Escuchando el primer disco de… Solange

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Escuchando el primer disco de… Solange

Solange es hoy una de las artistas más prestigiosas del momento. Sus dos últimos trabajos, ‘A Seat at the Table’ y el más reciente ‘When I Get Home’, han sido alabados por la crítica, conseguido muy buenos puestos en las listas de ventas y la asociación de Knowles a artistas alternativos como Dirty Projectors, Blood Orange, of Montreal o Panda Bear ha supuesto un “re-branding” total hacia lo “indie” para una artista que, hace 11 años, cuando llegó al mercado ‘Sol-Angel and the Hadley Street Dreams’, el álbum que le puso en el mapa tras años desaparecida, no parecía tener especialmente ni a la crítica ni al público de su lado. Solange ya era la hermana alternativa de Beyoncé mucho antes de que la propia Beyoncé trabajara con James Blake y sampleara a Animal Collective, y of Montreal -que llegó a componer junto a Solange- nos decía en una entrevista en 2016 que la autora de ‘Losing You’ “ha influido a Beyoncé mucho más de lo que la gente piensa”, sobre todo en lo que concierne a su interés en “las artes, las músicas y las culturas alternativas”.

Pero antes incluso de que Solange sacara un álbum inspirado en la música de Motown en plena era Amy Winehouse, la cantante publicó, en 2002, un primer disco que prácticamente ya nadie recuerda, a lo que no ayuda que esté completamente descatalogado (también en iTunes) y ni aparezca en ciertas plataformas de streaming como Spotify (al menos en España). Sí están disponibles algunos de sus pistas sueltas, pero no el álbum entero. Con esta portada propia de una triunfita, ‘Solo Star’ fue el debut de Solange cuando esta contaba 16 años, y aunque los créditos de producción incluyen a gente bastante importante, entre ellos Pharrell Williams, Linda Perry (¡el mismo año de ‘Beautiful’!), Timbaland, Jermaine Dupri o por supuesto Beyoncé, el álbum fue un fracaso comercial (solo alcanzó el número 49 en Billboard) y de crítica. Tal fue así que propició el retiro de Solange por unos años: tras la decepción que supuso el disco, Solange se casó con su novio del instituto, Daniel Smith, se mudó a Idaho y tuvo con él su primer hijo. Después se divorciaría de Smith y regresaría a Houston, todo esto antes de cumplir 18 años.

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‘Solo Star’ suena de hecho bastante maduro para la edad que tenía Solange entonces, aunque eso no es necesariamente una virtud. El disco es un producto de R&B contemporáneo de su tiempo y en ese sentido suena algo anacrónico en 2019, pero desde el primer momento queda claro que la producción abruma a Solange porque las canciones, que co-escribe ella en gran parte, no están a la altura. En muchos casos, el disco parece un ejercicio de estilo por parte de productores y no una vía para hacer brillar el talento de Solange, lo cual es evidente en temas como ‘Wonderland’, ‘Get Together’ o ‘Dance with You’, en los que es muy difícil encontrar una melodía memorable o, en definitiva, una canción sólida. En ‘Solo Star’, la influencia de Destiny’s Child, Aaliyah y Brandy es obvia en bases rítmicas y armonías, mientras influencias del crunk (‘Get Together’), del reggae (‘Feelin’ You) o el rock (‘I Used To’) asoman por aquí y por allá, pero lo que falta en cualquier caso es un single a la altura de un ‘Dip it Low’ o un ‘1, Step’ o de algunos de los temas que aparecerían en el debut de Beyoncé un año después.

No dice nada bueno de un álbum de pop o R&B que sus singles sean flojos, y si ‘Feelin’ You’ y ‘Crush’ hubieran sido realmente buenos singles, probablemente la carrera de Solange no se habría hundido como hizo. No son malos temas en cualquier caso: el primero, con su ritmo reggae medio escondido en sintonía con la gorra que porta Solange en la portada del álbum, y sus percusiones orientales, parece un presagio de Rihanna, mientras ‘Crush’ es la mejor canción del disco, una de esas canciones R&B despreocupadas y veraniegas que te hacen rememorar tiempos más sencillos. Aquí, Pharrell (en The Neptunes junto a Chad Hugo) se encuentra en la primera fase imperial de su carrera, y sin duda en buena forma. Por otro lado, las texturas electro de ‘Ain’t that Way’ pueden contagiar, ‘Dance with You’ tiene una energía contagiosa y ‘Feel Good Song’ da, pues eso, buen rollo. Pero ‘Solo Star’, sobre todo hacia el final, que presenta hasta tres composiciones de Beyoncé, es emblemático de las montañas de relleno que presentaban los discos de R&B en la época (el álbum se compone de 16 pistas) y ni siquiera el sample de Luther Vandross en ‘True Love’ (un dueto con el niño Lil Romeo) parece bien empleado.

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Curiosamente en ‘Solo Star’ no hay una sola pista de la artista que devendría Solange años después. Es imposible encontrar en él un solo elemento que recuerde a la madurez y conciencia política de ‘A Seat at the Table’ o a la sensibilidad mágica de ‘When I Get Home’. En su lugar encontramos a una adolescente que vocalmente suena demasiado parecida a Beyoncé (a menudo parece ella quien canta) y que, en busca de su propio sonido, trabaja al servicio de unos productores que parecen haberlo decidido por ella de antemano. No es de extrañar que la discografía de Solange sea tan caótica. Solange nunca ha confirmado la teoría que grabara el disco obligada por su padre (que fue mánager de Destiny’s Child y más tarde de Beyoncé durante años), pero sí ha dicho que con él probó por primera vez lo que era la fama, algo que no le gustó. “Veía lo mucho que tenías que sacrificar diariamente, veía ese viaje en cámara lenta en mi propia casa. Fue, durante un tiempo, bastante difícil de llevar”. Libre de toda cadena, afortunadamente Solange está haciendo al fin la música que quiere hacer.



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