Si sigues a Rosalía en Instagram –también ha posado con Bella Hadid o Steve Aoki y Millie Bobby Brown y hasta ha entrevistado a J Balvin– es muy posible que sepas de quién te hablamos hoy: es Miquela, una especie de «robot influencer» que, con rasgos exageradamente artificiales, se ha convertido en toda una codiciada imagen para marcas de moda gracias a sus más de 1,6 millones de seguidores en Instagram. Aunque no está claro quién o qué es Lil Miquela, parece descartado que sea, como se dijo en algún momento, una inteligencia artificial o incluso que sea del todo virtual. Más bien al contrario, parece que detrás podría estar una agencia de marketing que usa una modelo real –es incluso posible que su nombre sea Miquela Souza, brasileña de 19 años afincada en Los Ángeles– cuyas facciones son luego alteradas digitalmente. [Foto: Brud Inc.]
Nadie parece querer desvelar por el momento ese misterio, mientras Miquela está decidida a no ser solo una cara bonita (e irreal), sino también a ganarse una reputación como cantante y compositora. Porque esta misma semana ha publicado ‘Money/Sleeping In’, un nuevo single doble que da cuenta de su talento. Ambas se enmarcan en ese pop contemporáneo que se nutre del R&B (sobre todo la primera) pero también de la electrónica más juguetona y el bubble bass de PC Music (sobre todo la segunda) y, lo que realmente importa, no están nada mal como artefactos pop –ambas las produce Chris Wallace, que tiene créditos en trabajos de CNCO, The Vamps o Dillon Francis).
No es, ni mucho menos, la primer ni la única incursión en la música de Miquela y su equipo. De hecho, este año ya había publicado ‘Right Back’, y el pasado su gran éxito hasta el momento, ‘Hate Me’, producida por Baauer –el de ‘Harlem Shake’–. En 2017 ya había autoeditado singles como ‘Not Mine’, ‘You Should Be Alone’, ‘On My Own’ y ‘Over You’. Es decir, esto va en serio. En cierto modo puede recordarnos a la freakez de Poppy pero, teniendo en cuenta su proyección, quizá podamos hablar de ella más como una especie de Gorillaz de la Generación Z. ¿Prosperará?