Esto nos dice que, más allá de entenderse como un fenómeno teen, al menos esta canción está logrando cautivar a un público ajeno a la Generación Z. De hecho, si tomamos como referencia sus escuchas en Spotify, sus actuales 438 millones de streamings superan por varias decenas de millones a ‘bury a friend‘ –primer single oficial– y se acercan a sobrepasar las de ‘when the party’s over’, la balada que lanzó después del verano de 2018 y que se convirtió en su primer gran pelotazo en solitario (‘lovely’, single con Khalid, puede seguir tranquila, con sus 560 millones no hay peligro de sorpasso… de momento»). Y no es de extrañar, porque, tras lanzar su colorido vídeo el mismo día de la publicación del álbum, destacó rápidamente como su tema más inmediato de esta etapa.
Y es que ‘bad guy‘, que da inicio hábilmente al álbum tras el vacile juguetón del invisalign de su intro, da el banderazo de salida del disco por todo lo alto, con un bombo y un bajo gordísimos y cierta urgencia por dar salida. Por contra, esa base rítmica impetuosa se contrapone a unas percusiones pequeñas –unos chasquidos de dedos en bucle– y al canto casi susurrado de Billie, que adorna el tema con ayuda de su hermano Finneas con esos «duh» y ese tecladillo obsesivo que tienen tanto gancho como los propios «i’m the baaaaaad guy» con voz filtrada que rematan cada estribillo.
Como nos contó en la entrevista que mantuvimos con ella semanas atrás en Barcelona a cuenta de la controversia con el tema ‘wish you were gay‘, Billie O’Connell gusta de emplear la comicidad ocasionalmente para restar peso a sus mensajes, en plan «¡Cállate, no es tan profundo!» (así nos lo dijo, literalmente). Y ‘bad guy’ es el perfecto ejemplo de ese sentido del humor, no tan reñido con la oscuridad que venía desprendiendo en los primeros adelantos de este disco, como muestra su estupendo clip oficial.
Comenzando por la escena en la que Billie rompe una pared de papel para quitarse el corrector dental de marras, que entonces entrega a un maromo, el vídeo dirigido por el reputado Dave Meyers persigue a una Billie que combina sus gestos más desafiantes con cucamonas y piruetas algo payasas, incluidas carreras sobre coches de juguete, el momento en el que canta con unas gafas y tubo de esnórquel, barrigas coreografiadas, bailes desatados y la lengua permanentemente fuera. Todo para mofarse de la arquetípica pose de machirulo heterosexual, espetándole en la cara «no, aquí el tipo malo soy yo» e introducir una connotación sexual en su outro oscura –en este caso sí–, en la que adopta también una postura dominante. Todo un pelotazo que, a decir verdad, no se puede descartar que antes o después acabe coronando la lista de éxitos yanqui. Al tiempo.
Recordemos que Billie Eilish es también actualidad esta semana en España tras haber aumentado el aforo de sus dos conciertos previstos en Barcelona y Madrid el 2 y 3 de septiembre, respectivamente. Este jueves se ponen a la venta nuevas entradas para ambos.