles, fantásticas, como las de la funky ‘Can’t Knock The Hustle’, la reggae-bombástica ‘Zombie Bastards’, la trap-popera (incluso parece mofarse del estilo con esos “woo”s) ‘California Snow’, y, sobre todo, el trío del núcleo central del álbum, ‘Living in L.A.’, la preciosa ‘Piece of Cake’, con ecos de Brian Wilson, y la tan ortodoxa como redonda ‘I’m Just Being Honest’ (que, por cierto, ya mostró en 2017 dentro de su proyecto cantado en japonés, Scott & Rivers). Canciones que nos hacen pensar que ojalá el pop mainstream de hoy día contara con trabajos melódicos tan redondos y ricos como estos. ¿Para cuándo un disco de Taylor Swift co-escrito con Rivers? El mundo sería así un poco mejor.
Pero lo que me ha terminado de convencer del tono de sorna, cachondeo y mala baba de este ‘Black Album’ han sido sus letras, a veces con dobles lecturas, a veces sobradas con una, que van más allá de quedarse con la tontuna del “hastaluegoadios”. Hay mucha mala leche y mucha acidez en las referencias a las sombras de la creación artística, entre referencias bíblicas (algo que deleita a Rivers) y citas a AC/DC, Queen o Prince –a él va dedicada la canción que incluye su nombre, compadeciéndose de su muerte prematura como si de una fábula se tratara–. Es inevitable ver relación con la crítica musical en ese “hazme una review de 5 estrellas y yo te haré una a ti” de ‘Can’t Knock The Hustle’, un guiño al tráfico de valoraciones con los chóferes de VTCs (el que protagoniza su vídeo oficial es el mismísimo Pete Wentz de Fall Out Boy). Igual que ‘Zombie Bastards’ puede interpretarse como una broma sobre el público como una tiranía que les amenaza en giros estilísticos como el de este álbum. Aunque quizá lo más chocante es que, entre broma y broma, hay veladas conexiones con la adicción a la cocaína (‘California Snow’) o a cualquier otra droga como salvación del suicidio y la depresión (‘High As a Kite’ juega, obviamente, con el doble sentido de “high”, alto/colocado) a la que muchos se ven empujados por la soledad (que es de lo que va, al menos en parte, ‘Living in L.A.’).
Pero, eh, que aunque suene muy grave todo está repleto sobre todo de ese humor bobalicón (la letra de ‘I’m Just Being Honest’ es un chiste en sí misma sobre lo inoportuno de ser sincero con los demás) que me lleva a la certeza de que Rivers ha intentado gastar un gigantesco bromazo a la ortodoxia rockera con este disco. No me extrañaría que a alguno le haya dado un patatús con el lounge-pop estilo Beach Boys decadentes de ‘Byzantine’, vaya. Lo que queda de ‘Black Album’, al margen de las buenas melodías que (otra vez) vuelven a caracterizar el trabajo de Weezer, es que Cuomo y sus secuaces no dejarán de hacer siempre lo que les resulte más divertido sin importarles demasiado lo que piensen los demás. Y eso es, intrínsecamente, bueno.
Calificación: 6,6/10
Te gustará si te gusta: el último de Beck, los primeros Maroon 5, Macklemore… ¿y Taylor Swift?
Lo mejor: ‘Living in L.A.’, ‘I’m Just Being Honest’,‘Zombie Bastards’, ‘Piece of Cake’, ‘California Snow’
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